
Jun
Evangelio del día
“ No todo el que me dice ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre ”
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 16, 1-12. 15-16
Saray, la mujer de Abrán, no le daba hijos; pero tenía una sierva egipcia llamada Agar.
Saray dijo a Abrán:
«El Señor no me concede hijos; llégate pues a mi esclava a ver si tengo hijos por medio de ella».
Abrán aceptó la propuesta de Saray.
Así a los diez años de habitar Abran en Canaán, Saray, la mujer de Abrán, tomó a Agar, la esclava egipcia, y se la dio a Abrán, su marido, como esposa. Él se llegó a Agar, y ella concibió. Al verse encinta, le perdió el respeto a su señora.
Entonces Saray dijo a Abrán:
«Tú eres responsable de esta injusticia; yo he puesto en tus brazos a mi esclava, y ella, al verse encinta, me desprecia. El Señor juzgue entre nosotros dos».
Abrán dijo a Saray:
«En tu poder está tu esclava, trátala como te parezca».
Saray la maltrató, y ella se escapó.
El ángel del Señor la encontró junto a la fuente en el desierto, la fuente del camino de Sur, y le dijo:
«Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y adónde vas?».
Ella respondió:
«Vengo huyendo de mi señora».
El ángel del Señor le dijo:
«Vuelve a tu señora y sométete a su poder».
Y el ángel del Señor añadió:
«Haré tan numerosa tu descendencia que no se podrá contar».
Y el ángel del Señor concluyó:
«Mira, estás encinta y darás a luz un hijo y lo llamarás Ismael, porque el Señor ha escuchado tu aflicción. Será un potro salvaje: su mano irá contra todos y la de todos contra él; acampará separado de sus hermanos».
Agar dio un hijo a Abrán, y Abrán llamó Ismael al hijo que le había dado Agar. Abrán tenía ochenta y seis años cuando Agar le engendró a Ismael.
Salmo de hoy
Salmo 105,1-2.3-4a.4b-5 R/. Dad gracias al Señor porque es bueno
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
¿Quién podrá contar las hazañas de Dios,
pregonar toda su alabanza? R/.
Dichosos los que respetan el derecho
y practican siempre la justicia.
Acuérdate de mí
por amor a tu pueblo. R/.
Visítame con tu salvación:
para que vea la dicha de tus escogidos,
y me alegre con la alegría de tu pueblo,
y me gloríe con tu heredad. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,21-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Aquel día muchos dirán:
"Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?".
Entonces yo les declararé:
"Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad".
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como sus escribas.
Reflexión del Evangelio de hoy
El Génesis nos presenta hoy a Abrán, Saray y Agar. El bueno y pacífico patriarca se ve incapaz de que las dos mujeres se entiendan y puedan convivir en paz. Entrega a la esclava en manos de la señora y, aquélla, sintiéndose maltratada, huye. Junto a la fuente del desierto, la fuente del camino del sur, Dios por medio del ángel, le dijo que regresara al hogar y que confiara, ya que su oración había sido escuchada, y los planes de Dios se cumplirían en su hijo Ismael.
El Evangelio es hoy una llamada a la autenticidad, fustigando Jesús con un “No os conozco” a cuantos aparentan, pero no son; a cuantos dicen, pero no hacen; a cuantos sólo oyen, pero como no escuchan con el corazón, no ponen en práctica lo que han oído.
Coherencia o incoherencia. Escuchar sólo o poner en práctica
“Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos” (Sant 1,22), nos pedía Santiago en su Carta, interpretando “el que escucha mis palabras y no las pone en práctica” de Jesús.
Las palabras de Jesús no son equívocas. Está bien orar y llamarle “Señor”, pero, si todo queda en la llamada y no hacemos la voluntad del Padre, no entraremos en el Reino de los Cielos. No basta con saber confesar la verdad sobre Jesús, hay que conocer o, al menos intuir, la voluntad de Dios y ponerla por obra.
La enseñanza tiene valor universal. Se puede ser profeta, se puede expulsar demonios, se puede ser taumaturgo, todo en nombre de Jesús, y no por eso estar justificados. También los profetas y los exorcistas están sujetos a la coherencia entre lo que saben, lo que dicen y lo que hacen u omiten. Jesús pide integridad, no sólo buena voluntad y buenas palabras. Que así como el Verbo, la Palabra, se hizo carne, nosotros, sus seguidores, encarnemos su palabra y la cumplamos, como voluntad del Padre.
Edificar –vivir- prudente o imprudentemente
Jesús, para clarificar más todavía sus palabras, les cuenta una parábola de dos casas, una construida sobre roca y la otra sobre arena. La primera, aunque sobrevengan tempestades e inclemencias, resistirá; la otra se hundirá totalmente.
Según las palabras de Jesús, los humanos no nos distinguimos tanto por oír, escuchar, hablar y rezar, cuanto por vivir y llevar a la práctica lo escuchado y, con frecuencia, aconsejado a los demás. Las “casas” representan a la persona humana, que no puede descuidar ninguna de las dos cosas: escuchar y vivir lo escuchado.
“Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo” ( I Cor 3,10). Este es el fundamento sobre el que tenemos que edificar nuestra vida. Toda una advertencia para no quedarnos sólo en cursillos, libros, reflexiones, sin que lleguen a convertirse en vida y práctica en nosotros.
No es extraño que la gente se quedara admirada de Jesús. Enseñaba, actuaba y vivía con coherencia y autenticidad.