Dom
29
Ene
2012

Homilía IV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)

¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo.

Introducción

En nuestra sociedad estamos acostumbrados a fijarnos, y sobre todo a admirar, a las personas sanas, vigorosas, jóvenes, guapas y ricas. Sin embargo, pasar de largo y no prestar atención a los millones de personas que sufren porque son débiles, pobres, enfermas, perdedoras o fracasadas es desconocer por completo lo que es la vida humana. La mirada de Jesús de Nazaret se dirigió precisamente a aquellos a los que nadie quería ver: a los que podemos denominar con toda crudeza «existencias humanas deterioradas». No fue casual que quisiera inaugurar el Reino de Dios sanando a un enfermo en la sinagoga de Cafarnaúm. La razón es que el Dios Padre de Jesús no quiere el sufrimiento de los seres humanos –como frecuentemente se piensa y se dice–, sino que envió a su Hijo a remediarlo y a arrancarlo de raíz. El poder de Dios que experimentó Jesús actuando en su ministerio fue un poder para curar, no para destruir. Del mismo modo, el mensaje que había recibido para proclamar fue el mensaje del favor de Dios, no el de la venganza de Dios. Nosotros los cristianos, –a la vez que estamos siendo sanados por nuestros hermanos– somos llamados por el Espíritu de Jesús a ser también sanadores de otros seres humanos que sufren las más diversas dolencias.