Sáb
15
Abr
2017

Homilía Vigilia Pascual

Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)

Este es el día en que actuó el Señor: Sea nuestra alegría y nuestro gozo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Durante el seder, es decir, la cena doméstica con la que se celebra entre el pueblo de Israel la Pesaj, la Pascua Judía, es leída y cantada la haggadah, el relato de la salida de Egipto de los hebreos, liberados por Dios de la esclavitud, para que la memoria se transmita de generación en generación. El ritual hebreo que introduce esa memoria, comienza con las preguntas que el más pequeño de la casa hace al cabeza de familia, siendo la pregunta primera que hace: “¿por qué esta noche es distinta a todas las noches?”.Para nosotros cristianos, que nuestra Pascua es otra, sabemos y sentimos también que esta noche es distinta a todas las noches. En la estela del pueblo judío, referente previo de nuestra fe, esta noche es distinta a todas las noches porque también nosotros hemos sido liberados como Israel de Egipto. La Resurrección de Jesucristo que hoy celebramos, es para nosotros la liberación de la que nace nuestra fe en Jesús de Nazaret, la fuente primera de la que brota nuestra experiencia de vida, nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.

¿Por qué esta noche es distinta a todas las noches?

Porque recordamos de dónde venimos, recordamos quiénes somos como comunidad de creyentes. Nos sabemos parte de una cadena que nace con la misma creación de cuanto existe, y que recorre en la historia, como las lecturas del Antiguo Testamento nos cuentan hoy, una experiencia profunda de relación del ser humano con Dios, el cual va revelándose a sí mismo a través del tiempo, como un Dios de amor, de vida, de cuidado, de ternura, de promesa, un Dios padre del ser humano, que nunca le abandona buscando su plenitud y su bien, y que cuando llegó el momento culminante envió a su propio Hijo, a revelarnos el rostro de Dios y su Buena Nueva para el hombre, rostro que se ve al fin esta noche, que se muestra y se revela de forma definitiva esta noche en la Resurrección de Jesús.

¿Por qué esta noche es distinta a todas las noches?

Porque aquello que tantas generaciones y generaciones desearon ver, la manifestación definitiva de Dios, el cumplimiento de la promesa de Vida de Dios para el hombre, nosotros lo hemos podido experimentar. La Resurrección de Cristo es la palabra definitiva que Dios pronuncia para el ser humano y para la historia. Es el cumplimiento de las promesas que a lo largo de la historia ha ido proponiendo al Ser Humano. Ante tantas experiencias de fracaso, de dolor, de miseria y de error del hombre, siempre anhelante de una plenitud inalcanzable para él mismo, Dios nos regala la definitiva Salvación, la prueba total y final, completa, de que Dios es un Dios de vivos y no de muertos, que su amor vence a la muerte, a cualquier muerte.

¿Por qué esta noche es distinta a todas las noches?

Porque hoy brota la alegría de los labios y del corazón desbordando todas nuestras ruinas y miserias, superando y venciendo todos nuestros miedos de muerte, todas las lágrimas y dolores cotidianos, sabiendo que la muerte, el dolor, el sufrimiento, no tienen la última palabra… que la palabra definitiva está en una risa de Amor, en el abrazo de Dios a Jesucristo por el que lo devuelve a la vida, y una vida plena. Abrazo en el que acoge a toda la humanidad dándole su plenitud. En ese abrazo que devuelve a la vida al que había muerto, está nuestra salvación. Dios sólo nos pide acogerlo, abrirle los brazos, dejarnos hacer, creérnoslo, no dejarnos vencer por el miedo, más bien, abrazar en esperanza la alegría que nos trae la vida. La salvación que esta noche celebramos se muestra en un estado de agradecimiento y de alegría, de risa y de buen humor, que nos hace disfrutar de la certeza de que los problemas, el dolor, el sufrimiento, la catástrofe no tienen la última palabra. Esta noche nos hacemos conscientes con la prueba de la Resurrección, de que el hombre está llamado a vivir en plenitud, a disfrutar del regalo de la existencia, del amor de Dios, del amor de los hombres, a vivir todo eso que es la salvación, a disfrutar de saberse salvado… a acoger hoy el regalo de la Resurrección en medio de risas y de disfrute.

¿Por qué esta noche es distinta a todas las noches?

Porque se nos regala poder celebrar ese misterio profundo de vida que vence a la muerte, ese misterio de amor, ese misterio de liberación y de salvación, ese liberarnos de todo lo que no nos deja crecer, desarrollarnos, humanizarnos. Liberarnos del miedo, de la muerte, del sinsentido. Porque celebramos la salvación de ofrecernos la posibilidad de lograr ser la mejor versión de nosotros mismos, la posibilidad de convertirnos en el sueño que Dios tiene para cada uno de nosotros, la posibilidad de que nuestra vida, se llene realmente de vida. Y lo celebramos en una liturgia cargada de símbolos que abordan también ese vínculo cósmico que el ser humano tiene con la creación, que también es salvada y llevada a su plenitud con la resurrección de Cristo, símbolos de luz y fuego, de palabra y memoria, de agua y bautismo, de pan y de vino.

Esta noche, en fin, es distinta a todas las noches, porque es la noche de la vida, la noche en que las promesas de amor de Dios a la humanidad se cumplen en la historia, porque hoy experimentamos en Jesús el amor que Dios tiene por toda la creación, porque esta noche somos liberados, sanados, plenificados, porque hoy sabemos que la vida, el amor, la esperanza, el bien, la belleza, son capaces de vencer cualquier miedo, dolor, error, fracaso y muerte, porque hoy sabemos que con Dios, todo, siempre, al final, sale bien.