Mar
3
Ene
2017

Evangelio del día

Este es el Cordero de Dios

Primera lectura

Lectura de la primera carta de Juan 2, 29 – 3, 6

Queridos hermanos:
Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él.
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifiesta, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.
Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley.
Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado.
Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no lo ha visto ni conocido.

Salmo de hoy

Salmo 97, 1bcde. 3cd-4. 5-6 R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad. R/.

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dijo: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

Reflexión del Evangelio de hoy

“Ahora somos hijos de Dios”

Una de las enseñanzas principales de San Juan, tanto en el evangelio como en sus epístolas, es la verdad de nuestra filiación divina. “A los que le recibieron les dio el poder de venir a ser hijos de Dios”. “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, ¡pues lo somos!”. La vida de un seguidor de Jesús no consiste más que en ser consecuentes con su filiación, vivir como lo que es, un hijo de Dios… de aquí brotan nuestros actos buenos, nuestros actos de hijos, nuestros actos de hermanos, los que le agradan a nuestro Padre y nos llenan el corazón de gozo.

San Juan tiene dos expresiones que a nosotros, que somos hijos de Dios pero que pecamos, nos sorprenden: “Todo el que permanece en él, no peca. Todo el que peca, no le ha visto ni conocido”. Nos gustaría no pecar… pero pecamos. Nos pasa que de vez en cuando nos alejamos de Dios, no permanecemos en él, no nos portamos como hijos de Dios, sino como hijo del mal. Tenemos que pedir a Cristo Jesús, el que se ha llegado hasta nosotros, el que nos ama, el que nos ha hecho hijos de Dios, que siempre nos portemos como hijos de Dios y no le demos la espalda.  

“He dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”

En la misma línea del evangelista Juan, Juan el Bautista nos presenta a Jesús, al Cordero de Dios como “el que quita el pecado del mundo”. Si nos hace hijos de Dios, como acabamos de indicar, los hijos de Dios no pecan. 

Aunque todo parece indicar que tanto a Juan Bautista como a sus discípulos les costó llegar a que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios. Pero por revelación especial de Dios, a través de los signos que nos indica este evangelio, Juan descubre que Jesús es el Hijo de Dios y da testimonio de ello. Por eso en otra ocasión le oímos decir: “Conviene que él crezca y yo mengüe”.

A nosotros, cristianos ya de 2017, salvando las distancias y las circunstancias personales, nos toca la misma misión que la de Juan: dar testimonio de Jesús y presentarle como el Hijo de Dios, el que viene a ayudarnos y salvarnos como solo él sabe hacerlo. No cabe duda que lo podemos hacer con palabras, dando a conocer a través de ellas a Jesús y todo lo que sabemos de él. Pero, sobre todo, tenemos que dar testimonio con nuestra vida. Que los que nos rodean vean que detrás de todo lo que pensamos, hacemos, vivimos… está Cristo Jesús. Nuestra vida no se explica sin él. Si nos quitan a Cristo nos quitan la vida.