La Reforma del Carmelo

Santa Teresa y San Juan de la Cruz lideraron la Reforma Carmelitana con un profunda experiencia mística y ambos fundaron la Orden de Carmelitas Descalzos.


Unos años después de la publicación del Índice de libros prohibidos de 1559, santa Teresa de Jesús (1515-1582) y san Juan de la Cruz (1542-1591) escribieron sobre temas espirituales con gran profundidad experiencial, pero también con gran claridad y corrección doctrinal para evitar problemas con la Inquisición. A resultas de lo cual, surgió la más alta mística de la Escuela Española.

¿Cómo Surgió la Reforma Carmelitana en el Siglo XVI?

Esto tuvo lugar en pleno proceso de la reforma carmelitana, que santa Teresa inició en 1562 y a la que pronto se incorporó san Juan de la Cruz. El resultado es la Orden de carmelitas Descalzos, que fue aprobada por el Papa Clemente VIII (1536-1605) en 1593.

Esta corriente mística influyó enormemente en la espiritualidad cristiana de los siglos siguientes, y continúa haciéndolo en la actualidad. También es muy valorada fuera de la Iglesia. Todo ello explica que ambos santos hayan sido nombrados Doctores de la Iglesia.

¿Qué hizo Santa Teresa­ de Jesús?

Ingresó con 20 años en el monasterio carmelitano –o carmelo– de la Asunción, en su ciudad natal: Ávila. Con 39 años tuvo una fuerte experiencia interior ante una imagen de Cristo «muy llagado», que ella narra de este modo:

«Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese de una vez para no ofenderle [...]. Paréceme le dije entonces, que no me havía de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicava. Creo que cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces» (Libro de la vida, 9, 1. 3).

Debido a su maduración espiritual, comenzó a experimentar fenómenos místicos. Afortunadamente varios jesuitas, entre los que se encuentra san Francisco de Borja, la ayudaron a encauzarlos correctamente, llegando a alcanzar el desposorio espiritual con Jesús.

¿Cómo influyó Santa Teresa en la espiritualidad?

Ante la decadencia religiosa que se vivía en el monasterio de la Encarnación, consiguió fundar el primer carmelo reformado –San José, de Ávila– en 1562, tras lo cual fundó otros muchos y a petición de diversos sacerdotes, escribió sus famosas obras.

Para ello contó con buenos maestros espirituales, entre los que destacan el ya citado san Pedro de Alcántara y el dominico fray Domingo Báñez (1528-1604), el cual, además, la ayudó mucho a llevar a cabo la reforma de la Orden del Carmelo. Con 57 años alcanzó el matrimonio espiritual, es decir, la unión con Dios, y diez años después falleció en Alba de Tormes.

Su obra cumbre es Castillo interior o Moradas (1577). También destaca su autobiografía espiritual: el Libro de la vida (1562-1565). Llama la atención el detalle con el que la santa describe su experiencia interior y su ascenso hacia la unión con Dios, pasando de la oración ascética a la mística.

En su espiritualidad hay dos claros interlocutores: su alma y el Jesús humano –y divino– de los evangelios. A santa Teresa le gustaba imaginar pasajes en los que Jesús está necesitado de consuelo o auxilio, sobre todo en la Pasión, pues eso le ayudaba a sentirse íntimamente unida a Él.

¿Que camino espiritual propuso Santa Teresa de Jesús?

Sabemos que Dios nos tiene reservado a cada uno de nosotros un camino espiritual diferente y personalizado. Pero dado el detalle y la claridad con la que santa Teresa describe los pasos que ha experimentado en su ascenso hacia la unión con Dios, dicha descripción ha servido de referencia a muchos cristianos y en ella se han apoyado otros autores espirituales. Veámoslo muy esquemáticamente:

  1. La oración ascética de santa Teresa, que brota de su propio esfuerzo personal, discurre por estas etapas: oración vocal, meditación, oración afectiva y recogimiento adquirido, con lo que consigue introducirse dentro de su corazón, ante la presencia de Dios.
  2. La oración mística de la santa, en la que ella se deja conducir por Dios, sigue estos otros pasos: recogimiento infuso –que afecta al entendimiento–, oración de quietud –que afecta también a la voluntad–, sueño de potencias –en la que se intensifica la quietud–, oración de unión –que afecta a todas las facultades interiores, incluidas la memoria y la imaginación–, desposorio espiritual –por el que conoce y ama a Dios en profundidad– y matrimonio espiritual o unión transformante, que es el culmen del camino espiritual de santa Teresa, y que describe así en sus Séptimas Moradas: «No se puede decir más de que –a cuanto se puede entender– queda el alma, digo el espíritu de esta alma, hecho una cosa con Dios» (7M 2,4) y dice más adelante: «Ansí en el templo de Dios, en esta morada suya, sólo Él y el alma se gozan con grandísimo silencio» (7M 3,11).

