Mar
7
May
2019

Evangelio del día

Tercera Semana de Pascua

Señor, danos siempre de este pan

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 7, 51 — 8, 1a

En aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas:
«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado».

Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».

Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu».

Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo:
«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».

Y, con estas palabras, murió.

Saulo aprobaba su ejecución.

Salmo de hoy

Salmo 30. 3cd-4. 6 y 7b y 8a. 17 y 21ab R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Yo confío en el Señor.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 30-35

En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».

Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».

Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».

Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

Reflexión del Evangelio de hoy

Yo soy el pan de vida

Uno de los siete diáconos helenistas, llamado Esteban, pronuncia un discurso al judaísmo de la diáspora y lo confunde. Eso le lleva a la muerte, y se abre una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Se abre, pues, la ruptura entre cristianos y judíos. El cristianismo se irá separando cada vez más de su origen judío.

La historia del pueblo judío se ha caracterizado siempre por la oposición a los guías designados por Dios, así como por la idolatría de Israel en el desierto. Rechazó a su Dios y adoró de todo corazón a los ídolos.

Esteban pasa ahora a atacar directamente a los jefes de Israel, su renuncia a cumplir su verdadera vocación.

El discurso de Esteban comienza con el estilo de la retórica griega, pero se convierte en un tejido de textos del AT, cuyo agente principal es el Dios de la gloria; él lo verá cuando sea lapidado.

Invocará el nombre del Señor; y Lucas subraya la semejanza entre Esteban, en el momento de morir, y Jesús en su pasión.

La muerte de Esteban sirve para adelantar el relato de la difusión de la Palabra desde Jerusalén hasta los confines de la tierra.

El Salmo recoge la confianza sólida del orante y lo expresa con imágenes inequívocas: su vida, su espíritu, los deposita en sus manos porque es un Dios leal que, como siempre, hace brillar su rostro sobre los que confían en Él.

Su misericordia es lugar y asilo seguro frente a todas las conjuras humanas.

Tener fe es más bien una obra

El día anterior la gente había presenciado un milagro; Jesús multiplica los cinco panes de cebada y los dos peces. Con tal sobreabundancia que, después de saciados, recogieron sobras llenando doce canastos.

Y desconcierta un poco que hoy —al día siguiente de la multiplicación de los panes— le digan ¿qué signos haces para que veamos y  creamos en ti? ¿Qué obra realizas?

El maná era considerado el mayor milagro de cuantos realizó Moisés. Y ellos alegan a la Escritura: Pan del cielo les dio a comer. La cita de Juan no es traducción exacta de ningún pasaje del Antiguo Testamento, ni de Éxodo 16, 4, ni Éxodo 16,15, ni Salmo 78, 24, ni Sabiduría 16, 20.

Jesús les dice: No interpretéis él como referido a Moisés, ni leáis el pasado dio; en vez de esto, interpretad él como referido al Padre, y leed da.

Con la corrección de los tiempos Jesús indica que el Antiguo Testamento se cumple en su obra. El maná que dio Moisés no es el verdadero pan del cielo, sino la doctrina de Jesús.

El discurso del pan de vida se refiere a la revelación de Jesús, la fe es la respuesta esencial a esa revelación de Jesús. Jesús lleva a la multitud hacia un conocimiento más profundo que el nivel superficial y material del alimento.

Pero la respuesta se formula en términos de obras que se pueden realizar. Jesús, por su parte, insiste en la fe.

Conseguir la vida eterna no es cuestión de obras, como si la fe no importara nada; pero tampoco es cuestión de fe sin obras.

Tener fe es más bien una obra. Es ciertamente la más importante de todas las obras de Dios. No es una obra que realiza el hombre únicamente, sino más bien la sumisión a la obra de Dios realizada en Jesús. La mención de la fe hace que la multitud adopte una postura poco amistosa y que ponga en tela de juicio las pretensiones de Jesús.

Jesús asegura a la multitud que sus esperanzas mesiánicas ya se han cumplido. Que el verdadero pan del cielo es su enseñanza, pero la gente no llega a entender en absoluto el simbolismo y se queda en una idea completamente material del pan.

Jesús, partiendo de esta interpretación equivocada, inicia el gran discurso del pan de vida que leeremos en días sucesivos.