Dom
24
Abr
2016

Homilía V Domingo de Pascua

Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Pablo y Bernabé animaban a los discípulos, exhortándoles a perseverar en la fe diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios.

La liturgia del día de hoy nos ofrece una ocasión para reflexionar sobre nuestra responsabilidad como seguidores de Jesús llevando a todas las gentes el mensaje cristiano. Estamos ya muy cercanos a la festividad de la Ascensión del Señor a los cielos, momento en que Jesús promete a sus discípulos la fuerza del espíritu para ser sus testigos hasta el fin del mundo. Ahora, en los Hechos de los Apóstoles el autor nos relata el primer viaje misionero de Pablo y Bernabé a la región de Cilicia, lejos ya del ámbito familiar de los apóstoles, salen ya de la ciudad santa Jerusalén, con todos sus recuerdos y tradiciones. En este relato vamos a encontrar una serie de detalles muy importantes para conocer la implicación de la joven iglesia de Antioquía y de su expansión misionera a través de estos dos hermanos que llevan a otras comunidades la buena noticia de Jesús. El Texto nos hace notar que éstos no hablan por su cuenta, sino que se sienten respaldados por una comunidad que vive la necesidad de comunicar su fe, por eso a su regreso, dan cuenta a la Comunidad de sus trabajos, y comparten sus alegrías y dificultades, dando gracias a Dios reconociendo su ayuda en la misión realizada.

Como vemos se trata de un relato que recoge por primera vez en la historia de la iglesia estos datos importantísimos para comprender la vitalidad de una comunidad que se siente responsable del mandato cristiano, que tiene a su vez una dimensión eclesial en la implantación de reino de Dios. Posteriormente, como nos relatan los Hechos de los Apóstoles, habrá también una referencia comunitaria al hablar del viaje de estos discípulos a Jerusalén donde darán cuenta a los hermanos en la fe para sentar las bases de sus enseñanzas en comunión con Pedro y los demás apóstoles, testigos de la predicación de Jesús. Es una muestra de la dinámica de la Iglesia naciente que empieza a caminar y nos enseña a vivir, hasta nuestros días, en la unidad de la responsabilidad compartida en la fe. Es curioso ver que por primera vez en esta región de Antioquia se llamó a los seguidores de Jesús cristianos, un dato importante recogido por Lucas para ver el alcance de este título tan usado hasta hoy.

  • Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado.

Siguen las lecturas de hoy dándonos una visión integral que completa la imagen de la Iglesia. Estamos ante uno de los textos más significativos del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, en el que Juan con su visión profética desde su retiro en la isla de Patmos, con un lenguaje especial, cargado de imágenes simbólicas, a veces enigmáticas y siempre brillantes, nos describe las características de la Iglesia completando el concepto de la misma. Su enfoque es muy distinto del relato anterior es un relato teológico, profético, escrito muchos años después de los primitivos relatos de los Hechos de los Apóstoles que comentamos, ya cuando el cristianismo está prácticamente implantado en el mundo conocido.

Lo interesante de este documento es el presentarnos a la Iglesia después del triunfo del Resucitado, señalando que estamos ante algo nuevo que cambia las connotaciones negativas de este mundo, como son la muerte, el dolor o el llanto, todo esto ha pasado. La Iglesia, que es la comunidad de los seguidores de Jesús, es desde ahora la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que desciende del cielo como una novia que se adorna para su esposo. Pero la novedad tiene un contenido más profundo, no es una visión triunfalista o una promesa para un futuro, que podíamos llamar escatológico, sino que es “el Reino” que ya ha comenzado, que está aquí, porque la tierra nueva sigue siendo la nuestra, con sus cruces diversas, pero es desde ahora la morada de Dios con los hombres, un Dios que sigue cumpliendo su promesa y acampa entre nosotros, que somos su pueblo, y que por eso se compromete con nosotros y que… “enjugará las lágrimas de sus ojos”. Es un mundo nuevo que ya ha comenzado aunque no ha llegado todavía a su plenitud.

Hay que resaltar que este es el contenido de nuestra fe, fundamentada en el anuncio de la buena noticia de Jesús, que empezó en Galilea llamando a la conversión, que consistía en el encuentro con Dios dentro de nosotros mismos, porque el Reino no iba a venir con espectacularidad, sino que ya había comenzado y estaba ahí, esperándonos. Esta es la novedad, el cristiano ya no busca un Dios que está en un más allá, remoto y a la vez desconocido, una búsqueda que conduce a la angustia. No. Dios está aquí.

  • Os doy un mandamiento nuevo

Finalmente la enseñanza de las lecturas del día de hoy, (nos encargan también ser...) termina con el encargo de ser testigos de la cercanía de Dios recordándonos, una vez más, el mandato del amor recogido en el discurso de Jesús en su última cena, tal como lo relata el evangelista Juan. Aquí también podemos ver “la novedad”. Es cierto que el amor a Dios y al prójimo ya estaba en la Ley de Moisés, en este sentido no era un novedad, lo nuevo es amar al estilo de Jesús. Esta es “la señal” para ser conocidos como testigos suyos, creíbles, si nos amamos unos a otros con todas las consecuencias, como lo hizo el Maestro, hasta dar la vida por los amigos si fuera necesario. Esta es la consecuencia y la novedad de la Pascua.

Una vez más recogemos el llamamiento del Papa Francisco que en las diversas solemnidades de la Pascua ha llamado a los cristianos para que se sientan testigos de la resurrección del Señor Jesús y se empeñen en la construcción de un mundo más justo y más humano haciendo frente a las lacras que actualmente parecen estar más presentes en nuestra sociedad.