Dom
16
Oct
2011

Homilía XXIX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)

Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Nos llama poderosamente la atención el episodio del Evangelio de este domingo porque abre nuestra mente y nos lleva a descubrir y profundizar en los caminos de la fe y a comprometernos con los planes salvíficos de Dios. Si nos dejamos “arrebatar” fácilmente podemos caer en alguno de los planos indicados por Jesús: o con el Cesar o con Dios, imperio/política o místicismo. Tampoco valen mediocridades: un poco de uno y otro poco del otro. La historia ha dejado registro de la cantidad de disparates que de una u otra forma se han cometido.

Pienso que lo que ha querido decir Jesús es que el creyente ha de ser capaz de llenar su espíritu de Dios y ser responsable del quehacer en el mundo. Los reclamos del mundo en que vivimos lo que menos necesitan para su solución son enfrentamientos y divisiones; las soluciones creo que van en la línea del mejoramiento de nuestras relaciones, en el ordenamiento del trabajo y de la justicia, en la solidaridad y el respeto… Si en las lecturas de hoy nos fijamos en un Dios como meta, habrá que verlo como creador, inspirador y actualizador de los valores que salvan… para lograr soluciones humanitarias, signos/sacramentos que vayan construyendo el Reino. Los creyentes, como Isaías y Pablo, serán los comprometidos en un servicio clarividente y profético.

 

Forzando un poco la imagen, o mejor dicho, tomándola como signo, podemos resumir: la imagen del Cesar sugiere poder absoluto y estructuras férreas, para el dominio sobre el pueblo. Cuando Jesús dice que “hay que darle al Cesar…”, entiendo que lo dice para desatar el lazo que le han tendido y centrar la cuestión que a él le interesa “darle a Dios lo es de Dios” y que los adversarios sólo entienden a su modo. Y de Dios es también esta humanidad nuestra con todos sus reclamos y exigencias. Todo el que crea en Dios será el mejor aliado de la humanidad; y sentirá su fe y la expresará cuando provoque el diálogo franco, respetuoso y abierto con todos los que le rodeen, cuando aporte soluciones prácticas para resolver problemas políticos, económicos, sociales, culturales, educativos, éticos y morales… Hasta convertir “este valle de lágrimas” en Reino de los cielos. La meta es a corto y a largo plazo, con los que están cerca y con los que están lejos; la cuestión es, desde la fe, ser agentes del Amor de Dios, que, como dijo el evangelista San Juan, no podemos decir que creemos en él si no amamos a los hermanos.

Me he detenido en el texto evangélico, pero todas las lecturas nos invitan a una única celebración: en misterio del Cristo Redentor, signo/sacramento del amor del Padre que ha incidido en la historia de humanidad de la manera más respetuosa invitando, iluminando, consagrando/ungiendo, al que abre su corazón… como los profetas y los apóstoles… Pequeñas comunidades lo han vivido con gozo y han sido testigos.

Termino con la referencia que Jesús hace a lo que en realidad entorpece nuestra mente y empobrece nuestras obras ¡la hipocresía!. Invitación constante a la conversión.