Dom
16
Sep
2012

Homilía XXIV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)

El que quiera venirse conmigo..., que cargue con su cruz y me siga

Introducción

A la hora de preparar nuestra reflexión sobre las riquísimas aportaciones de la Palabra de Dios en este domingo, necesariamente tenemos que mirar a nuestro alrededor y descubrir el enorme sufrimiento de una gran población mundial que si antes situábamos en “el sur” hoy llega ya a las puertas de las casas del “norte”, a las puertas de nuestras casas. De una parecida situación histórica de sufrimiento partieron las comunidades que redactaron, en diferentes épocas históricas, los textos que leemos en este domingo. Textos que invitan no solo a no evadirnos de la realidad sino a comprometernos en su transformación.

“El Señor me abrió el oído y no me eché atrás…” “La fe si no tiene obras por si sola está muerta…” “El que pierda su vida por mi y por el Evangelio la salvará”…. Son testimonios de personas y comunidades “proféticas” de distintas épocas que no dieron su espalda a los problemas de su entorno sino que desde una “no-violencia-activa” se propusieron hacer su aportación para que su pueblo y todo el mundo tuviera acceso a los derechos humanos: pan, salud, vivienda, educación, trabajo… Son testimonios que, amplificados por el de nuestro Maestro –Jesús--, dan sentido a nuestra vida y a la de nuestras comunidades. Entregar nuestra vida a Jesús es entregarla a su proyecto de fraternidad y salvarla dándole un sentido liberador.

Quizá este momento histórico no sea el del miedo, el de la depresión, el de la fuga, sino el tiempo oportuno para desenmascarar a los causantes del sufrimiento de las personas y de todo el planeta y de poner los cimientos de una nueva civilización unidos a todas las personas de buena voluntad.