Dom
19
Feb
2012

Homilía VII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)

Mirad que realizo algo nuevo, no penséis en lo antiguo.

Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)



Primera Lectura: (Isaías 43,1.8-19.21-22.24b-25)

Marco: El contexto es la parte dedicada a contemplar y exponer la liberación y retorno a Jerusalén finalizado el exilio de Babilonia (Is 40-48). El proyecto de liberación se llevará a cabo por obra del rey persa Ciro al que, curiosamente, se le califica el Ungido del Señor, es decir, el instrumento elegido por Dios para liberar a su pueblo.

Reflexiones

1) ¡Todo está dispuesto para que Dios realice un nuevo éxodo!

Mirad que realizo algo nuevo... El profeta-poeta tiene presente la epopeya del éxodo de Egipto ya que una de las intenciones del autor es presentar la liberación del exilio mirando como modelo aquel acontecimiento y ofreciendo una nueva interpretación de la acción de Dios. Esta obra nueva que Dios se dispone a realizar no será inferior, en lo que se refiere a la intervención del poder salvador de Dios, a la antigua. En la descripción de la nueva gesta salvadora y liberadora que prepara para su pueblo y que ya está a punto de realizarse, se dirige la mirada a los portentos realizados en el éxodo. Israel es el pueblo formado especialmente por Dios (Dt. 32,7ss). Y la finalidad era proclamar su alianza. El proyecto salvador de Dios se mantiene siempre en vigor. Dios sigue siendo fiel a su palabra. Hoy como ayer es necesario anunciar que el proyecto de Dios es un sí mantenido por su parte. Los hombres de hoy necesitan motivos de esperanza y confianza en un Dios providente y atento a las necesidades de los hombres.

Segunda Lectura: (2Corintios 1,18-22)

Marco: 2 Corintios es un conjunto formado por, al menos, cuatro cartas paulinas escritas todas en diferentes fechas pero relacionadas con la misma situación histórica y con un tema central que aparece en todas: la defensa de la legitimidad de su apostolado puesto en duda por algunos corintios y que le provocaron amargos y continuados sinsabores.

Reflexiones

1.) ¡Pablo recurre al testimonio del mismo Dios!

¡Dios me es testigo! Asombroso comienzo que indica y revela el estado de ánimo de Pablo y la situación real de la comunidad que ha llegado a dudar muy seriamente de la legitimidad de su apostolado. Esta exclamación entendida en el marco de la historia de la salvación quiere expresar la firmeza, la seguridad, la gravedad y la fuerza del recurso a que acude Pablo. Invocar a Dios como testigo (y no un hombre) eleva la pretensión de Pablo al último rango. El Deuteronomio recoge la afirmación de que el testimonio de dos o tres testigos resuelve todo litigio. Pero Pablo recurre al testimonio del propio Dios. Este pensamiento ha sido desarrollado ampliamente por la escuela joánica pero puesto en labios de Jesús. Esta referencia a Dios mismo como testigo es poco frecuente en la literatura del Nuevo Testamento. Quizá por ello llame más la atención y quiera advertir a los lectores de la gravedad de la situación. Pablo ha expresado en otras ocasiones que él no ha recibido el encargo apostólico de hombres sino de Jesucristo y de Dios mismo (G1 1,1 lss; 2,8). El origen de su vocación apostólica está en Dios mismo. Y a Él recurre cuando esta autoridad es puesta en duda. Los primeros perjudicados por esta duda y rechazo son los propios corintios, porque ello significaría que su entrada en la fe se fundamentaba en cimientos muy efímeros y endebles, por eso la defensa de su dignidad de apóstol no es una cuestión de prestigio personal de Pablo, sino un asunto que alcanza a la salvación de los corintios. Son ellos los más importantes actores de este drama y los más afectados por los mismos.

Evangelio: (Marcos 2,1-12)

Marco: El contexto es el camino del Mesías que intenta manifestarse al mundo. El contexto próximo es que Jesús se encuentra de nuevo en Cafarnaún y manifiesta una autoridad que exaspera a los adversarios (2,1-3,6). Sus obras de poder no suscitaron sólo asombro y admiración, sino también, al menos en algunos de sus oyentes, la repulsa y la obstinación.

Reflexiones

1. ¡Pedían la curación y se les ofreció el perdón!

