Dom
23
Ago
2020

Homilía XXI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo

Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)



Primera lectura: (Isaías 22, 19-23)

Marco: El contexto general es el de un oráculo contra Jerusalén después de la liberación de la ciudad en el año 701, que puso fin a la campaña de Senaquerib. Isaías, que había anunciado esta liberación, protesta con preocupación contra el regocijo exagerado que ha suscitado y recuerda que el castigo sigue amenazando. La lectura de hoy es el único oráculo que Isaías dirige a una persona particular. La presencia de Eliacín en la liturgia de la palabra de hoy se justifica porque hay un paralelo entre él y la figura de Pedro, así como entre sus respectivas misiones.

Reflexiones

1ª) ¡Dios dispone libremente de sus colaboradores!

Llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré la banda y le daré tus poderes. La Escritura nos informa de este proceder libre de Dios. Quizá el caso más llamativo sea el de Saúl y David (1Sm 9,16). Rechazado Saúl, Dios elige a David: Yahvé se ha buscado un hombre según su corazón, al que ha designado caudillo de su pueblo (1Sm 13,13-14). Dios se reserva siempre la elección de aquellas personas que mejor puedan colaborar en su proyecto de salvación ya determinado y decidido porque sólo así se garantiza la eficacia de su actuación en la historia.

Y este proceder recorre todo el itinerario salvífico que nos transmite la Escritura. La presencia de los signos o símbolos que describen la personalidad y las funciones del elegido para esa tarea o misión tiene su significación: la túnica es característica de los sacerdotes, de los mandatarios cualificados de alto nivel y, más tarde, la característica de los rabinos ordenados y capacitados para ejercer su tarea; la banda que portaban los reyes; y los poderes concretos que se les conceden y que se especifican a continuación. Todo ello indica que se trata de una persona de alto nivel en la corte y del que depende la realización y ejecución de muchos asuntos.

2ª) ¡Confianza de Dios en sus colaboradores!

Colgaré a su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que el cierre nadie lo abrirá... Este gesto, en la mentalidad antigua, era significativo. La entrega de las llaves sólo se hacía al hombre de mayor confianza de una casa, en este caso del rey. Entregar las llaves de palacio es nombrarle algo así como primer ministro. En la Escritura encontramos un caso que podría ilustrar esta figura singular: cuando el faraón encarga y entrega a José los máximos poderes para que dirija los asuntos de su reino.

Abrir y cerrar las puertas de la casa del rey era una función que ejercían los visires egipcios, cuyo equivalente en Israel es el maestro de palacio. Todo es entregado en manos de este personaje sobre cuyos hombros recae la responsabilidad de palacio y de los asuntos que se resuelven en el palacio. Podía ilustrar esta personalidad la historia de Ester con las figuras de Amán y luego Mardoqueo. La expresión «hincarlo como un clavo» indica la estabilidad y permanencia en su nuevo ministerio y tarea. Permanecerá firme contra todos los embates de las corrientes. Su firmeza y su estabilidad redundarán en beneficio del pueblo a cuyo servicio ha sido puesto.


Segunda lectura: (Romanos 11,33-36)

Marco: Seguimos proclamando el capítulo 11 de la carta de San Pablo a los romanos. Con este fragmento que proclamamos hoy termina este bloque tan intenso que abarca los capítulos 9-11. Todo este conjunto culmina en coherencia con todo el desarrollo del pensamiento por una parte y, por otra, con la grandeza del corazón del Pablo manifestada en todo su ministerio.

Reflexiones

1ª) ¡Los pensamientos y proyectos de Dios superan por todas partes a los hombres!

¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría, y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! En medio de sus debates y sufrimientos, Pablo prorrumpe en estas exclamaciones de admiración y adoración. Ante la evidencia de los hechos que parecen contradecir las promesas de Dios, Pablo recurre y se apoya en su profunda convicción de que la historia está dirigida por el propio Dios que es fiel, misericordioso y todopoderoso.

Dios ha dirigido y dirige la historia de su propio pueblo con sabiduría y providencia. ¡Qué sabemos los hombres frente a Dios! Es la exclamación de un hombre maduro en la fe y que ha ahondado en el misterio salvador de Cristo que manifiesta y realiza definitivamente el proyecto salvador de Dios. Parece que el destino de todo un pueblo, no importa si muy numeroso o no, que había sido llamado y destinado para ser signo de salvación y de bendición para todas las naciones, ahora insiste en cerrarse definitivamente. Pero no es así.

