Dom
9
Jun
2013

Homilía X Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

Comentario bíblico
de Fray Miguel de Burgos Núñez - (1944-2019)



I.a Lectura (1 Reyes 17,17-24): La fuerza de Dios que da vida

No hay mucho que decir de este relato sobre Elías y la viuda de Sarepta de Sidón, ya que se escoge en la liturgia de hoy para acompañar al texto del evangelio, puesto que muchos autores han visto una serie de conexiones o modelos. En realidad es muy distinta la semiótica en que uno y otro se enmarcan. Elías está en territorio pagano, ayuda a una mujer pagana, como lo pone Lucas de manifiesto en el relato de la escena de Nazaret de Jesús (Le 4,14ss). Elías ya había ayudado a la viuda a matar el hambre para que no faltara la harina en la orza. Pero es claro que el relato quiere ir a más: la harina asegura no morir de hambre, pero la muerte siempre está al acecho... y la muerte es peor que el hambre para la mujer que se queda desamparada.

Todos los gestos taumatúrgicos de Elías de dar calor y vida al joven con su cuerpo podrían ser mirados como actos de "reanimación", de choque, como se suele hacer con aquellos que han perdido el conocimiento o han dejado de respirar. Pero el relato no quiere quedarse en lo que solamente serían "primeros auxilios", sino que busca algo más. El profeta pide la ayuda de Dios para que el alma, mejor, el soplo vital (nefesh), vuelva a él. La antropología bíblica no contempla separación de alma y cuerpo en la muerte, sino que falta ese soplo vital que Elías, el profeta de Dios, el anunciador de Dios, quiere trasmitir al joven. Es como si se quisiera enseñar que Elías se desprende de algo tan esencial a su misión profética, de esa fuerza divina que le abrasaba, para trasmitirla al moribundo. Y esa era, sin duda, la fuerza de Dios que es quien da vida a los muertos.

II.a Lectura (Gálatas 1,11-19): Pablo no inventa el evangelio

Pablo, en su carta a los Gálatas defenderá "su evangelio", el evangelio o buena noticia de la gracia, con todo su empeño. El problema se había presentado en la comunidad que había fundado porque amos intrusos querían imponer otro evangelio, el de la ley, del que él había desertado desde su fariseísmo el día que "se encontró" con el Señor Jesús, en una experiencia de "revelación", de misericordia. El venía de ser perseguidor de ese evangelio, o de aquellos que lo anunciaban y de pronto se encuentra con las manos vacías... pero Cristo le hizo ver y experimentar el evangelio de la gracia con todas sus consecuencias. El texto autobiográfico que hoy leemos quiere poner todo esto de manifiesto. El evangelio no le llega por una "enseñanza" de otros. Es verdad que la retórica afirmación de Pablo no excluye que él fuera informado de muchas cosas por los Apóstoles, pero en lo que se refiere a la "esencia" del evangelio de la gracia, de la libertad, a la verdad del mismo, eso le viene por "inspiración", por revelación como le gusta decir. La afirmación es todo lo retórica que queramos, pero incuestionable.

Sea o no, lo que sigue, un relato autobiográfico o más bien una argumentación autobiográfica, lo cierto es que él nos define algunas cosas que confirman su existencia: su vida en el judaísmo estaba fundamentalmente en contra de este evangelio que ahora anuncia con toda el alma; su persecución a la "iglesia", es decir, a los cristianos, tampoco se puede negar y, por lo mismo, su conversión es algo que solamente puede entenderse como una gracia de Dios. Nada tenía a favor, a no ser que Dios mismo cambiara el horizonte de su vida y le descubriera que había nacido para otra cosa que para ser un buen judío o un perfecto fariseo. Estaba llamado a ser apóstol del evangelio de la gracia, como Jeremías, desde el vientre de su madre, había sido llamado a ser profeta. Pablo se expresa en los mismos términos y usa esos simbolismos que muestran el destino o la "llamada" de Dios. Puede que el Pablo que nos habla aquí sea mirado por algunos como muy personalista; sin duda que lo es, pues ni siquiera ha confrontado este evangelio con los otros apóstoles. Pero se trata precisamente de poner los puntos sobre la íes desde el momento en que algunos que han llegado a Galacia le niegan el pan y la sal de ser apóstol y de anunciar la verdad del evangelio. Dirá más adelante: no hay otro evangelio.

