Dom
10
Mar
2013

Homilía IV Domingo de Cuaresma

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo

Introducción

No sólo el ayuno se encuentra entre las llamadas prácticas cuaresmales, sino que también –creo yo– la religiosidad popular le ha conferido una cierta preeminencia sobre las otras dos, la oración y la limosna. Puede que a eso se deba que este tiempo de cuaresma haya estado tradicionalmente teñido de tristeza, en contradistinción, además, respecto de la Pascua y de la Navidad, a las que solemos atribuir una especie de duopolio jubilar.

La alegría, sin embargo, atraviesa el cristianismo, que es acogida de una buena noticia comunicada por Jesús y que, en última instancia, es Jesús mismo; no puede faltar, por lo mismo, en la vivencia cuaresmal. De hecho, estos cuarenta días representan para todos nosotros el gozoso tiempo de la reconciliación con Dios mediante la conversión al evangelio de Jesús; gozoso porque procura la alegría de sabernos hijos de un Padre que es misericordia y que nos llama a ser como Él.
“Éste es el día del Señor, éste es el tiempo de la misericordia [...] ¡Exulten mis entrañas! ¡Alégrese mi pueblo!”, proclama la Iglesia en su Liturgia de las Horas. Nos viene al pelo la parábola del hijo pródigo, que termina en fiesta.