Hay una esperanza para ese pueblo como hay una esperanza para la Iglesia y para toda la humanidad en medio de la cual se desarrolló la historia salvífica en el plano de la promesa y que ha acontecido también en el plano del cumplimiento. ¡Dios no ha pedido consejo a los hombres para decidir su proyecto y para realizarlo, aunque sí ha querido contar con su colaboración para llevarlo adelante!. No pidió consejo para decidir la encarnación, pero sí pidió colaboración para realizarla del modo que había pensado. Hoy como siempre Dios sigue dirigiendo los destinos del mundo y de la Iglesia.

2ª) ¡En el punto de arranque, en el camino y en la meta está Dios!

Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Nada precedió a Dios. Todo arranca de Él. Nada ni nadie influyó en Él ni le pudo inspirar este plan. Sólo Él, en la intimidad de su naturaleza una y en comunión y diálogo que escapa a nuestra percepción humana (de no ser que Él mismo quiera revelarlo), ha tomado o, mejor, han tomado esta decisión irrevocable sobre el destino de Israel, tema inmediato de la consideración de Pablo. Él está en medio. Jesús lo encarnó y concretó cuando nos dijo que Él era el camino, la verdad y la vida y que nadie podía ir al Padre sino por Él.

Las expresiones utilizadas por Pablo son consoladoras para la humanidad, garantizan la certeza del destino y la seguridad del camino a seguir para conseguirlo. Sólo una mirada a ese Dios que se revela como misericordioso para todos, que nos ha encerrado a todos en el pecado para tener misericordia de todos, puede garantizar el acceso a la meta final. Y Jesús se hace presente en la comunión como el único que nos asegura y permite tener acceso al Padre. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo, con tantos anhelos de humanización, encontrarán en estas palabras de Pablo un faro luminoso y una energía eficaz para la consecución de los proyectos que albergan en su corazón.

Evangelio: (Mateo 16,13-20)

Marco: El contexto es una serie de relatos que Mateo ha organizado en este conjunto narrativo que precede al discurso comunitario. El tema podría titularse: la Iglesia, primicia del reino de los cielos. El episodio se encuentra también en Marcos y Lucas. Esto quiere decir que Mateo lo ha tomado de Marcos, redactado con anterioridad. En Marcos supone el final y comienzo de un camino presentado de una manera más coherente y clara (3,6; 6,6; 8,27ss). Mateo conserva la confesión de Pedro pero enmarcada en un contexto diferente. En todo caso, este episodio es entendido como central en la vida y ministerio de Jesús por todos los evangelistas. Supone un punto de llegada importante en el reconocimiento de su misión por los discípulos y, a la vez, un punto de partida ascendente en su camino hacia la cruz y la gloria.

Reflexiones

1ª) ¡Jesús pregunta sobre la opinión que la gente tiene de él!

¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?... ¿Quién tiene interés en estas preguntas? ¿Fue Jesús realmente el que planteó estas preguntas a los discípulos? O, dicho de otra manera, ¿tenía Jesús algún interés en saber lo que las gentes opinaban de él? ¿Para qué? ¿Fue acaso la comunidad cristiana la que se encuentra con estas preguntas y respuestas? En todo caso, la figura de Jesús ha suscitado siempre preguntas y muy profundas. El relato evangélico está sembrado oportunamente de estas preguntas sobre Jesús. De tal manera que bien podríamos decir que tanto el evangelio de Marcos como el de Juan penden y se estructuran sobre esta pregunta fundamental ¿Quién es Jesús? ¿Quién es este hombre que dice ser Hijo de Dios? En todo caso es curioso observar que todas las respuestas corresponden a las esperanzas de Israel.

Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro tomó la palabra y dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús quiere saber dónde se encuentran sus discípulos en la comprensión de su persona y de su misión. Es delicado leer una página de los relatos evangélicos que hoy tenemos entre manos porque se entrecruzan tres planos armónicamente expresados en el texto, pero que suscitan no pocas dificultades para su comprensión. Mateo escribe para una comunidad que cree ya en la realidad mesiánica y divina de Jesús. El propio Mateo comparte esta convicción. Pero esto ha supuesto un proceso lento que arranca especialmente de la Pascua y del don del Espíritu. ¿Qué confesó Pedro en el momento en que Jesús le pregunta en Cesarea de Felipe? Una respuesta que desborda sus esperanzas mesiánicas. Israel espera la llegada de un Mesías con determinadas características.

En ese Mesías cree Pedro quien, además, pudo pertenecer a algún movimiento de liberación por medios más o menos violentos. Pedro, de modo solemne, haciendo de portavoz de sus compañeros declara y afirma la realidad mesiánica de Jesús. El Mesías procedía de la dinastía real davídica. El rey en Israel era considerado como hijo adoptivo de Dios de modo singular por ser el encargado de dirigir los destinos de su pueblo. Pero la respuesta de Pedro alcanza más lejos, al menos en el modo como lo expresa Mateo.