Él les proponía la Palabra... Hijo, tus pecados quedan perdonados. La vuelta de Jesús se entiende después de alguna correría apostólica en los alrededores. Marcos esquematiza al máximo para que podamos seguir mejor el hilo de su relato. Él tiene la mirada puesta en la manifestación de Jesús y el resultado que la misma produce en sus oyentes e interlocutores. De nuevo Marcos insiste en la casa. Es para él un recurso literario para ubicar su relato. Para proclamar la Palabra pues para esto ha sido enviado. Es necesario observar que para los evangelistas lo más importante en la tarea de Jesús es la evangelización, la oferta al hombre de la Palabra de Dios de la que es portador. Nos lo recordaron cuando narraron las tentaciones de Jesús. Heredero de la mejor tradición deuteronomista, Jesús sigue el mismo proceder: el hombre vive por la Palabra de Dios. En consecuencia, Jesús ocupa la mayor parte de su tiempo en anunciar la Palabra salvadora y liberadora. Y de nuevo Marcos omite una referencia más explícita al contenido de esa Palabra anunciada. Forma parte de su estilo y de su forma de componer. En primer lugar, es necesario observar los detalles narrativos. Esta escena supone un buen conocimiento de la forma de construir las viviendas en tiempos de Jesús. Se aprovechaba la bajada de una colina para construir la casa de forma que estuviera recostada en la misma. De este modo una parte de la casa la constituía el muro excavado en la misma colina. Así se entiende mejor cómo pudieron subir hasta el tejado con el enfermo en su camilla y el gesto de descenderlo hasta colocarlo en presencia de Jesús. Marcos describe los acontecimientos con viveza singular y es necesario valorarlo para entender mejor lo que quiere transmitir. A Marcos le gusta, lo que podríamos llamar; la teología narrativa, es decir, expresar y proponer lo que piensa de Jesús y su misión a través de acontecimientos, narraciones y relatos. También los otros evangelistas lo hacen, pero no de la forma tan intensa y cuidada como lo hace Marcos. En el relato mismo, Marcos inyecta la fuerza y vigor de su pensamiento.

Un elemento esencial aparece ahora y que está presente en todas las obras maravillosas de Jesús: la fe. Los relatos de milagros van siempre acompañados de una referencia expresa a la fe de los que lo solicitan. Los milagros de Jesús no son obras de magia (por cierto muy extendida en su tiempo, tanto en el mundo judío como, sobre todo, en el mundo griego). Los milagros de Jesús son un encuentro entre Dios y el hombre por medio de su Enviado. Dios manifiesta su poder a través de Jesús, pero es necesario que el hombre se abra a esta acción de Dios mediante una apertura personal a Él por medio de la fe. La fe es entendida de un modo muy dinámico por los autores del Nuevo Testamento: la apertura del hombre Dios, la adhesión sincera a ese Dios y la seguridad en un Dios que actúa con amor para la salvación. La salvación es así un encuentro personal entre Dios y el hombre en su totalidad personal y no sólo la adhesión de su inteligencia que, por cierto, la incluye y de modo muy especial. La fe es lo que importa ante un milagro, dice Marcos una y otra vez. Los portadores buscaban la curación del paralítico. Pero cual no sería su asombro cuando oyen decir a Jesús: Hijo, tus pecados quedan perdonados. ¿Es la parálisis un fruto y resultado de un pecado anterior cometido por el que la sufre? ¿Sigue estableciendo Jesús una ecuación y relación estrecha de causa a efecto entre el pecado y la enfermedad? ¿Cómo entender esta forma de intervenir Jesús? El narrador quiere que el lector vaya más lejos de la misma curación que, al fin, se va a producir. Es necesario abrir bien la mente y el corazón para alcanzar todo el sentido de la escena. La enfermedad no es fruto de un pecado, ciertamente, pero el pecado es mucho más serio que la enfermedad. La esclavitud moral del hombre es más profunda, amplia y grave que la esclavitud del cuerpo atenazado por la parálisis.

2.) ¡Los letrados y los piadosos fariseos acusan a Jesús de blasfemo!

Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios? Los letrados razonan con su lógica: sólo Dios puede perdonar los pecados; este hombre se atreve a perdonar pecados por propia autoridad; este hombre se ha arrogado un derecho exclusivo de Dios; por tanto, este hombre es un blasfemo. Y ya se sabe el destino, pronto o tarde, de los blasfemos: la muerte por lapidación y consiguiente suspensión del cadáver. El dramatismo de la escena es sobrecogedor gracias al arte narrativo de Marcos que nos hace ver con nuestros propios ojos los detalles de todos: de Jesús, de los letrados, de los transportadores, del paralítico y de los asistentes. La curación corporal es un signo visible de otra curación. La intervención de Dios a través de Jesús en el cuerpo del paralítico tiene como finalidad conducir a los presentes a otra forma más urgente de liberación y curación. Los milagros están al servicio de la salvación y del proyecto de Dios. No son caprichos de Jesús, si se puede hablar así sin faltar al respeto debido al Maestro. Son urgencias que invitan a entrar en otro mundo. Y es ese mundo el que interesa a Jesús: Dios prometió y ahora realiza la liberación total del hombre. Y ésta pasa necesariamente por el perdón de los pecados que son la raíz de todas sus esclavitudes. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios porque nunca habían visto una cosa igual. Esta es precisamente la novedad del Evangelio de Jesús: establecer una relación nueva del hombre con Dios; restablecer el primer proyecto de Dios que era de vida y de comunión roto por el pecado. Jesús ha venido a restañar las graves heridas producidas en el corazón del hombre por su rebeldía contra Dios. La sombra de la cruz sigue planeando en todos los relatos y enseñanzas de Marcos. Y esto no es una blasfemia, esto es la manifestación más realista y convincente, por su plasticidad, del proyecto amoroso del Dios indulgente y abierto a la reconciliación con el hombre.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)