Dom
20
Ene
2013

Homilía II Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

Haced lo que Él os diga

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Los signos de Jesús

Con la fiesta del Bautismo de Jesús, en el Jordán, dábamos fin a las fiestas de Navidad; pero todavía no se han terminado los “signos de Jesús”, o epifanías, que significa “manifestación”, a través de las cuales Jesús, el Hijo de Dios y de María, nacido en Belén, se manifiesta a aquellos extraños personajes “venidos de Oriente”, anunciando a “todo el mundo” que Dios se ha hecho presente en nuestra Historia. En el bautismo, Jesús se hace oficialmente presente a su Pueblo a través de las palabras del Padre: “Este es mi Hijo amado, mi predilecto: escuchadlo”; y hoy escuchamos, en el evangelio de Juan, su primer milagro (epifanía) a instancias de María, con motivo de una fiesta familiar -una boda-, en la que comienza a faltar el vino (la alegría), que dice a los servidores de la fiesta: “haced lo que Él os diga”; que nos recuerdan las palabras del Padre en el bautismo: “escuchadlo”.

  • “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”

María, la Madre de Jesús y nuestra, es la gran mediadora entre Dios y la humanidad: entre Dios, porque ella engendró en su seno a la Palabra Eterna del Padre, “por obra del Espíritu Santo”, al decirle al Ángel: “he aquí las esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”; y nuestra, porque de ella nació el Hijo de Dios hecho Hombre, con nuestra propia carne y sangre, capaz de compartir todo lo humano, menos el pecado, como nos dice San Pablo; y como el mismo Pablo dice, Él es la Cabeza del cuerpo, de la Iglesia y nosotros somos sus miembros; y San Juan exclama lleno de fe y alegría: “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”.

En las bodas de Caná María, la Mediadora, “adelanta”, con su súplica de Madre, el comienzo de las manifestaciones milagrosas o epifanías, de su Hijo, Jesús. El vino (la alegría), se va acabando y peligra la alegría y el festejo de la boda; y María, como buena mujer siempre atenta a las cosas insignificantes aparentemente, pero en realidad importantes, como es la alegría de unos recién casados y sus invitados, solamente insinúa a su Hijo: “Jesús, no tienen vino…” Y Jesús, a instancias de su Madre, para que continúe la alegría de la fiesta, “¡adelante su hora…!

  • “Haced lo que Él os diga”

El alcance de estas palabras de María van más allá del milagro de la conversión del agua en vino, -primer milagro o epifanía de Jesús-; es la experiencia vital de una Mujer que, como primera “discípula de Jesús”, vivió la radicalidad de una entrega plena a la voluntad de Dios. Su “hágase en mí según tu palabra”, fue la entrega plena de su vida a Dios en la persona de su Hijo.

Jesús, en una ocasión, ante el entusiasmo de una mujer que le dice: “bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amantaron”, responde: “bienaventurado el que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica”. Y, como nos dice San Agustín, jamás hubo una criatura que llegara a poner en práctica la voluntad de Dios como María: siempre a la escucha de esa Palabra, entregándose de tal manera que la encarno en su seno, llegando a ser la Madre de la Palabra: Jesús Hijo de Dios e Hijo de María.

Ella, a nosotros hoy, como les dijo a los servidores de la boda, nos dice y nos insiste: “¡Haced lo que Él os diga!”. Pues en hacer la voluntad de Dios está la fuente de nuestra felicidad, nuestra alegría y nuestra grandeza humana y cristiana.