Esta realidad que desborda la comprensión judía del Mesías es el reconocimiento de que es realmente el Hijo de Dios de un modo único, singular e irrepetible. Así lo cree Mateo. La respuesta de Pedro que hoy leemos alcanza a la misión y a la naturaleza misma de Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Hoy somos invitados, en medio de nuestras dudas y búsquedas, a dar el salto necesario que, partiendo de la humanidad de Jesús, alcance a su verdadera naturaleza y que fundamenta realmente la esperanza de la humanidad. Es un don gratuito que ha que desarrollarlo con la reflexión, la adoración, la oración y la experiencia.

2ª) ¡La confesión de Pedro es objeto de una bienaventuranza!

¿Dichoso tú, Simón!. Pedro espera un Mesías político-nacional que libere a Israel de las manos de los romanos y en definitiva de todos sus enemigos para siempre erigiendo un trono en Jerusalén y desde él dominar sobre todas las naciones de la tierra. Para ello se esperaba un Mesías invencible militarmente, un conquistador como nunca había aparecido en la tierra. Y Pedro ha vivido esta esperanza en su patria galilea donde los movimientos revolucionaros de liberación emergían de cuando en cuando en aquellos años.

Al reconocer en Jesús otra perspectiva nueva, es señal inequívoca de que en Pedro se ha producido una presencia especial del Espíritu. Y eso es lo que declara Jesús como una bienaventuranza: que el Padre (que es quien da el Espíritu) ha iluminado a Pedro para descubrir en la humildad visible del profeta de Nazaret al enviado especial y definitivo de Dios. Pero esta segunda parte es fruto de la experiencia pascual. Este acto de fe merece una congratulación especial por parte de Jesús.

Pedro, testigo cualificado de la fe pascual, es proclamado dichoso porque supo superar el escándalo de la encarnación en la humillación para elevarse a los planes más altos de Dios en la historia de la salvación. Hoy como ayer es necesario superar los obstáculos y dificultades para alcanzar el verdadero proyecto de Dios sobre los hombres. Es necesario que la Iglesia y cada uno de los creyentes asumamos la confesión de fe de Pedro y la actualicemos constantemente.

3ª) ¡La gran promesa de Jesús a la Iglesia a través de Pedro!

Te daré las llaves del reino de los Cielos... Dos cosas promete Jesús a la Iglesia por medio de Pedro: en primer lugar, sobre la confesión de Pedro se edifica la Iglesia. Pedro ha confesado que Jesús es el verdadero y definitivo enviado del Padre para la salvación del mundo (Mesías) y es el verdadero y real Hijo de Dios. Esta es la roca sobre la que se edifica la Iglesia. Pedro ha sido el portavoz, el que hace de instrumento del Padre. Y esta roca firme –Jesús y la fe en Jesús– es el cimiento de la Iglesia que desecharon los arquitectos. Esta Iglesia permanecerá para siempre. Una Iglesia que comienza su andadura en la tierra y se prolonga eternamente en el cielo en la ciudad celeste habitada por gentes procedentes de todo el mundo (Ap 7,9s).

En segundo lugar, la entrega de las llaves que simbolizaban que Jesús nombra y declara solemnemente que Pedro es el vizir del reino de los Cielos, el plenipotenciario elegido por Jesús. Conviene recordar que más tarde esta misión fundamental es ampliada, según el propio relato mateano, a todo el grupo apostólico (Mt 18,18). Siguiendo el pensamiento rabínico, en el que se utiliza la misma imagen para describir y definir la autoridad universal del sanedrín, quiere decir que la autoridad de Pedro no tiene fronteras.

Los rabinos decían que el sanedrín gozaba del privilegio de atar y desatar en materias jurídicas y religiosas en todo el mundo. Pedro recibe una autoridad que se extiende por todo el mundo y es válida para toda la Iglesia. No es fácil a los hombres y mujeres de nuestro tiempo aceptar la autoridad universal de la Iglesia en las materias que le corresponden.

La credibilidad de la Iglesia que, en los planes de Jesús, es la continuadora de su misión en el mundo, es necesaria. Necesitamos urgentemente todos los discípulos de Jesús en todos los planos y tareas realizar un cambio profundo a fin de que la Iglesia sea un instrumento de salvación y no un obstáculo para la experiencia y vivencia de la fe en Jesús y en el Evangelio.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)