Jue
3
Ene
2019

Evangelio del día

Seremos semejantes a Él

Primera lectura

Lectura de la primera carta de Juan 2, 29 – 3, 6

Queridos hermanos:
Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él.
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifiesta, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.
Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley.
Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado.
Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no lo ha visto ni conocido.

Salmo de hoy

Salmo 97, 1bcde. 3cd-4. 5-6 R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad. R/.

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dijo: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

Reflexión del Evangelio de hoy

Con la lectura de la primera carta de San Juan, después del prólogo, se especifican tres desarrollos. El primero tiene como principio la proclamación de Dios como luz del mundo. El segundo desarrollo tiene como principio la proclamación de que Dios es justo y Padre que nos ama como hijos. El tercer desarrollo tiene como principio la proclamación de Dios es amor.

Respecto a la lectura de hoy, el texto se encuadra en el primer desarrollo que tiene como principio la proclamación de Dios como luz. De ahí se deriva la necesidad de vivir en la luz, lo que trae como consecuencia romper con el pecado que, en contraste con la filiación divina, el pecado es filiación diabólica; amar al hermano y guardarse de los anticristos y del mundo son también consecuencias de vivir en la luz.

Unirse a Dios implica romper con el pecado. El pecado es lo que nos aparta de lo recto y justo, lo que nos aparta de Dios. Los sentimientos de odio, de venganza, de vanagloria y desprecio de los demás. El pecado es la ausencia del amor, preferir las tinieblas a la luz de la vida. Optar por la muerte en lugar de la vida.

Unirse a quien se encarnó como luz del mundo, a Jesucristo, implica una nueva identidad, la de ser hijos de Dios. Seremos semejantes a él, y todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. Él se manifestó, se dio a conocer para quitar los pecados del mundo.

En muchos hogares aún resuenan villancicos sobre un niño nacido en Belén, sobre todo en los hogares cristianos. Se han escrito o expresado los buenos propósitos para un cambio de vida y un mejorar los días pasados. Muchos se han puesto metas a conseguir y otros muchos objetivos inalcanzables. Pero detrás de todo esto, ¿quién está?

Si lo dejamos todo a nuestra sola fuerza, estamos cayendo en la arrogancia de creer que en todo me valgo, y que no necesito de nadie. Es bueno, valerse por sí mismo. No depender. Lo que no es bueno es la autosuficiencia que me conduce a la arrogancia. Lo importante es ser consciente de la insatisfacción que produce el que uno no quiere seguir igual que siempre.

Son buenos los proyectos, pero con una buena dosis de realismo. Medir las fuerzas y los posibles campos de realización es una buena clave. Y sobre todo, contar con la ayuda de Dios para realizar los cambios que me proponga.

Las expectativas que tenemos sobre las personas, o sobre nosotros mismos dependerá del realismo que pongamos. No hay que ponerlas muy elevadas que resulten inalcanzables. Aunque para Dios nada hay imposible, para nosotros es preciso contar con nuestras limitaciones. Pero eso, no es motivo para dejar de soñar.

En el Adviento, se nos ha insistido en preparadle un camino al Señor. Pues bien, el Señor ya está aquí. La actitud de vigilancia ya ha terminado, ahora se requiere la actitud de semejanza. La de ser hijo con el Hijo. La de ser luz para el mundo. Y proclamar como Juan el Bautista: “Éste es el Hijo de Dios”.

Hoy quiero unirme en una oración de Acción de Gracias, porque hoy celebro el veintiún aniversario de mi ordenación sacerdotal. También tengo propósitos para este año que ha comenzado. Sobre todo, el de mantenerme en la esperanza que me proporciona la fe en Jesucristo, y tener fuerzas para serle fiel a Dios. Y seguir orando como en la oración secreta que hay para el sacerdote en la Eucaristía, después del Cordero de Dios: “…y jamás permitas que me separe de ti”