Dom
24
May
2020

Homilía VII Domingo de Pascua

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos

Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)



Primera lectura: Hechos 1,1-11

Marco: Este relato lucano es la descripción más detallada y completa del acontecimiento de la Ascensión ya que la sitúa en el tiempo y en el espacio con abundancia de detalles a pesar de su brevedad. La Ascensión del Señor forma parte de kerigma cristiano, pero subrayando sobre todo el resultado final, es decir, la afirmación de que está glorificado y sentado a la derecha del Padre. Pero la realidad de la Ascensión, es decir, la exaltación-coronación plena de Jesús está presente en todos los escritos del Nuevo testamento, comenzando por los primeros que fueron las cartas a los Tesalonicenses. En los primeros pasos se afirmaba el hecho teológico de la vuelta gloriosa de Cristo en las nubes del cielo (esto suponía que había ascendido allí, siempre según la concepción del espacio que tenían los hebreos); en un segundo momento se afirma el hecho de la glorificación definitiva de Jesús; en un tercer paso se afirma que está a la derecha del Padre pero sin detalles escenográficos de cómo ocurrió; en un cuarto paso se entendió la Ascensión como el momento que Jesús, después de haber recibido plenos poderes en el cielo y en la tierra (Mateo), envía a los apóstoles a evangelizar por todo el mundo; finalmente, Lucas ofrece un relato detallado de las circunstancias que rodearon en acontecimiento valiéndose de las imágenes que le proporcionaba la escritura: nubes, cielo, ángeles, etc.

Reflexiones:

1ª) Dio numerosas pruebas de que estaba vivo.

Se les presentó después de su Pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Los cuarenta días significan un tiempo adecuado para conducir a los Apóstoles al pleno convencimiento de que estaba vivo. Esta referencia a los cuarenta días refleja algunos aspectos más importantes: en primer lugar, este número significa madurez acabada; una generación; la edad que ha de tener un rabino para poder ser ordenado como tal y ejercer con plena autoridad propia. Esto significa, en el lenguaje judío utilizado aquí por Lucas, que los Apóstoles han recibido y alcanzado una madurez suficiente para ser los testigos autorizados de Jesús. En segundo lugar, indica un estilo pedagógico. Jesús les ofrece durante ese tiempo todas las pruebas que necesitan para adquirir la plena seguridad de que estaba vivo y de la identidad entre el Crucificado y el Resucitado. Lo necesitaban los que habían de anunciar al mundo el más maravilloso reflejo del poder de Dios en favor de los hombres: la vuelta a la vida para siempre.

2ª) Incomprensión de los Apóstoles y necesidad del Espíritu.

Una vez que comían juntos les recomendó: No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Ellos le rodearon preguntándole: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel? La incomprensión de los Apóstoles, indicada frecuentemente en el relato evangélico, aparece aquí de nuevo. Estimo que hay que tomarla en toda su seriedad y gravedad. Jesús ha muerto y ha resucitado y todavía no se han disipado las antiguas concepciones mesiánicas que llevan en el corazón. Así fue la realidad y hay que asumirla tal como se produjo. ¡Cuán difícil es comprender el plan de Dios y la misión y persona de Jesús! Puede antojársenos casi inaceptable, pero la pregunta de los Apóstoles hay que tomarla en serio: Lucas no hace más que recoger lo que le ha llegado a través de la tradición apostólica. La respuesta de Jesús es que necesitan el Espíritu que les "conduzca hasta la verdad completa" y "les interprete lo que falta por venir".

3ª) Testigos de Jesús animados por el Espíritu.

Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo. El mesianismo nacional queda superado por la misión universal. Su tarea tiene como meta a todo el mundo. Cristo en la Cruz y Resurrección ha roto las fronteras, "haciendo de los dos pueblos (judíos y gentiles) un sólo pueblo nuevo! (Ef 2,13ss). Pero este proyecto y plan de Dios ha de encarnarse en la historia. Y será una conquista lenta, en la que el Espíritu por una lado y las circunstancias históricas por otro, irán madurando en la mente y actuación de los Apóstoles. De todo ello da testimonio este mismo libro de los Hechos de los Apóstoles en la continuación de todo el relato.

4ª) Sentado a la derecha del Padre.

Dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse. Tres aspectos es necesario subrayar: en primer lugar, el estilo literario y el lenguaje utilizado: es un lenguaje claramente apocalíptico en el que las nubes cumplen una tarea de significación teológica, es decir, que el Hijo del hombre (como escribió Daniel) vendrá sobre las nubes del cielo. Las nubes son el escabel del trono de Dios. En la Ascensión de Jesús la imagen de las nubes colocándose debajo de sus pies revela que el que ahora asciende es el Juez Universal, el Hijo del hombre que recibe del Padre todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18-20). En segundo lugar, se presentaron dos hombres vestidos de blanco. En toda descripción apocalíptica, hay una aparición de seres que proceden del otro mundo pero con la misión de transmitir un mensaje, habitualmente de revelación de nuevas verdades y realidades. Es un elemento interpretativo importante. En tercer lugar, en toda descripción apocalíptica se transmite un mensaje: "Ese mismo que ahora asciende, volverá de nuevo" para cerrar la historia y manifestarse plenamente. La Ascensión supone la plena glorificación de Jesús.

Segunda lectura: Efesios 1,17-23.

Marco: Se enmarca en una sección e la que el autor de la Carta reflexiona sobre el misterio de Cristo y de la Iglesia. El fragmento que proclamamos hoy afirma nítidamente la supremacía de Cristo. Obsérvese que no se trata de una exposición teórica sino de una respuesta a un problema acuciante en el momento en que el autor escribe: surgieron tendencias en las propias comunidades en que se afirmaba que otros seres podían competir con la acción salvadora de Cristo. Estas enseñanzas y actitudes terminaron por romper la comunión en las iglesias. Por eso este texto hay que leerlo como un grave y urgente testimonio y respuesta de que sólo Cristo es el centro de la unidad porque sólo él (sin rivales posibles) es el Salvador.

Reflexiones:

1ª) Grandeza de la esperanza a la que somos invitados.

El acontecimiento de la Ascensión supone la rubrica final del cumplimiento del plan de Dios en favor de los hombres. Este acontecimiento corrobora la esperanza cristiana. En el relato lucano de Ascensión leído anteriormente (Hch 1,1ss), los mensajeros celestes invitan a los Apóstoles a no seguir mirando al cielo. Es necesario volver a Jerusalén y emprender el camino y la tarea de la evangelización, es decir, anunciar a los hombres que es posible la esperanza, y cuál la extraordinaria grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo. La Iglesia ha de ponerse en camino, pero sabe que está acompañada por el poder de Dios. La Ascensión es la fiesta por excelencia de la esperanza cristiana.

2ª) Jesús-Cabeza de la Iglesia, sentado a la derecha del Padre.

El autor de la Carta a los Efesios contempla la Ascensión en el resultado final, sin preocuparse de la descripción de cómo sucedió. El resultado final es que Jesús está sentado a la derecha de Dios en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación. Y todo lo puso bajos sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Jesús es declarado por el Padre como Rey de reyes y Señor de los señores. Es una comprensión muy sobria a nivel de narración, pero densa en su teología: la declaración de la primacía exclusiva de Jesús, es la Cabeza. San Agustín nos recuerda que precisamente por tratarse de la plena glorificación de la Cabeza, es también la glorificación anticipada de la Iglesia. Realmente llegará al final, pero ya desde ahora la Iglesia vive en la certeza de seguir los pasos de su Señor y un día también ella, miembros de la cabeza, conseguirá la plena glorificación. El camino de la Iglesia no es solamente un "via crucis", sino principalmente un "via crucis-gloriae". En la historia siente la realidad de la cruz, pero esta no es el destino final. Hoy importa subrayar esta reflexión teológica que, tomando en serio el camino, lo contempla desde el final para alentar la esperanza.

Evangelio: Mateo 28, 16-20.

Marco: Es el final del Evangelio según San Mateo. Un final que supone una conquista admirable del proceso seguido por Mateo y su escuela: la apertura universal del Evangelio es fruto del misterio pascual. En el c.10 Jesús advierte a los Apóstoles que los envía a las ovejas perdidas de Israel (Mt 10,1ss). Ahora los envía a todas las gentes invitándolas a entrar en la salvación. Es sumamente importante tener en cuenta este contexto para la comprensión de este breve pero denso fragmento.

