Dic
Evangelio del día
“ Van por delante en el reino de Dios ”
Primera lectura
Lectura de la profecía de Sofonías 3,1-2.9-13
Esto dice el Señor: «¡Ay de la ciudad rebelde, impura, tiránica!
No ha escuchado la llamada, no ha aceptado la lección, no ha confiado en el Señor, no ha recurrido a su Dios.
Entonces purificaré labios de los pueblos para que invoquen todos ellos el nombre del Señor y todos lo sirvan a una.
Desde las orillas de los ríos de Cus mis adoradores, los deportados, traerán mi ofrenda.
Aquel día, ya no te avergonzarás de las acciones con que me ofendiste, pues te arrancaré tu orgullosa arrogancia, y dejarás de engreírte en mi santa montaña.
Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor.
El resto de Israel no hará más el mal, ni mentirá ni habrá engaño en su boca.
Pastarán y descansarán, y no habrá quien los inquiete».
Salmo de hoy
Salmo 33,2-3.6-7.17-18.19.23 R/. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 21,28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”.
Él le contestó:
“No quiero”. Pero después se arrepintió y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo.
Él le contestó:
“Voy, señor”. Pero no fue.
¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?».
Contestaron:
«El primero».
Jesús les dijo:
«En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».
Reflexión del Evangelio de hoy
"Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor"
El profeta Sofonías anuncia el “Día del Señor” a la ciudad de Jerusalén, la Ciudad Santa que, sin embargo, vivía momentos de crisis y de alejamiento de la fe. Hay una denuncia fuerte, pero al mismo tiempo una promesa y una esperanza: Dios no abandona a su pueblo y suscitará un “resto” que restaurará un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor.
En los tiempos que vivimos no faltan profetas que, como Sofonías, alzan la voz en el nombre del Señor y tratan de suscitar ese “resto” que restaure el verdadero culto al Señor en espíritu y en verdad. Hemos de estar muy atentos para escuchar esta llamada, darnos cuenta de lo que impide la llegada del Señor a nuestras vidas y a las del mundo que nos rodea y vive tantas veces en la oscuridad de la negación práctica al Dios que salva.
Tendríamos que discernir si formo parte de ese “resto”, si quizá incluso me siento llamado a ser profeta para los que me rodean, si puedo vivir la humildad y la pobreza que hacen posible “ver” a Dios.
"Hijo, ve hoy a trabajar en la viña"
El Evangelio nos presenta hoy este mandato del “dueño de la viña”. La respuesta de cada uno de los dos hijos es, o puede ser la nuestra: decir que voy, pero luego no ir, o bien, decir que no y después hacer lo que se me pide. Dios es el dueño de la viña en que vivimos: el mundo, nuestra ciudad, nuestra parroquia, nuestra familia… A ella nos envía en su nombre y lo hace porque confía en nosotros. Es más, nos manda en su nombre.
La opción que tomemos marcará nuestra propia vida y la de quienes viven con nosotros, definirá nuestra fe y la hará meramente teórica y baldía o se convertirá en Amor, es decir, en el fruto que espera el Señor de mí para mí y los míos.
El relato de la viña y la terrible “moraleja” que Jesús dirige a los fariseos hipócritas no escapa a nosotros: que los publicanos y prostitutas les precederán en el Reino de los Cielos no tiene solo una finalidad crítica hacia ellos, sino también para los que, de entre nosotros, no seamos diligentes en el cuidado de nuestra parcela del Reino. Estas palabras del Señor fueron el título de una obra dramática del recordado sacerdote y escritor José Luis Martín Descalzo y en ella se nos mostraba las grandes hipocresías de los que, diciéndose “maestros” cristianos, no solo no iban a cuidar de la viña sino que impedían a los demás, especialmente a los más humildes y denostados, que fueran.
PARA LA REFLEXIÓN
Somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de pobres, todos preciosos, todos partícipes, cada uno portador de una Palabra única de Dios. Cada uno es un don para los demás. Derribemos los muros. Sólo juntos, sólo siendo un único Cuerpo en el que aun el más frágil participa en plena dignidad, seremos el Cuerpo de Cristo, la Iglesia de Dios. Esto sucede cuando el fuego que Jesús ha venido a traer quema los prejuicios, las cautelas y los miedos que siguen marginando a quienes llevan escrita la pobreza de Cristo en su propia historia. No dejemos al Señor fuera de nuestras iglesias, de nuestras casas y de nuestra vida. Más bien, dejémoslo entrar en los pobres, y entonces haremos paz también con nuestra pobreza, a la que tememos y negamos cuando buscamos a toda costa tranquilidad y seguridad.
(León XIV. Homilía 17 agosto 2025)