Senderos de santidad en el siglo XVI

La profunda espiritualidad y labor apostólica de los religiosos reformados, clérigos regulares, y jesuitas les convirtió en referencias vivas de santidad.


La profunda espiritualidad y labor apostólica de los religiosos reformados, clérigos regulares, y jesuitas les convirtió en referencias vivas de santidad en el siglo XVI. Destacan San Felipe Neri y las Sociedades de Vida Apostólica, así como el impacto de misioneros y teólogos humanistas en la transformación del mundo y nos revela diversos modelos significativos de santidad y su influencia en la justicia y la paz.

Religiosos reformados, clérigos regulares y jesuitas

Un modelo significativo de santidad del siglo XVI son los religiosos reformados, pues son un claro ejemplo de espiritualidad, austeridad y piedad. Casi todas las Órdenes se reformaron de un modo u otro. Dicha reforma se caracterizó generalmente por una vida ascética de pobreza, ayuno y penitencia.

Asimismo, dada la decadente situación del clero secular en Italia, en el siglo XVI nacieron allí varios Institutos religiosos formados por clérigos que vivían en comunidad y realizaban una encomiable labor apostólica sacerdotal, colaborando así en la evangelización del pueblo fiel.

Se encuadran dentro de los llamados clérigos regulares. Rompen con la vida religiosa clásica de los monjes y los mendicantes: no usan hábito ni viven en conventos o monasterios, y consideran que la condición clerical es esencial dentro de su carisma, no algo añadido a la condición religiosa.

¿Cómo surgieron los teatinos?

En 1524 se fundó la primera Orden de este grupo, llamada precisamente Orden de los Clérigos Regulares, más conocidos como Teatinos. Debido al éxito que tuvo este nuevo modelo religioso regenerando la vida sacerdotal italiana, algunos de sus elementos sirvieron de modelo al Concilio de Trento para reformar al clero de toda la Iglesia.

¿Cómo se convirtieron los Jesuitas en un modelo de santidad?

Por otra parte, la Compañía de Jesús, a la que podemos encuadrar dentro del grupo de Institutos de clérigos regulares, difundió rápidamente su especial carisma entre el pueblo fiel y los muchos alumnos de sus colegios y Universidades. Como ya hemos visto, se trata de un nuevo modelo de santidad servicial y emprendedora que ha servido de referencia a toda la Iglesia.

En el próximo capítulo hablaremos sobre el desarrollo de la vida religiosa femenina en el siglo XVI.

¿Cómo surgen las Sociedades de vida apostólica?

También en esta época surgen las Sociedades de vida apostólica, formadas por laicos y clérigos que, sin hacer votos públicos, forman una comunidad fraterna cuyo fin principal es colaborar en el apostolado de la Iglesia. La primera fue fundada por san Felipe Neri (1515-1595). Veamos unos breves rasgos de su vida.

¿Qué hizo San Felipe Neri?

Con 20 años se estableció en Roma, donde estudió filosofía y teología, pero, dada la decadente situación de esta ciudad, se volcó en realizar obras caritativas. En 1548 fundó con su confesor la Archi­cofradía de Peregrinos y Convale­cientes con la que poder hospedar y asistir a los peregrinos que llegaban a Roma y a los enfermos que no eran atendidos en los hospitales de la ciudad.

A la edad de 36 años se ordenó sacerdote, y desde ese momento su apostolado lo enfocó en los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación, en la dirección espiritual y en crear y organizar en la iglesia donde vivía grupos de oración, teatro y canto con el fin de ayudar al pueblo fiel a conocer mejor a Dios.

Básicamente, era un local multiusos al que llamaban «oratorio». Pues bien, con el paso del tiempo, se le unieron otros sacerdotes y en 1575 la Santa Sede aprobó canónicamente la Sociedad del Oratorio. Tras su muerte, este modelo de vida cristiana se extendió por otras partes del mundo, desarrollando una profusa misión apostólica y surgieron otras Sociedades de vida apostólica.

San Felipe Neri estaba convencido de que todos estamos capacitados para tener una profunda vida espiritual. Le daba más valor a las obras de caridad que a los sacrificios y penitencias. Y exhortaba a sus hermanos a ser acogedores y cariñosos con todas las personas, sobre todo con las más desfavorecidas. También fomentaba la sana alegría, pues sabía por experiencia propia, que ésta purifica a los que la comparten.

¿Qué desafíos enfrentaron los misioneros y teólogos humanistas?

Toda espiritualidad cristiana ha de colaborar en transformar el mundo en el Reino de Dios. No se trata simplemente en que la persona se relacione mejor con Dios, sino, sobre todo, en que ello se traduzca en un bien para los demás, fomentando la justicia y la paz.

Como es obvio, los misioneros del siglo XVI, que en su mayoría eran españoles y portugueses, llevaron consigo la espiritualidad que han asimilado en sus conventos y centros de estudio, la cual es, en buena medida, la que hemos visto a lo largo de este capítulo.

Ésta les permitió superar grandes dificultades para hacer llegar la Palabra de Dios a culturas muy diferentes y, por otra parte, encauzar evangélicamente el comportamiento de los colonizadores. Esto requirió de los misioneros una gran ascesis, no cabe duda, pero también fue necesaria una honda experiencia mística, que les permitió descubrir la huella de Dios en aquellas alejadas tierras.

Así, gracias a su madurez espiritual, los misioneros consiguieron adaptarse a climas, culturas y costumbres muy diversos, aprendieron las lenguas nativas del pueblo fiel y tradujeron a ellas numerosos libros religiosos. También tuvieron sabiduría para discernir las injusticias y el valor necesario para denunciarlas.

Misioneros y teólogos destacados

Hemos hablado anteriormente de san Francisco Javier. Otro buen ejemplo es el misionero dominico Bartolomé de las Casas (ca. 1484-1566). Trabajando en sintonía con el teólogo dominico Francisco de Vitoria (ca. 1483-1546), denunciaron ante las autoridades españolas el precario trato que los colonos dispensaban a los habitantes de los territorios conquistados en América.

Ambos compartían una honda espiritualidad humanista y tras un arduo trabajo, consiguieron que se promulgaran en 1542 las Leyes Nuevas de Indias, gracias a las cuales –al menos teóricamente– aquellos habitantes de América tuvieron los mismos derechos que los colonos y debían recibir de ellos un trato justo y humano.

Pero, por desgracia, estas leyes no se cumplían, por lo que Bartolomé de las Casas y otros misioneros tuvieron que seguir luchando por el respeto de los derechos de aquellas personas. En esta labor destacaron, entre otros, el franciscano fray Toribio de Benavente (1482-1569), el dominico san Luis Beltrán (1526-1581) y el jesuita san Pedro Claver (1580-1654).

¿Qué aporto la Escuela de Salamanca a los derechos humanos?

A Francisco de Vitoria se le sumaron otros teólogos humanistas formando la llamada Escuela de Salamanca, que propició un gran avance en la cuestión de los derechos humanos. Entre estos teólogos cabe destacar a tres frailes ya citados: Melchor Cano, Domingo Báñez y fray Luis de León.

También debemos hacer mención al agustino Alonso de la Veracruz (1507-1584), quien destacó en México como gran intelectual y misionero. En este periodo también hubo grandes teólogos jesuitas con una espiritualidad muy humanista, como Luis de Molina (1535-1600) y Francisco Suárez (1548-1617). Todo esto es un buen ejemplo de cómo la buena espiritualidad conduce a la justicia y la paz.