Mar
11
Feb
2014
…. Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

Primera lectura

Lectura del primer libro de los Reyes 8, 22-23. 27-30

En aquellos días, Salomón se puso en pie ante el altar del Señor frente a toda la asamblea de Israel, extendió las manos al cielo y dijo:
«Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú arriba en los cielos ni abajo en la tierra, tú que guardas la alianza y la fidelidad a tus siervos que caminan ante ti de todo corazón.

¿Habitará Dios con los hombres en la tierra? Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos este templo que yo te he erigido!

Inclínate a la plegaria y a la súplica de tu siervo, Señor, Dios mío. Escucha el clamor y la oración que tu siervo entona hoy en tu presencia. Que día y noche tus ojos se hallen abiertos hacia este templo, hacia este lugar del que declaraste: “Allí estará mi Nombre”. Atiende la plegaría que tu servidor entona en este lugar. Escucha la súplica que tu siervo y tu pueblo Israel entonen en este lugar. Escucha tú, desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona».

Salmo de hoy

Salmo 83, 3. 4. 5 y 10. 11 R/. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Fíjate, oh, Dios, escudo nuestro,
mira el rostro de tu Ungido. R/.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-13

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).

Y los fariseos y los escribas le preguntaron:
«¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?».

Él les contestó:
«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos". Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

Y añadió:
«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte”. Pero vosotros decís: “Si uno le dice al padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os transmitís; y hacéis otras muchas cosas semejantes».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “… Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre”.

¿Dónde está realmente la casa de Dios? ¿Dónde vive Dios? ¿Dónde está su morada? ¿Dónde sus atrios y templos? ¿Son sus templos sólo de ladrillo y piedra? ¿Dónde y cuándo sentimos estar en la casa de Dios? ¿Qué significa vivir en la casa de Dios?

Tenerte por compañero y amigo, soñarte, viéndote, cada día, dejarte abierto el corazón, abrir el corazón a los demás, buscarte, quererte y quererse, ser bálsamo para el corazón que sufre, reír con los que ríen y llorar con los que lloran, oído atento y manos dispuestas. Sentirte parte de la vida, sentirte VIVO en la oración, en el trabajo, en la familia, en los niños, en los ancianos… Sí, dichosos los que viven contigo, los que hacen de su vida tu casa y de tu vida, también, su casa.

  • “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”

Duras palabras las de este relato evangélico. Como siempre el evangelio sorprende por su actualidad. A poco que pensemos veremos que no hemos cambiado tanto. La hipocresía, queramos o no, está presente en nuestras vidas. Y en nuestra relación con Dios, también. En mayor o menor medida, pero ahí está. Reconocer que nos cuesta cambiar, que nos aferramos a costumbres y tradiciones…. y que juzgamos a través de ellas… que hablamos mucho de Dios, pero poco con Dios… tal vez si fuéramos capaces de reconocerlo, daríamos un gran paso hacia el AMOR. Un gran paso hacia Dios.