Mié
12
Dic
2012

Evangelio del día

Segunda Semana de Adviento

Yo os aliviaré

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 40, 25-31

«¿Con quién podréis compararme,
quién es semejante a mi?», dice el Santo.
Alzad los ojos a lo alto y mirad:
¿quién creó esto?
Es él, que despliega su ejército al completo
y a cada uno convoca por su nombre.
Ante su grandioso poder, y su robusta fuerza,
ninguno falta a su llamada.
¿Por qué andas diciendo, Jacob,
y por qué murmuras, Israel:
«Al Señor no le importa mi destino,
mi Dios pasa por alto mis derechos»?
¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?
El Señor es un Dios eterno
que ha creado los confines de la tierra.
No se cansa, no se fatiga,
es insondable su inteligencia.
Fortalece a quien está cansado,
acrecienta el vigor del exhausto.
Se cansan los muchachos, se fatigan,
los jóvenes tropiezan y vacilan;
pero los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas,
echan alas como las águilas,
corren y no se fatigan,
caminan y no se cansan.

Salmo de hoy

Salmo 102, 1-2. 3-4. 8 y 10 R/. Bendice, alma mía, al Señor

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestro pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Reflexión del Evangelio de hoy

  •  “¿Mi Dios ignora mi causa?”

A veces, en ciertas circunstancias, hacemos nuestras las palabras de Israel: “Mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa”. Posiblemente todo creyente, en más de “una noche oscura”, hemos sentido, como Jesús en la cruz, que Dios nos ha abandonado. Pero sabemos que aunque nuestro sentimiento sea ese, Dios nunca nos abandona. En el principio, en el medio y al final de nuestro camino Dios está con nosotros. Estamos siempre en sus manos. A través de nuestros padres es Él el que ha dado inicio a nuestra vida. En nuestro trayecto terreno, y es lo que quiere resaltar el Adviento, fue capaz de enviarnos a su propio Hijo que, después de señalarnos el Camino a seguir para tener vida, nos prometió no abandonarnos nunca: “Yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Y al final de nuestro peregrinar terreno, no nos abandona, no deja que caigamos en el abismo de la nada y nos hará resucitar a la plenitud de la vida y de la felicidad. Otra cosa distinta es que nosotros, con la libertad que Él nos ha dado, de vez en cuando, le abandonemos, le demos la espalda, nos adentremos por otros caminos distintos del suyo.

  • “Yo os aliviaré”

Lo sabemos todos, sin acudir a nuestros estudios de primaria o de universidad: la vida es lucha. Lo experimentamos todos: en más de un trance de esa lucha quedamos malheridos, cansados, agobiados, derrotados. En nuestro intento por seguir a Jesús, de ser fieles a su amistad y sus enseñanzas, estos sentimientos negativos, de vez en cuando, se apoderan de nosotros. ¿Cómo curar y reponerse de este cansancio? “Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Jesús no es algo automático, como un analgésico que se toma y a los diez minutos te ha desaparecido el dolor. Es algo más lento y más bonito, porque entraña el proceso lento y bonito de meter hasta el fondo a su Persona en nuestro corazón. Es aceptarle, nombrarle libremente el Dueño y Señor de nuestra vida. Es profundizar y vivir cada día con más intensidad la amistad con Él. Es experimentar, poco a poco, que el camino que nos señala es “más llevadero y ligero” que cualquier otro y que conduce a esa felicidad que todos deseamos. Un proceso bonito, apasionante y lento.