Pero nuestro camino hacia Dios tiene su verdadero culmen tras la resurrección. Es tan grande el deseo que tenía la santa de llegar a la unión plena con Dios en el Cielo, que llegó a decir lo siguiente:

«Vivo sin vivir en mí,

y tan alta vida espero,

que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,

después que muero de amor;

porque vivo en el Señor,

que me quiso para sí:

cuando el corazón le di

puso en él este letrero,

que muero porque no muero…».

San Juan de la Cruz

Con 21 años ingresó en la Orden del Carmelo y pocos años después, en 1567, conoció a santa Teresa, la cual le pidió que se sumase a la reforma carmelitana. Al año siguiente fundó el primer carmelo masculino reformado.

Pasado el tiempo, santa Teresa le llamó para que fuese confesor de las monjas carmelitas, ya reformadas, de la Encarnación. En 1577 fue apresado por sus hermanos carmelitas y llevado a Toledo, pero, con ayuda de las gestiones de santa Teresa, se escapó y difundió la Orden del Carmelo reformado por Andalucía. Con 43 años fue nombrado vicario provincial de los carmelitas reformados de Andalucía y después prior en Segovia. Cuando iba a ser enviado a México, cayó enfermo y falleció con 49 años en Úbeda (Jaén).

Entre sus obras, destacan la Subida al Monte Carmelo (1578-1585) y el Cántico espiritual (1584). Es muy interesante cómo describe la maduración espiritual, en la que el alma pasa por dos procesos de purificación o crisis, que él llama noche:

  1. el primero tiene lugar al pasar de principiante a avanzado: es la noche del sentido;
  2. y el segundo y más radical es la noche del espíritu que acontece antes de alcanzar el grado de perfecto.

En ambos procesos de crisis hay una componente activa, es decir, provocada por lo que el creyente hace para madurar, y una componente pasiva, que es mucho más importante pues es provocada por Dios, el único que realmente nos puede hacer llegar a la perfección.

Así explica el propio san Juan de la Cruz la noche pasiva del espíritu y su objetivo final:

«La causa de padecer el alma tanto a este tiempo por él es que, como se va juntando más Dios, siente en sí más el vacío de Dios y gravísimas tinieblas en su alma con fuego espiritual que la seca y purga, para que, purificada, se pueda unir con Dios; porque, en tanto que Dios no deriva en ella algún rayo de luz sobrenatural de sí, esle Dios intolerables tinieblas cuando según el espíritu está cerca della, porque la luz sobrenatural oscurece la natural con su exceso» (Cántico espiritual, 13, 1).

 

«Esta Noche oscura es una influencia de Dios en el alma que la purga de sus ignorancias e imperfecciones habituales, naturales y espirituales, que llaman los contemplativos contemplación infusa, o mística teología, en que de secreto enseña Dios [a] el alma y la instruye en perfección de amor, sin ella hacer nada ni entender cómo» (Noche oscura, Libro 2, 5, 1).

Nadie como él ha sabido narrar lo que sentimos cuando alcanzamos la unión con Dios. Así lo expresa en Llama de amor viva (1584):

«¡Oh llama de amor viva

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!

Pues ya no eres esquiva

acaba ya si quieres,

¡rompe la tela de este dulce encuentro!

¡Oh cauterio suave!

¡Oh regalada llaga!

¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado

que a vida eterna sabe

y toda deuda paga!

Matando, muerte en vida has trocado.

¡Oh lámparas de fuego

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido,

que estaba oscuro y ciego,

con extraños primores

color y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso

recuerdas en mi seno

donde secretamente solo moras,

y en tu aspirar sabroso

de bien y gloria lleno,

cuán delicadamente me enamoras!»