La Traslación de Santo Domingo: un signo de comunión

Cada 24 de mayo, los dominicos celebramos una fiesta entrañable: la Traslación de Santo Domingo de Guzmán. No es solo una conmemoración histórica, ni un simple cambio de sepultura. Es, ante todo, un signo elocuente de comunión, una expresión que sigue resonando en el corazón de todos los que formamos parte de la gran Familia Dominicana.

¿Qué es la Traslación?

La palabra “traslación” hace referencia al traslado del cuerpo de Santo Domingo, desde su primera sepultura (humilde y escondida bajo el suelo del convento) hasta un lugar más digno y visible en la iglesia de los frailes en Bolonia. Él había pedido (según una tradición dominicana), ser enterrado “bajo los pies de los hermanos” (“Legenda sancti Dominici” de fray Constantino de Orvieto), como signo de su humildad. Pero su testimonio de vida, su santidad y el recuerdo vivo en quienes lo conocieron, impulsaron ese gesto: colocarlo en el centro, no solo de la iglesia física, sino también de la comunidad que continúa su misión.

Este acto no solo abrió el camino para su reconocimiento oficial como santo por parte de la Iglesia, sino que también nos dejó una imagen profundamente simbólica: el cuerpo del fundador no quedó escondido, sino que fue puesto en el corazón de la vida común y de la predicación. 

¿Qué nos dice hoy la Traslación?

Nos recuerda que la santidad no se admira desde lejos, se encarna en la vida concreta. Que el carisma dominicano no es un patrimonio del pasado, sino una gracia para el presente. Que Santo Domingo sigue caminando con nosotros, siempre que lo hagamos visible en nuestra vida, en nuestras comunidades y en nuestra predicación.

Y también nos recuerda que no estamos solos. Somos parte de una gran familia extendida por el mundo, unida por la misma misión: “contemplar y dar a los demás lo contemplado”.

De este modo, la Traslación tiene un valor espiritual y comunitario que trasciende el hecho histórico. Nos invita a mirar la santidad no como algo lejano o decorativo, sino como una realidad cercana, visible e inspiradora. También nos interpela: ¿Dónde colocamos hoy el “cuerpo” de nuestro carisma, de nuestra tradición, de nuestra fe? ¿Lo ocultamos por miedo, por costumbre o por comodidad? ¿O lo hacemos presente en nuestra vida cotidiana, como algo que transforma y da sentido a nuestra vida?

Un signo de comunión

Para frailes, monjas, religiosas, laicos, jóvenes y adultos que conforman la amplia Familia Dominicana, esta fiesta es una invitación a renovar nuestra unidad en la diversidad. Aunque nuestras vocaciones, culturas y contextos sean variados, compartimos una misma raíz: el seguimiento de Jesucristo al estilo de Santo Domingo.

Celebrar la Traslación es volver a poner a nuestro Padre Domingo en el centro, no como una figura estática del pasado, sino como una fuente viva de inspiración. Es dejarnos tocar por su ejemplo para seguir predicando con nuestra vida, con pasión, con compasión y con verdad.

Vivir el estilo de Santo Domingo hoy

Santo Domingo fue un hombre profundamente contemplativo y, al mismo tiempo, intensamente activo. No vivió dividido: su oración nutría su predicación; su estudio iluminaba su acción. Su compasión lo movía a caminar con los pobres, los pecadores, los buscadores de verdad. Hoy, en un mundo acelerado, en red constante, pero a menudo desconectado de lo esencial, el estilo de vida de Santo Domingo resulta más actual que nunca.

El carisma dominicano es una propuesta espiritual para nuestro tiempo: buscar a Dios en el silencio y en la Palabra; estudiar no por orgullo, sino para servir mejor; vivir la fraternidad con alegría, como testimonio del Reino; predicar no solo con palabras, sino con toda la vida.

Conclusión

La Traslación de Santo Domingo no fue solo un traslado físico. Es un gesto que nos habla de comunión, de centralidad del Evangelio, de visibilidad de la santidad, de renovación de la misión. Nos invita a poner “el cuerpo y el alma”, nuestra vida entera al servicio de la predicación y del Reino. Hoy, más que nunca, el mundo necesita testigos alegres y auténticos: hombres y mujeres que contemplen, amen y anuncien.

Queridos hermanos y hermanos, la Traslación nos inspira a ser predicación viva.

 

Fray Carlos Ávila Martínez, O.P.
Predicando con nuestra vida