Evangelio (Lucas 7,11-17): La muerte llorada, la muerte vencida

El relato de la "resurrección" o mejor, de la "vuelta a esta vida" del hijo de la viuda de Naín tiene una peculiaridades que llaman la atención. Su tono bíblico, sus efectos deben resaltarse por encima de cualquier otra lectura. Es una aldea que sale únicamente aquí en toda la biblia. El entierro del joven y su cortejo no tiene parangón, ya que la madre, viuda por más señas, es la estampa más dramática que podíamos imaginar. No era frecuente que la mujeres formaran parte del cortejo judío... por tanto es importante el encuentro entre Jesús y la madre viuda. Es, además, elocuente que Jesús se compadezca de esta situación y para ello se usa el verbo "conmoverse" (splagchnizomai) que encontramos en el relato del Samaritano (Lc 10,33), siendo también la expresión para el padre de la parábola del hijo pródigo (Lc 15,20). Jesús se acercó y tocó el féretro ¿era necesario? Se ha visto aquí un signo de cómo Jesús no teme quedar impuro por tocar a un muerto (aunque sea el féretro). Pero es su palabra lo que hace que el joven se levante. Y es especialmente significativo cómo el joven "comenzó a hablar" y Jesús se lo entregó a la madre. La semiótica, es decir, los signos y símbolos del relato tienen su fuerza y su sentido. Jesús le entrega a aquella viuda todo lo que ella tenía para vivir, su hijo, que podría ganar el pan de nuevo para los dos.

Desde esta lectura semiótica, podríamos entender que aquí no sea exclusivo el sentido del milagro, del prodigio, o que el título de "profeta" con que se aclama a Jesús al final se entienda solamente como un taumaturgo, al estilo de Apolonio de Tiana y otros "taumaturgos" de la época. Jesús es profeta de la muerte y de la vida. De la muerte porque la afronta con la fuerza de quien está seguro, cree, que debe ser vencida por la vida. Es una manera, una lección de aproximarse a la muerte sin el espanto y el miedo con que muchas veces se afronta. Es verdad que el relato presenta a Jesús en su humanidad; "se conmueve" ante el dolor de una madre, porque la muerte se debe llorar; pero también se debe asumir y se debe resucitar'. Pero en realidad el profeta de Galilea todavía no puede "resucitar" a alguien en el pleno sentido de la palabra. Lo que hace es "devolver a esta madre su hijo, su apoyo... porque no tiene otra cosa". Esto es todo un símbolo de la misma humanidad del reino... pero hubo otros muchos muertos que Jesús no devolvió a la vida y a los que "devolvió", según los relatos de milagros, les esperaba de nuevo la muerte. La aclamación de la gente: "Dios ha visitado a su pueblo" es muy bíblica (cf Le 1,68.78; Hch 15,14; o Ex 32,34; Sal17,3; ls 10,12; Jr 9,24; Zac 10,3) y se usa para hablar' de una acción salvadora y liberadora de Dios. Eso es lo que se quería mostrar especialmente, más que un simple poder taumatúrgico.

Teológicamente hablando, cuando la catequesis nos solicita hablar de la "resurrección", no podernos caer en el equívoco de presentar la resurrección del hijo de la viuda de Naín o la de Lázaro, como si estuviéramos hablando de la resurrección de Jesús y de todos los muertos. No es posible, aunque el término para hablar de cómo el muchacho se "levantó" (egeiró), ponerse en pie, sea el mismo que se usa para hablar de la resurrección de Jesús en las experiencias pascuales (Le 24,6.34). No obstante, debernos tener muy presente que la resurrección de Jesús es mucho más que la mera reanimación de un cadáver (a lo que con frecuencia se la reduce en el imaginario popular y en ciertas teología): existe una disparidad absoluta entre la resurrección de Jesús y la resurrección de Lázaro o la del hijo de la viuda de Naín, aunque tantas veces se hayan identificado agrupándolas bajo la categoría, puramente apologética, de milagro. En realidad, Lázaro o el de Naín, al revivir; retornan hacia el pasado de la vida terrena, hacia la existencia cotidiana, mientras que la resurrección de Jesús significa el avance absoluto hacia el futuro sin retorno, hacia Dios Padre como meta última a la vez que origen primero de su caminar histórico. Se trata, pues, de dinamismos contrapuestos. De Lázaro o del Naín podemos decir que reviven o son "reanimados"; de Jesús hay que decir mucho más: es "consumado" (cf. Jn 19,30), ya que por su muerte y su resurrección alcanza la meta suprema de la plenitud y la consumación total.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)