Dom
11
Ago
2013

Homilía XIX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén.

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Hoy el evangelio pide dos cosas: vigilancia y desprendimiento. Es continuación de lo que se nos leía el domingo pasado en el evangelio: “no atesoréis bienes terrenales… vuestro corazón se encadenaría a ellos”

Jesús lo pide todo esto dulcemente, y aunque lo hace con insistencia, también da tranquilidad. Hoy no utiliza anatemas que reserva para otro tipo de personas: los ricos y los hipócritas:

-¡Ay de vosotros los ricos! Porque ya recibisteis vuestro consuelo.
-¡Ay de vosotros, los que estáis hartos! Porque tendréis hambre.
-¡Ay de vosotros los que reís ahora! Porque lloraréis.

Pero Jesús distingue bien y no se mete con los ricos por ser ricos, sino por el hecho de vivir, cordial y afectivamente, apegados a las riquezas, haciendo del dinero un absoluto.

En teoría sabemos que es más importante Dios y las cosas de Dios que el dinero, pero no sé qué pasa que, en cuanto nos descuidamos, en cuanto no vigilamos… el dinero se acaba convirtiendo en lo importante… No tenemos más que mirar a nuestro alrededor: instituciones, personas y personajes… Hasta el joven rico se quedó triste, porque tenía muchos bienes, nos dice el evangelio… Y los cristianos mediocres entendemos esto de maravilla.

Y además de pedirnos que seamos desprendidos, nos pide “estar en vela”, porque hay que tener cuidado de todo y con todo. Dios nos quiere alerta y en situación de éxodo, de marcha, convencidos de que no somos dueños de nuestra vida, sino administradores… “al que mucho se le dio mucho se le pedirá… “

Quizás el problema real está en discernir cuál es el mayor bien para nosotros y qué medios hemos de poner para conseguirlo. Y por eso Jesús pregunta ¿dónde está tu tesoro…?

¿Qué tesoro tienes tú y qué puedes compartir con los demás? Esa es la fuerza transformadora del amor, que nos transforma a nosotros y transforma nuestra relación con los demás. Es la afirmación, con otras palabras, de que el amor permanece para siempre, que diría el apóstol Pablo.

Y la carta a los Hebreos recuerda “la fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de los que no se ve…” Y cuántas cosas se nos recuerda que suceden por esa fe.

Quien ha descubierto este tesoro del amor desprendido y lo comparte pone en él todo su corazón y se mantiene vigilante. Es la mirada atenta y continua de la fe y del amor que adivinan el paso y la llamada del Señor para servirle en los hermanos.

La vigilancia a la que nos invita hoy el Señor ayuda a superar los miedos que solapadamente nos inspira el egoísmo y es garantía de que el Reino de Dios está llegando a nosotros, de que es verdadero nuestro amor a Dios y a los hermanos. Una de las cosas que más anulan el ánimo y disminuyen la vigilancia es el apego a las riquezas, “porque allí estará el corazón”.

Quienes se encontraban solos y marginados en el mundo, entonces y ahora, tienen que depositar su fe y confianza en aquel que había comprometido su palabra de no abandonar a quienes había dejado todo por seguirle a él. “No temas pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”.

Nosotros ¿confiamos en él? ¿Hemos puesto en él nuestro tesoro?