Vie
8
Ago
2025

Homilía Santo Domingo de Guzmán

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

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Reflexión del Evangelio de hoy

Las lecturas de la Palabra de Dios nos recuerdan algunos de los rasgos señeros de la figura de Santo Domingo. Quizás, podríamos aprovechar esta vía para preparar la predicación en el día de su fiesta.

"Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz"

El inicio del texto de Isaías 52, 7-10 (¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: tú Dios es Rey!) es un pórtico que nos emplaza ante la relevancia del carisma de la predicación que Domingo de Guzmán encarna.

Por un lado, la belleza de los pies del mensajero parece evocarnos el redescubrimiento del valor evangélico de la predicación itinerante en los orígenes de la Orden. La palabra ha de llegar a todos sin excepción recorriendo los caminos del mundo. Y ha de hacerlo, como quería Jesús, sin ninguna apoyatura en la riqueza o en cualquier otro elemento espurio. Así lo hizo Domingo. En este orden de cosas, la belleza atribuible al predicador de la que habla Isaías deriva, en realidad, de la belleza de la palabra de Dios que ha de ofrecer con rigor y generosidad. Esta palabra no está encadenada, ni tiene peajes que pagar, porque es libre.

Por otro lado, el gozo y el triunfo de los que habla el texto profético se relacionan bien con el contenido alegre y positivo de la predicación salvífica del santo burgalés (predicador de la gracia), en contraposición a la predicación de los herejes con los que se enfrentó, marcada por el pesimismo derivado de una visión dualista que escindía el mundo en dos: el bueno y el malo.

"Proclama la palabra"

El texto de Tim 4, 1-8 recuerda la urgencia de la predicación (proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo) que nuestro padre hace suya en la fundación de la Orden. La vida dominicana está enteramente al servicio de la comunicación de la buena nueva. El fiel cumplimiento de esta exigencia es la garantía de la actualidad del carisma dominicano.

Con todo, la fidelidad a la predicación de Domingo tiene un rasgo carismático distintivo que la lectura de Pablo también subraya: se trata de una predicación doctrinal cuya finalidad es la de presentar “una doctrina sana y verdadera” (Domingo es llamado, “doctor de la verdad”). De ahí que la predicación y el estudio vayan de la mano desde el comienzo de la Orden. La razón es conocida, la ausencia de predicación y de formación en tiempos de Domingo, el desconocimiento de la profundidad de la palabra llevó a muchas personas bienintencionadas por la senda de la desviación herética.

Como recuerda Pablo, aquella gente dejó de lado la integridad de la doctrina y se rodeó de maestros a la medida de sus deseos, olvidando la compleción de la verdad. Estudiar es una manera de contemplar en su totalidad los contornos de la Palabra para hacerla más accesible sin devaluaciones.

La vigencia del mensaje que evoca la lectura paulina en la fiesta de santo Domingo ha de llevarnos a plantearnos la pregunta de si, en el momento polarizado que vivimos hoy, no sucede algo parecido. Nos tememos que la predicación dominicana ha de seguir cumpliendo, más que nunca y con fidelidad, su cometido.

"Brille así vuestra luz ante los hombres"

El evangelio de Mateo 5, 13-19 nos traslada al sermón de la montaña. Tal y como puede hacernos recordar el texto, desde muy temprana fecha, la tradición dominicana contempló a nuestro padre como “luz de la Iglesia”.

En efecto, Jesús indica a sus discípulos que son sal y luz. Desde luego, no se trata de cualidades que nazcan de ellos mismos. La sal y luz vienen de Jesús. Pero, quien se acerca a él, queda totalmente identificado con el Nazareno. De ahí que, como dice Pablo, ese seguidor ya no es él, porque es Cristo quien vive en su persona.

En Domingo de Guzmán ocurre así. Habitado por la luz de Cristo. Transido por su Palabra, nuestro padre irradia la presencia en él de la luz. Este dato permite comprender que hay en Domingo una evidente confluencia entre palabra y vida. Expresado con otras palabras: en santo Domingo hay coherencia entre lo que dice y lo que hace. De manera que su vida es un testimonio luminoso de lo que predica. Lo que manifiesta con palabras lo confirma la vida y lo que la existencia refleja es lo que expresa con su palabra.

Esta coherencia dominicana es muy importante para salvaguardar la importancia del carisma de la predicación y, ciertamente, constituye para nosotros, para la Orden y para la Iglesia un desafío ineludible.


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