Jue
8
Ago
2013

Homilía Santo Domingo de Guzmán

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

A tiempo y a destiempo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Predicar la Buena Noticia

La predicación de Domingo es una predicación positiva. Se afana en difundir la verdad del Evangelio, consciente de que es la verdad que da vida, la que descubre todo el bien que Dios hace en favor de la humanidad. En el texto de Isaías se habla del regocijo que produce saber que Dios "vuelve a Sión", a consolar a su pueblo, a rescatar a Jerusalén.

También a Domingo le llamaban "consolador de los frailes", por su capacidad para infundir en ellos la confianza en Dios, para ayudarles a superar sus tribulaciones con la convicción de que, pase lo que pase, estamos en buenas manos. Era más que un consuelo momentáneo, era la revelación de una verdad permanente.

Se ha calificado este proceder, heredado institucionalmente por los seguidores de Domingo, como "compasión intelectual" (misericordia veritatis). Distribuir el pan de la palabra de Dios -la luz de su consoladora verdad- a los hambrientos es una generosa obra de misericordia.

  • A tiempo y a destiempo

La verdad de Dios no es siempre fácil de comunicar. Con frecuencia denuncia los errores, las injusticias o la indolencia de nuestra sociedad. Y suscita resistencias e incluso enemistades en aquellos a quienes interpela. Del desinterés o la indiferencia se pasa a veces a la amenaza o a la hostilidad declarada.

. De ahí la necesidad de que el predicador se mantenga firme, soportando la adversidad por cumplir fielmente con su ministerio ("¡Ay de mí si no predico el Evangelio!", decía san Pablo). Es un imperativo inexcusable para quien ha recibido ese encargo: está en juego el bien de las personas en su peregrinar histórico por este mundo y también su destino definitivo. Hay, pues, que proclamar la verdad de Dios oportuna e importunamente.

. Santo Domingo, cuentan sus biógrafos, a lo largo de su vida de predicador se sentía feliz ante los que rechazaban su servicio al Evangelio, permaneciendo fiel a su misión, sin temer a la muerte, que le haría compartir la suerte de su Salvador. Y practicaba cada día, por amor, una austera penitencia suplicando para los pecadores la misericordia de Dios.

  • Siendo sal de la tierra y luz del mundo

Predicar la verdad y afrontar el riesgo consiguiente, ¿por qué? Por la importancia de ese mensaje para dar plenitud a la vida humana.

Al ser humano no le basta tener vida, su deseo es "tenerla en abundancia". Se trata de ayudarle a saborear a fondo la enjundia de la vida y a mantener hasta el final su vigor. Tal es el cometido de la sal como condimento saludable.

Se trata asimismo de arrojar luz sobre las tinieblas o la penumbra del mundo. De dirigir los proyectos y las decisiones de los hombres hacia un horizonte de madurez humana y de plenitud trascendente. Con un doble objetivo: que resplandezca en nosotros la gloria de Dios y que, a la vez, nosotros seamos capaces de completar nuestra realización.

Eso es lo que pretendía santo Domingo "con la palabra y el ejemplo". Frente a la herejía albigense, pesimista en su concepción del hombre, él inculcaba la verdad gozosa de la Encarnación: Dios quiso formar parte de una creación amada desde siempre y para siempre; asegurando con ello la perduración de todo lo genuinamente humano en su reino de dicha sin fin. ¡Anunciémoslo a todos!

¿Predicar hoy como santo Domingo? Sí. Para saber transmitir un mensaje de esperanza. Para denunciar con firmeza la injusticia. Para descubrir a la gente el sabor de la vida y alumbrarle la senda de su destino definitivo.