Dom
9
Jul
2017

Homilía XIV Domingo del Tiempo Ordinario

Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)

Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Las  tres lecturas de este domingo son  muy significativas pues  hacen referencia  a la acogida del mensaje de Jesús de Nazaret y al  compromiso con su proyecto  que el evangelista Mateo llama  el “Reino de los Cielos”.

Sirva de ejemplo, antes de pasar adelante, la primera  lectura de hoy.  Zacarías,  tres siglos antes del nacimiento de Jesus, invita a Jerusalén a  la alegría y al gozo desbordantes porque llega “un Rey”, un “líder” diríamos hoy, que viene justo  y victorioso, que “romperá  las armas de la  guerra y traerá la paz a los hombres”. Hasta aquí  todo parece muy bonito, pero se da la paradoja  de  que este personaje viene humildemente,  montado en un borrico, en un pollino de asna, y pasa desapercibido. Es un oráculo  que avisa de la presencia  del Señor Jesús que puede pasar desapercibida  porque esperamos algo más deslumbrante…     

Volviendo al evangelio, nos encontramos con una de sus  páginas  más bellas que nos ayuda a entender la persona de Jesús y a la identificación con su proyecto.

La escena es la siguiente, vemos a Jesus  con sus discípulos,  lleva un tiempo recorriendo los caminos de Galilea anunciando la Buena Noticia,  ha hecho algunos  milagros, pero  no todos han entendido su mensaje.   Sin embargo,  Jesús se siente  bien con sus discípulos enseñándoles pacientemente los misterios del Reino.  Como tantas veces  se dirige al Padre, en oración  confiada que comparte con ellos, diciendo:

Te doy gracias Padre, Señor del cielos y de la tierra, porque has  escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se la has revelado a la gente sencilla

Jesús  da gracias al Padre, le llama Señor  de  cielo y de tierra, era la expresión común y respetuosa de entonces, pero al llamarle Padre quiere compartir   su experiencia de Dios, con sus discípulos. Sin su experiencia es imposible comprender la trayectoria humana de Jesús y cuál fue su fuerza para hablar del Reino de los cielos, entendido  como compromiso del Padre con la nueva humanidad. 

Es interesante señalar que Jesús para hablar con el Padre, emplea el término Abbá, que era   la expresión en arameo del lenguaje de los niños de su tierra, Galilea,  cuando se dirigían  a  un    padre lleno de amor y de ternura  hacia ellos. Así se entienden mejor los siguientes párrafos de esta oración de Jesús cuando alaba a la gente sencilla, a los pequeños,  traducen algunos, porque son los que mejor entienden las cosas de su  Padre Dios. Esta idea será más desarrollada después a lo largo del  evangelio.

Al decir a continuación en su oración al Padre, que  ha escondido todo esto a los “sabios y entendidos”,  quiere dejar bien sentado que para encontrar   a ese Dios  “oculto” a nuestra  forma de pensar, es importante    la disposición interna que empieza cuando nos  despojamos de nuestros prejuicios,  sobre todo   de la autosuficiencia del que se cree en posesión de la verdad. Jesús no rechaza la Ciencia, sino que alerta sobre la dificultad que pueden tener aquellos que solo se apoyan  en su saber, porque así no    escuchan  la  Palabra  ni se    abren  afectivamente a ella con sencillez. Ha de escucharse sin prejuicios. Esta actitud  es el   camino  para  llegar a entender unos valores   que no nacen de la especulación intelectual sino del corazón sincero que busca la verdad, y esto se  encuentra  más fácilmente entre  la  “gente sencilla".

Porque así te ha parecido mejor

 Con este comentario final, Jesús quiere subrayar que Dios siempre ha actuado así  en la Historia de la Salvación revelándose a los humildes que se dejan guiar sin poner resistencia, buscando solamente los planes de Dios, fiándose de  su amor paterno.  Esta idea está presente en el Antiguo Testamento y desarrollada después en el Nuevo.  La Iglesia, desde su origen, ha destacado el ejemplo de María y su canto gozoso del  Magníficat viendo en ella un  modelo  a seguir para los creyentes de todos los tiempos  precisamente por su sencillez y humildad al acoger la Palabra  de Dios. . 

Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera  revelar”

En esta “oración” personal de Jesús con el Padre, el evangelista quiere   señalar lo que podríamos llamar  “identidad” de Jesús, él  es el Hijo de Dios, el enviado por el Padre.  En él se cumplen las promesas hecha al pueblo Judío que recogen las Escrituras…  por eso es  el  Mesías, el Señor.

 Todos estos aspectos de la personalidad  de Jesús están muy elaborados  en el evangelio de  Mateo que escribe con mucha precisión, pues no olvidemos que va dirigido a sus hermanos judíos y le interesa   demostrar  esta unidad de Jesús con el Padre, que son la misma cosa, para llegar, después, a desarrollar la universalidad de la Promesa que se cumple ante el rechazo  de su  Enviado.

Teniendo todo esto en cuenta, entenderemos mejor el llamamiento universal,  el modelo de seguimiento, que nos resume maravillosamente el evangelista en el párrafo siguiente:

Venid a mi todos os que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprender de mí que soy manso y humilde de corazón. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera

Estas  palabras de Jesús nos recuerdan  sus primeros pasos por su tierra  de Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad del pueblo. Era lógico que se despertaran  en él sentimientos de compasión. Mateo lo señala  escuetamente, Jesús pasaba  curando toda tipo dolencia y enfermedad. (Mt, 4- 23).

Ahora,  al decir: “Venid  a mí todos los que estáis cansados”, nos  hace una invitación personal que nos alivie. Y nos ofrece un remedio  que pudiera parecer sorprendente y que hay que saber entender. Dicho remedio es precisamente tomar su Yugo, cuando lo que  buscábamos era descargarnos de la nuestra.

Hay muchos que buscan a Jesús pero algunos no tienen en cuenta esta segunda parte del mensaje, el llamado “seguimiento de Jesús” que supone cargar con su yugo. Pues si no fuera así todo acabaría en una espiritualidad sentimental, intimista, en una  atracción pasajera hacia su persona pero  descomprometida,  sin una proyección hacia la Comunidad, hacia  la familia humana. Por eso  el seguimiento tiene que ser  buscar y asumir “el proyecto“ de Jesús, que  en definitiva  es su misma vida, su entrega a los demás.

 Así, se entiende lo que sigue: Aprended de mí que soy manso y humildes de corazón.  Nos está invitando a una difícil  tarea, sin evaluarnos previamente, el secreto es lanzarse a ella confiando solamente en su amor y así la carga resulta llevadera y ligera.