Vie
17
Abr
2020
Jesús ha resucitado

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 1-12

En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, después de que el paralítico fuese sanado, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de los muertos. Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era tarde. Muchos de los que habían oído el discurso creyeron; eran unos cinco mil hombres.

Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, junto con el sumo sacerdote Anás, y con Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes, Hicieron comparecer en medio de ellos a Pedro y a Juan y se pusieron a interrogarlos:
«¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?».

Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo:
«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es “la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».

Salmo de hoy

Salmo 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a R/. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».

Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».

Ellos contestaron:
«No».

Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».

La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

En nombre de Jesucristo Nazareno

A las autoridades religiosas judías no les salió del todo bien haber clavado a Jesús en la cruz. Pensaban que con su muerte nunca más se volvería a oír hablar de él. Pero no fue así. Jesús, al tercer día resucitó y el pequeño grupo de sus apóstoles cogió su relevo y predicaba a Jesús resucitado y todo su mensaje. 

Pedro y Juan, olvidándose del miedo y con la valentía recibida de Jesús resucitado, predican abiertamente al pueblo y hasta curan a un tullido de su dolencia. Las autoridades les meten en la cárcel y después les interrogan en nombre de quién habían hecho tal curación. Pedro se lo explica con total claridad y total libertad, y aprovecha la ocasión para hablarles de Jesús y lo que ellos hicieron con él: “Que quede claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos… ningún otro puede salvar; bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos”.

Para la reflexión personal y aprovechando la pregunta que le hicieron a Pedro también nosotros tenemos que responder: ¿En nombre de quién hacemos todo lo que hacemos?

Jesús ha resucitado

Jesús tiene sumo cuidado de convencer a sus apóstoles que ha resucitado. Es que sin su resurrección todo lo suyo se habría venido abajo. Como dice un buen teólogo: “Si la muerte hubiera sido superior al mensajero del Reino, todo habría concluido. Jesús hubiera sido definitivamente olvidado; de su pretensión de ser el mensajero del reino de Dios no habría quedado más que un amargo sabor a utopía, ingenuidad o fracaso.

El Nuevo Testamento no separa nunca el mensaje del Reino en que Jesús es el protagonista, la muerte en la que los hombres son protagonistas y la resurrección en la que el principal protagonista es Dios, como Dios fiel, Dios de vivos y Padre de Jesús”.

El evangelio de hoy nos presenta la tercera de las apariciones de Jesús resucitado a sus apóstoles, junto al lago de Tiberíades. Pedro y otros seis apóstoles, después de la muerte de Jesús, tratan de pescar. Sabemos el resultado de su esfuerzo nocturno.

Jesús, desde la orilla y a quien en un primer momento no reconocieron, les invita a lanzar la red a la derecha de la barca y entonces la pesca es abundante… y caen en la cuenta de que es Jesús el que está en la orilla, el que les ha conseguido la pesca, el que ahora les invita a comer… el que ha vencido a la muerte y ha resucitado.

Salvando las distancias, Jesús a cualquier cristiano de cualquier tiempo, de una manera o de otra, se nos presenta para convencernos de su resurrección y volver a decirnos: “Tú, sígueme”.