Mar
19
Abr
2016

Evangelio del día

Cuarta Semana de Pascua

La mano del Señor estaba con ellos

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 11, 19-26

En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor.
Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño, porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor.
Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.

Salmo de hoy

Salmo 86, 1-3, 4-5. 6-7 R/. Alabad al Señor, todas las naciones.

Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios! R/.

«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí».
Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado». R/.

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí».
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti». R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 22-30

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • La novedad de la primera vez

Estamos en plena Pascua. Quizás se nos ha ido enfriando ese espíritu alegre y festivo del anuncio de la resurrección. La rutina y el día a día se imponen en este largo periodo litúrgico. También el espíritu se va acomodando a sus “rutinas”, a sus “creencias”, a un modo de vivir nuestro ser cristianos. Hay cristianos que viven perseguidos, otros viven en ambientes religiosos que facilitan la vivencia y expresión de la fe, otros vivimos en sociedades secularizadas. La realidad es la que es en cada momento y lugar y nada aportan los lamentos, nostalgias o deseos de que sea diferente. Nuestro tiempo es el tiempo de Dios y cada nueva celebración pascual nos resitúa en la novedad de una fe que descubre, se abre y se anuncia.

La primera lectura que nos regala la liturgia hoy nos sitúa en los inicios de la evangelización, también ya entre los gentiles. “Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos”. Y resulta inevitable evocar la actual Siria, asolada por la guerra y la muerte. “Comenzaron a ser perseguidos los creyentes”. Cuánta violencia y destrucción provocan la ambición y el poder cuando se sienten amenazados. También el Evangelio es una amenaza, que parece retar constantemente los mismos cimientos donde se asientan el egoísmo y la miseria humana.

También a nosotros, creyentes de siempre, nos puede pasar que nos cerremos a la siempre nueva experiencia de abrirse al mensaje evangélico. Cuando nuestra fe se siente segura y sólida, viene Dios y la tambalea ¡no falla! Porque la fe está en constante conversión o no es fe. Y la conversión exige novedad, abrirse a lo distinto, a lo desconocido. Es bueno y sano hacer el ejercicio de preguntarse a diario: ¿qué he hecho nuevo o diferente hoy? ¿Qué ha hecho hoy Dios nuevo en mí? ¿Estreno cada nuevo día con la carga de novedad que tiene? Quizás así le abramos hueco al Espíritu y se pueda decir de nosotros: “Vio cómo Dios los había bendecido y se alegró mucho”.

  • Y la inmensa alegría de ser Suyos

El evangelio de hoy nos invita a profundizar el texto de domingo pasado, el buen pastor. Quisiera destacar algo que me llama la atención y es el uso de los posesivos: “mis ovejas,…mi Padre”. Cuando mi abuela, asturiana, se refería a mi padre siempre decía: “El mío Pedro”. Y aquí en Granada dicen: “Mi Pepe, mi Mari, mi Paco, mi Rocío…” Como cuando éramos niños y nos preguntaban: “¿Y tú de quién eres?” Siempre somos de alguien ¡y qué duro el desarraigo de quien no puede responder a esa pregunta! La fe también es un asunto de ser de Alguien, de Dios.

Podemos decir que creemos en Dios. Pero hemos de ir más allá y decir: soy suyo, soy suya.
No es casualidad que se describa con tanta precisión el momento en que sucede, la Fiesta de la Dedicación, y Jesús paseando por el pórtico de Salomón. En ese juego de escenarios, cobra relevancia una figura, la de Jesús. Y hay un encuentro frontal con aquellos que se sienten amenazados por lo que representa Jesús. Le confrontan constantemente. Y él responde con firmeza: “Vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas”. Y sigue la inmensa ternura con que se refiere a sus ovejas y su relación con ellas. Culminando con una frase preciosa y honda como pocas: “El Padre y yo somos uno”.

Escuchar a Jesús, sabernos conocidos por Él, seguirle y disfrutar esa vida siempre nueva que nos regala ¡no deja de ser un buen plan de vida! Somos de Dios y eso cobra sentido cuando podemos decir sinceramente cada noche (real y figurada): Dios sabe cuidar de los suyos, y sentirnos afortunados de ser de esos Suyos.