Maestro del Retablo de Covarrubias

  • Maestro del Retablo de Covarrubias, o ¿Círculo de Gil de Siloé?
  • Escultura policromada hacia 1500.
  • Medidas: 160 x 60 cm.
  • Museo del Real monasterio de Santo Domingo, MM. Dominicas, Caleruega.

Figura esbelta y proporcionada, dotada de impronta personal y de recia expresividad. Su composición escultórica tiene el esquema sen­cillo de una columna, con una marcada rigidez. Presenta un acentuado contraste entre la austeridad y dureza inquisitorial de su rostro, con la suavidad de las telas del hábito. Toda su fuerza expresiva se concentra en la faz y las manos. Su rostro representa a un hombre maduro de mirada absorta y penetrante. La mano derecha alzada, sostiene con los dedos recogidos, la cruz patriarcal, desaparecida, que picaba con intensidad los lomos de la loba en llamas bajo sus pies, símbolo de la herejía. La mano izquierda mantiene un libro, atributo de la doctrina sapiencial. Símbolos iconográficos que definen su persona­lidad intelectual: vida interior y contemplativa replegada en si misma y' su proyección hacia los hombres por medio de la pasión de la palabra de Dios. Entre los pliegues de las telas surge la cabeza recia y de sorprendente fuerza expresi­va. Su esquema de dibujo es un óvalo perfecto, donde las partes animadas de su rostro, rictus de la boca y ceño de la sien, dan a la talla el as­pecto de severa seriedad y grave ademán. Su frente ancha y despejada, con ligeros surcos ho­rizontales, aparece enmarcada con la tonsura clerical en pequeños mechones de pelo, orde­nadamente peinados. Sus ojos entreabiertos y rasgados permiten entrever a través de sus párpados, las pupilas.

Su gesto viril queda suavizado al contacto con el tratamiento suave de las telas. Las líneas ho­rizontales de la capucha negra sobre el pecho rompen con la severidad de su fisonomía. Los pliegues de la capa negra cuelgan a ambos lados de los brazos, con plisados modelados y pinzas entrecruzadas con gran realismo, interrumpidos por otros pliegues ahuecados y quebrados en diagonal, que quiebran la caída natural de la te­la. El escapulario blanco desciende en formas entubadas y pinzamientos, que recoge la mano izquierda, juntamente con el libro. Por debajo de éste, asoma una daga colgada de la cintura, para guardar el cuchillo. La túnica blanca lleva idéntico modelado. A sus pies, se acurruca la lo­ba entre llamas, sometida y humillada. La res­tauración le ha devuelto a la escultura su primi­tiva frescura.