Vie
15
Ago
2025

Homilía La Asunción de la Virgen María

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

Se alegra mi espíritu en Dios

Pautas para la homilía de hoy

Evangelio de hoy en vídeo

Reflexión del Evangelio de hoy

Ella, una mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies y una corona de doces estrellas sobre su cabeza

Esta es la descripción que hace el Apocalipsis de María, la mujer-madre que da a luz al Salvador. Dios se hace hombre en una persona, en un corazón: María, la que llevó en su seno al Hijo eterno de Dios hecho hombre, Jesús nuestro Señor y Salvador. La simbología con la que es descrita María, en esta primera lectura, es de gloria, de triunfo: vestida de sol; la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas. Estos símbolos nos hablan ya de gloria, de triunfo. Por eso María, que está tan íntimamente unida a su Hijo, a quien acogió en la fe y engendró en la carne, comparte plenamente su gloria del cielo. María vive ya en el cielo con todo su ser, alma y cuerpo.

Hoy la Iglesia canta y venera a la Madre de Dios en esa perspectiva de triunfo, al tiempo que recuerda su humildad y generosidad, gozando de la presencia definitiva de su Hijo. En esta celebración honramos a “Aquella que sigue engendrando y dando a Cristo Salvador a la humanidad, como Aquella que en el cielo comparte la plenitud de la gloria y goza de la felicidad misma de Dios y, al mismo tiempo, también nos invita a nosotros a ser, a nuestro modo modesto, «arca» en la que está presente la Palabra de Dios, que es transformada y vivificada por su presencia, lugar de la presencia de Dios, para que los hombres puedan encontrar en los demás la cercanía de Dios y así vivir en comunión con Dios y conocer la realidad del cielo” (Benedicto XVI).

"Por un hombre ha venido la resurrección"

En esta sección de la primera carta a los Corintios, Pablo habla del tema de la resurrección. Es como una respuesta a quienes, en aquella comunidad, no aceptaban tal hecho. La resurrección de Cristo es el principio de una realidad que nos afecta a todos. Pablo concluye que, si esto no es así, la fe la vaciamos de contenido. La vida en plenitud se alcanza, precisamente, en esa resurrección que nos logra Cristo y él, que es “primicia”, se convierte en garantía de nuestra propia resurrección.

Este texto de Pablo encaja bien en la fiesta que celebramos hoy, donde contemplamos a María llevada al cielo en cuerpo y alma, participando así de la resurrección de su Hijo.

"Se alegra mi espíritu en Dios"

El evangelio nos recuerda la salida de María hacia la montaña donde vive Isabel, llevando en su seno al Hijo de Dios. Hay una frase que sobresale en este evangelio: se puso de prisa en camino. Benedicto XVI acentuaba esta expresión y lo explicaba con estas palabras: las cosas de Dios merecen prisa; más aún, las únicas cosas del mundo que merecen prisa son precisamente las de Dios, que tienen la verdadera urgencia para nuestra vida.

Isabel la recibe con ese “primer avemaría” del que todos seguimos valiéndonos para dirigirnos también a María. Hermoso saludo. El Bautista se hace eco saltando en el seno de Isabel. María responde a esos saludos con ese canto que nos acompaña en el rezo de las vísperas: el Magnificat. Podemos imaginar que es lo que Ella nos diría como compendio de su experiencia de Dios y del hombre. Un canto de alabanza a la grandeza de Dios que mira la humildad de esta Hija de Sión y se olvida de los soberbios y los poderosos. Es un antiguo himno donde se aglutinan ideas de los salmos, los profetas y, sobre todo, el cántico de Ana, aquella mujer que lloraba su esterilidad viendo cómo la otra mujer de Elcaná la humillaba por su condición (1 Sam 2,1-10). Un canto a la fidelidad de Dios y alabanza a todos los que en la tierra confían en Dios de generación en generación.

Nosotros, caminantes, con esperanza, hacia la patria definitiva

La fiesta de la Asunción nos habla a nosotros del futuro que nos espera mientras caminamos por esta tierra. Es lo que hemos pedido en la oración colecta: Concédenos, te rogamos que, aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo” Nuestro caminar no es de extraviados que no saben hacia dónde se dirigen. Nos guía la esperanza, en este año jubilar, de encontrarnos un día con María en ese reino de los cielos donde ella vive esperando a sus hijos. No somos personas desnortadas. Somos caminantes, peregrinos que, desde la fidelidad a Dios, tenemos a María como esa estrella que en la noche conduce nuestros pasos.

¡Feliz fiesta de la Asunción!

 

El Dios que canta María en el Magnificat ¿es el Dios que yo vivo? ¿Soy consciente de que voy caminando hacia el encuentro con Dios? ¿Qué representa María en mi vida?


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