Dom
3
Nov
2013

Homilía XXXI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Jesús une necesidades y deja a un lado las diferencias.

Zaqueo, un hombre que tiene de todo: dinero, riquezas, posición social por ser jefe de publicanos, pero pecador ante el pueblo por servir al dinero (explota a los demás) y no a Dios; insatisfecho consigo mismo porque busca a Jesús, de quien ha oído hablar, pero no le conoce; quería encontrarse con Jesús, pero la gente se lo impedía; quiere seguir su corazón y abrir su vida a algo nuevo, pero encuentra muchos obstáculos (vergüenza, crítica de los demás, ser pequeño de estatura, tiene que hacer el ridículo ante los demás, su dignidad, su instalación en una vida sobrada, …)

Esta necesidad de Zaqueo se encuentra con la necesidad de Jesús (cuando él le quiere ver, resulta que Jesús ya le está buscando) que quiere alojarse hoy en su casa, ya mismo. Jesús no se fija en lo malo y podrido de las personas, sino en las posibilidades y belleza interna de los hombres, quizás en medio de un montón de ruinas. Apuesta por lo mejor que hay dentro de nosotros y no le importa el escándalo de los fariseos, ni la trasgresión de la ley y va a comer y alojarse a la casa de Zaqueo. La necesidad de Zaqueo es más que física, pues aunque todos sabemos algo de cansancio, soledad, sed de felicidad, miedo, tristeza,… , siente otras necesidades todavía más vitales. Las necesidades nos unen dejando a un lado las diferencias.

Esta manera de acercarse Jesús no es nueva, sino una constante evangélica (con la samaritana, por ejemplo), una propuesta metodológica pastoral, animando al otro porque tiene algo que dar, haciéndole sentir que puede ofrecer algo nuevo. Esto no tiene nada que ver con el adoctrinamiento, la imposición, la denuncia y la catequización. Sí con la propuesta, la valoración del otro y el diálogo que lleva a descubrirle sus posibilidades.

  • Jesús nos libera de todo lo que nos esconde la vida

Zaqueo está aprisionado y encerrado en su egoísmo, sus riquezas y Jesús le descubre que lo que le impedía vivir es su misma riqueza, pues su complicidad con ellas está destruyendo y defraudando su propia vida y la de otros. Un simple intercambio de miradas basta: la del profeta defensor de los pobres se encuentra con la del rico y desde este momento entra en su vida la verdad, la justicia y la compasión. Zaqueo se acuerda de los que ha defraudado, de los que ha extorsionado, de lo injusto que ha sido y se abre a la compasión.

Hay veces en que no vivimos una vida sana, hemos dejado perder nuestra vida. Jesús, se nos acerca con una mirada compasiva, sin aplicar las leyes ni exigir moralidades, sin agobiar, sin querer conquistar ni arrasar sino ofreciendo, curando, con unas entrañas verdaderamente de misericordia. Poco nos debe importar el haber perdido el prestigio social, lo ganaremos en servicio al evangelio y estaremos en mejores posibilidades de entender y sintonizar con los necesitados y los que sufren. ¿Para qué endurecer nuestras predicaciones y apoyarlas en condenas? ¿No es mejor hacer como Jesús y escuchar a los demás y acompañarles?

  • Para que nos abramos y restituyamos a los hermanos lo que es justo

El compartir es camino de salvación de los ricos, no porque sea una condición que impone Jesús, sino porque es el medio de conversión, el mejor servicio de sus bienes, que en Zaqueo es casi una profesión de fe. La salvación ha llegado a su casa y se da cuenta que el acaparar y amontonar no es el camino de felicidad, sino que el compartir y restituir abre el camino humanizador y fraternal. Cambiar de pensar en el dinero para pensar en el sufrimiento de los demás es importante. Cuando se ha hecho pobre y necesitado, Jesús le hace entrar en la casa de los pobres y entender otro camino para su vida. Zaqueo deja de pensar en sus riquezas para fijarse en los que sufren y hacer su vida más humana y solidaria.

La mirada de Jesús nos convence para que seamos justos y da sentido a nuestras obras. El Papa Francisco habla en una homilía en Santa Marta del “síndrome de Jonás” refiriéndose a aquellos que dan tanta importancia a sus obras, que las creen suficientes para salvarse, sin enterarse que deben ser respuestas al amor misericordioso del que salva, del que libera y humaniza. Los que así actúan confían solo en su justicia personal y buscan una santidad de lavandería, todo impecable, pero sin el celo de acompañar, escuchar, acoger a los heridos. Jesús les llama hipócritas porque no quieren la salvación de la gente pobre, sino que más bien se aprovechan de los pobres para sentirse ellos bien, con lo que creen que son sus buenas obras, su forma de conseguirse la salvación.

Vivir nuestra vida cristiana con sensibilidad ante los demás, como un compromiso por las vidas rotas y perdidas es entender a Jesús, el acompañante de la vida. Es ser profetas en una sociedad injusta. Es superar la pasividad del ser sólo religiosos para poder ser creativos por medio del encuentro con la fuerza salvadora del evangelio. Ante todo es necesario buscar la vida, querer vivir con todos la fraternidad. Vivir la vida cristiana como si fuera una serie de obligaciones que nos exigen un gran esfuerzo para cumplirlas es matar la libertad, la creatividad y la pasión. Jesús no vivió así, sino estimulando la vida sana y coherente.