Sáb
13
Mar
2021

Evangelio del día

Tercera semana de Cuaresma

El que se humilla será enaltecido

Primera lectura

Lectura de la profecía de Oseas 6, 1-6

Vamos, volvamos al Señor.

Porque él ha desgarrado,
y él nos curará;
él nos ha golpeado,
y él nos vendará.

En dos días nos volverá a la vida
y al tercero nos hará resurgir;
viviremos en su presencia
y comprenderemos.

Procuremos conocer al Señor.
Su manifestación es segura como la aurora.

Vendrá como la lluvia,
como la lluvia de primavera
que empapa la tierra».

¿Qué haré de ti, Efraín,
qué haré de ti, Judá?

Vuestro amor es como nube mañanera,
como el rocío que al alba desaparece.

Sobre una roca tallé mis mandamientos;
los castigué por medio de los profetas
con las palabras de mi boca.

Mi juicio se manifestará como la luz.

Quiero misericordia y no sacrificio,
conocimiento de Dios, más que holocaustos.

Salmo de hoy

Salmo 50, 3-4. 18-19. 20-21ab R/. Quiero misericordia, y no sacrificio

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

“Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Esforcémonos por conocer al Señor

Vamos a volver al Señor. Este capítulo seis de Oseas es titulado como “vuelta superficial a Yahvé”. El miedo, la angustia, la desesperación ante situaciones que nos sobrepasan, nos hacen reflexionar y volver al Señor: él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos vendará. Pero tendríamos que preguntarnos si nuestro deseo de volver al Señor, el único que puede salvarnos y darnos vida verdadera, es sincero o es superficial. Si acudimos a Él como si se tratara de un “fetiche” para que “nos saque las castañas del fuego”, o si realmente y con sincero corazón, acudimos a Él como nuestro Dios y Señor, que nos ama, nos cuida y nos corrige, como un Padre, para nuestro bien.

Esforcémonos en conocer al Señor. No se ama lo que no se conoce y cuanto más conocemos de algo o de alguien, más lo amamos. “Al conocimiento sigue el amor. Y amando, el alma procura ir en pos de la verdad y revestirse de ella” (Santa Catalina de Siena. Diálogo 1). El conocimiento de nosotros mismos nos lleva al conocimiento de Dios. Reconocer nuestra pobreza, nuestra debilidad, nuestro pecado, nuestra pequeñez, nos hace descubrir la grandeza del amor de Dios, su misericordia infinita. Y eso nos impulsa a ir al Señor con sinceridad y pureza de corazón.

Esta es la experiencia del salmista que, reconociendo su pecado, su pobreza y su desviación, se vuelve para suplicar al Señor, humildemente, su misericordia. Se muestra sin tapujos porque sabe que un corazón quebrantado y humillado, su Padre Dios, no lo desprecia, por el contrario, lo recibe y lo restaura. Pues nuestro Dios no se cansa de decirnos: Quiero misericordia y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido

El evangelio de hoy comienza indicándonos a quienes va dirigida la parábola: a los que, teniéndose por justos, se sienten seguros de sí mismos y desprecian a los demás. Y es que, volviendo a lo que decíamos del conocimiento, nosotros podemos engañarnos creyéndonos justos ante Dios y los hombres, por nuestras “buenas obras” (limosnas, ayunos, oraciones), pero Dios conoce nuestro corazón y sabe qué nos mueve por dentro y cuáles son nuestras intenciones e intereses. A veces nuestra limosna lleva una buena dosis de vanagloria, nuestros ayunos son egoístas y no nos conducen a compartir con los que menos tienen y nuestras oraciones, en vez de ser un abandono total en las manos de nuestro Padre para que se haga su voluntad y no la nuestra, es una interminable lista de “pedidos y de quejas”.

En cambio, como nos decía el salmista, un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor. Ante eso, nuestro Dios se desborda en Gracia y Misericordia. La oración y la actitud del publicano tocan el Corazón de Dios. Esta ha de ser nuestra actitud ante Dios y ante los demás, pues el que se humilla será enaltecido, y esa ha de ser nuestra oración, abandonarnos confiados a Dios, mostrándole sin miedo, nuestra pobreza y pecado: ¡oh Dios!, ten compasión de este pecador.             

Oración del pobre (Canción de Kairoy)

Vengo ante ti mi Señor, reconociendo mi culpa,
con la fe puesta en tu amor, que tú me das como a un hijo.
Te abro mi corazón y te ofrezco mi miseria,
despojado de mis cosas, quiero llenarme de ti.

Que tu Espíritu, Señor, abrase todo mi ser.
Hazme dócil a tu voz. Transforma mi vida entera.

Puesto en tus manos, Señor, siento que soy pobre y débil,
mas tú me quieres así, yo te bendigo y te alabo.
Padre, en mi debilidad, tú me das la fortaleza.
Amas al hombre sencillo, le das tu paz y perdón.

Que tu Espíritu, Señor, abrase todo mi ser.
Hazme dócil a tu voz. Transforma mi vida entera.