Dom
3
Jul
2011

Homilía XIV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)

Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla.

Introducción

Las lecturas de hoy nos hablan de un proceso, de un camino que como creyentes estamos llamados a recorrer. Es el camino de la fe que dura toda nuestra vida, ya que no termina hasta que pasamos de este mundo, al mundo del Padre.

Es un camino que incluye innumerables altibajos, avances y retrocesos, porque: Dios no se manifiesta de forma científica o evidente; Dios respeta nuestro ritmo; para reconocer a Dios es preciso que nos pongamos en sintonía con Él (y no siempre conseguimos reunir esas condiciones ideales que lo posibilitan).

Pero a pesar de que “no somos ideales”, Dios sigue manifestándose en nosotros y en los que nos rodean.

Y cuando somos capaces de percibir su presencia, experimentamos el mismo “agradecimiento” del pueblo de Israel ante su salvador, la “alegría” de Pablo ante las nuevas posibilidades que le ofrece el mundo espiritual y la “fe” en el Dios escondido, que se vuelve “fortaleza y consuelo” para los débiles, como expresa el Evangelio de hoy.