Dom
26
Ene
2020

Homilía III Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

La cosa empezó en Galilea. Nazaret, que no estaba en los planes de nadie, salvo en los de Dios, era un lugar aborrecido. Tal vez por eso, José y María pensaron que era el mejor sitio posible para criar a aquel niño que se fue haciendo un mocetón. Nadie sospecharía, salvo los vecinos, que aquel hogar, uno de tantos, era una lámpara en la que brillaba una gran luz… la única luz. Pero como en cualquier proceso de crecimiento humano, era necesario un tiempo de maduración para que esa luz cogiera consistencia y credibilidad, antes de exponerla a la intemperie de los caminos y a las oscuridades humanas. En el hogar de Nazaret no había divisiones y juntos, en familia, aprendieron a tener un mismo pensar y sentir.

Cuando Jesús salió del agua del Jordán, señalado por Juan el Bautista como “el Hijo de Dios”, Jesús tenía plena conciencia de su identidad y de por dónde había de empezar. No fue casualidad el cambio de residencia: Cafarnaúm. Si el Reino de Dios ha de ser anunciado a todos, sin excepción, mejor un cruce de caminos y de culturas, un sitio significativo y que facilite el encuentro con hombres y mujeres que multipliquen el efecto de la misión. No se trata de una misión de contenido ideológico, ni de conveniencias. Se trata del encuentro con Dios allí donde El se muestra tal cual es: Jesucristo. Cafarnaúm era una ciudad de mujeres y hombres acostumbrados al trabajo y al trato con diferentes personas. Allí ser judío, romano, recaudador de impuestos, pescador, prostituta o jefe de la sinagoga se entremezclaba: vidas cruzadas. La de Jesús, Dios-con-nosotros, se entremezcló también. En el ambiente de un mundo plural es difícil conocer los límites y las desesperanzas. Los encuentros interpersonales abren posibilidades de reacción. Pero…. ¿cómo, desde dónde y con quién?

¿Por qué no Andrés, Simón, Santiago, Juan, Mateo… María la de Magdala….? Ellos estaban avezados a echar las redes y a sentirse ninguneados. Pero Jesús sabía que aquellas personas, como todas las que se encuentran al borde del camino de la vida, tenían un fondo de grandeza, una inquietud. Es fácil entender que antes de invitarles a la aventura, los conociera personalmente. ¿O es que la misión evangelizadora es un mero activismo social o estructuralmente calculado? Nada de eso. Jesús sabe que no puede hacer nada solo. Y que su misión predicadora tendrá éxito si logra implicar a otros en ella. Es siempre su estrategia. La invitación de Jesús, siempre personal, por tu nombre, te sitúa no al borde del camino… sino en el camino mismo por el que se ha de andar. La vida cristiana es una llamada a ponerse en camino. Cada uno con su mochila… y atento a la de los otros. Cada uno con el mismo objetivo. Cada uno con la misma invitación. Cada uno con la mirada puesta en el único que da sentido a todo y que ilumina toda andadura, aunque parezca uno más. Cada uno responsabilizándose de los otros.

Lo primero de todo un cambio personal. No mantenerse en el camino equivocado y tomar la decisión de ponerse en la dirección correcta, que es la de Jesús que siempre va delante. De lo mío hacia lo de El para implicarnos en lo suyo, que es la cercanía del Reino de Dios, que se hace vida de todos. Varias palabras que iluminan las opciones: convertíos… ven… sígueme… dejarlo todo inmediatamente… recorrer los caminos… anunciar el Reino… sanar las dolencias del pueblo.

¿Repetimos el error de Corinto?. Ninguno de nosotros, si realmente somos cristianos, lo es sino porque sigue a Jesucristo allá a donde El va. Pero muchos cristianos de ahora mismo, seglares u ordenados, nos enredamos en divisiones por liderazgos decadentes, intereses variados, adaptaciones cómodas y mensajes equivocados... Nos encantan los líos y las cosas raras… en realidad parece que nos guste tirar cada uno por su camino, excusados en los halagos, “trepismos” y débitos interesados. ¡A ver quien se lleva el pato al agua! ¡A ver qué mitra me toca o qué prebenda consigo! ¡A ver quién tiene más gente a su servicio o para su autobombo! ¡A ver quién tiene la ocurrencia más exitosa, la que más vende! ¿El Reino de Dios? ¡Eso es cosa religiosa, confesional, no importa insistir en ello y menos en mi colegio, en mi grupo o en mi familia! ¿Mejor optamos por el “humanismo cristiano”? eso es lo ecológico, así el mundo nos aceptará. Dan igual las dolencias de las personas o el camino en sí… cada uno ya se apañará. Y Dios… que quede relegado a una idea, que se quede en silencio, el mundo lo entenderá.  

Si la Iglesia no se edifica como Carne de Jesucristo y, por tanto, no es Comunidad Cristiana, tampoco tiene nada de qué predicar pues el discurso del mundo el mundo ya se lo sabe. Jesús no llamó a sus discípulos para quedarse solo… aunque se repite una y otra vez que cuando se le abandona, entramos en la oscuridad y no conocemos la paz… porque sólo El es la Luz.

No es Jesús quien tiene que seguir a la Iglesia… sino la Iglesia a Jesús. No es la Iglesia la luz, sólo un candelabro… Jesús es la Luz. Aprendamos la lección del Maestro: conviértete, ven, sígueme y así estará más cerca el Reino de Dios.