Dom
13
Nov
2016

Homilía XXXIII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Discurso apocalíptico

El género apocalíptico es patente en los textos bíblicos. Incluso en los evangelios queda plasmado. Si bien es cierto que apocalipsis significa revelación, se trata de un desvelar los sucesos que en un futuro acontecerán, futuro que tiene que ver con el final de los tiempos. La fundamentación de este género literario se basa tanto en la realidad conocida como en la noción de la finitud de lo que existe. Es decir, se proyectan las realidades que hacen daño al ser humano y ponen en peligro su existencia, y la del mundo, potenciándolas hacia el futuro. Por esta razón, la cuestión sobre cuándo sucederá y cuál señal anunciará la destrucción del Templo de Jerusalén es respondida con el anuncio de guerras, terremotos, epidemias y hambre. Sin embargo, el texto evangélico en cuestión no es utilizado como medio para atemorizar o aterrar a los que lo leen o escuchan, como ninguna apocalíptica bíblica, debido a que ante el anuncio del fin siempre sobresale en Las Escrituras el tema de las promesas de Dios.

  • Discurso escatológico

Ante la apocalíptica bíblica descuella el anuncio del plan salvífico de Dios. Inevitablemente lo finito tendrá un final, no obstante, Dios propone al ser humano su plan. Por lo cual, Jesús dirige a sus discípulos unas palabras sobre el desenlace final de la vida de los que han decido seguirle. Sean cuales fuere las situaciones adversas, tanto las propias de la inmanencia del mundo como las que vienen anejas al seguimiento de Jesucristo, todas son ocasión para dar testimonio. Vivir la vida acogiendo su causa conllevará también acoger su destino. Por esto, si bien habrá persecuciones, cárcel, traiciones y muerte, la promesa de la salvación es más real. Esta promesa despierta la confianza de los discípulos, incluso ante la posibilidad de desastres naturales o la probabilidad de sufrimientos por la causa del Reino. Jesús promete que “con nuestra perseverancia salvaremos nuestras almas”.

  • ¿Cómo “esperar” el fin?

Si actuamos confiados en la promesa de Dios, que ante la inminencia de un fin terrenal existe un futuro salvífico, tanto la paz como la tranquilidad han de embargar nuestro interior. También el profeta Malaquías en la primera lectura habla de este final: “pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”. Pero, cuidado con confundir tranquilidad con no hacer nada, denuncia que expresa la segunda lectura, debido a que, en la comunidad de Tesalónica, ante la inminencia del fin su decisión fue la de “sentarse a esperar”. La espera confiada en las promesas de Dios no excluye el compromiso cristiano, todo lo contrario, lo potencia. Es la seguridad que tenemos no sólo en el final prometido sino en el camino propuesto: el seguimiento del Señor. Que todo sea ocasión para dar testimonio de nuestra opción acogiendo la causa del Señor.