Reflexiones:

1ª) La Ascensión entendida como la última aparición.

Los Once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Es necesario anotar la diversa forma que encontramos en los relatos evangélicos de narrar las apariciones de Jesús. Marcos no narra, propiamente hablando, apariciones de Jesús. Mateo narra apariciones en Jerusalén y en un monte de Galilea. Juan, en Jerusalén y en el lago de Tiberíades. Lucas, exclusivamente en Jerusalén o sus alrededores. Esta diversidad indica por una parte la riqueza del acontecimiento y, por otra, la dificultad de explicarlo. En este fragmento se narra la última aparición de Jesús. No es una descripción pormenorizada del acontecimiento como hace Lucas en Hechos, pero es lo suficientemente explícita para entenderla así.

2ª) La Ascensión como donación a Jesús del pleno poder.

Acercándose a ellos, Jesús les dijo: se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos. se han derribado todos los muros de separación. Jesús, en su humanidad glorificada, recibe los plenos poderes de su Padre. Pero esta afirmación está pendiente de la siguiente. Su poder se manifiesta en la posibilidad de alcanzar a todo el mundo. Su poder se manifiesta en que la evangelización es posible ya para todos. Ya no habrá diferencia de pueblos o de razas o de culturas. No hay en adelante ningún pueblo privilegiado. Todos quedan igualmente convocados a participar de la salvación ofrecida por el Padre en la cruz y la resurrección de Jesús. Este aspecto universalista es necesario subrayarlo con fuerza para comprender la entraña de la Ascensión. Allí donde se proclama el Evangelio se está proclamando, de hecho, el señorío de Jesús, se le está proclamando como único Señor volcado en la salvación de todos. La fiesta de la Ascensión nos invita a contemplar el plan de Dios como universal. Por eso corona la historia de la salvación en su etapa histórica. Abrahán había sido elegido para ser un signo de salvación para todos los pueblos (Gn 12,1ss); ahora el descendiente de Abrahán (Mt 1,1ss), Jesús, envía a sus Testigos-Apóstoles a evangelizar a todas las gentes. Comienzo y final se unen de manera admirable. Es la fiesta de la evangelización por todo el mundo a todos los hombres de todas las razas y culturas o clases sociales.

3ª) La Ascensión como perpetua presencia de Jesús.

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Así termina el relato mateano de la vida y obra de Jesús. No es ningún broche. Nada se cierra. Todo queda abierto al futuro. La Ascensión entendida como la posibilidad de perpetua presencia del Jesús glorioso en la historia "hasta que vuelva de nuevo". Esta interpretación mateana de la Ascensión es escueta en su forma pero densa en su sentido. La perpetua presencia de Jesús (con la del Espíritu que contemplaremos de modo especial el próximo domingo) hace fecunda la tarea evangelizadora de la Iglesia. Y el evangelista cuida meticulosamente de utilizar el verbo estar en presente (estoy) y no en futuro (estaré). Se trata de un presente de prolongación permanente, de continuidad. No hay ruptura: desde este instante y para siempre. Jesús se va, pero no se desentiende de este mundo, como cantaremos en el prefacio de la solemnidad. La Iglesia podrá proclamar en cada celebración eucarística que hace presente, sacramentalmente, todo el misterio de Jesús: !Ven Señor, Jesús". El Apocalipsis escribe al final de su relato: La esposa y el Espíritu dicen: ¡Ven Señor Jesús! ¡Marana tha!

Reflexión final: La Fiesta de la Ascensión es la oportunidad que se ofrece al creyente para alegrarse por su Rey: Se alegra Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey (salmo). La Iglesia celebra el triunfo de su Rey, de su Cabeza, de su Amigo. Y se siente en fiesta. Pero además contempla este misterio como el gran empuje de su misión evangelizadora por el mundo, tan necesitado del Evangelio que es el único que puede dar respuesta a sus graves y acuciantes interrogantes. Y se siente renovada en su esperanza teologal que le invita a dirigir su y sus pasos hacia lo difícil y arduo pero posible porque Dios anda por en medio con su Bondad, Fidelidad y Poder. Y, en el centro, Jesús glorifica-do que sigue en medio de nosotros hasta el fin del mundo.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)