Evangelio del día
Trigésimo primera semana del Tiempo Ordinario - Año Impar

Del día 3 al 9 de Noviembre de 2013

El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido

Introducción a la semana

Después de explicar cómo Dios ha vuelto a apiadarse del pueblo judío, que había sido marginado transitoriamente a favor de la salvación de los gentiles, Pablo prorrumpe en un himno de alabanza a los designios misteriosos y admirables de ese Dios que nunca se arrepiente de sus dones. Luego, expone la doctrina del cuerpo (místico) de Cristo, subrayando la diversidad y la complementariedad de los distintos dones o carismas que lo constituyen, entre los que destaca siempre el amor, que los resume a todos. Un amor que nos impide juzgar a ningún hermano: sólo Dios es nuestro juez. En los capítulos finales de esta carta a los Romanos, el Apóstol declara una vez más la peculiaridad de su ministerio entre los gentiles y se despide saludando y elogiando a muchos de sus colaboradores, hombres y mujeres, en la tarea evangelizadora.

La predicación de Jesús sigue mostrando las paradojas que caracterizan a los “ciudadanos del reino”: invitan desinteresadamente a quienes no pueden pagarles, acogen en el banquete a todos los marginados, renuncian a todo para ser discípulos del reino que Jesús anuncia, buscan a los perdidos y se alegran de haberlos encontrado, se valen de los bienes de este mundo, relativizándolos, para prepararse a disfrutar de la verdadera vida con Dios, conscientes de que “no se puede servir a Dios y al dinero”.

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