Dom
10
Nov
2013

Homilía XXXII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

Vale la pena morir…cuando se espera que Dios mismo nos resucitará

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Relaciones que transcienden los límites de la muerte

El Papa emérito Benedicto XVI gustaba reflexionar sobre la racionalidad de la fe, su relación con la libertad. Escribía: “Dios es el origen de nuestro ser y cimiento, cúspide de nuestra libertad; no su oponente (la fe verdadera potencia lo verdaderamente humano, no lo degrada ni lo limita). Los hombres no podemos vivir a oscuras, sin ver la luz del sol. Y, entonces, ¿cómo es posible que se le niegue a Dios, sol de las inteligencias, fuerza de las voluntades e imán de nuestros corazones, el derecho de proponer esa luz que disipa toda tiniebla?”

Cuando se plantean debates a cerca de los contenidos de la laicidad o del espacio público de la religión católica, la comunidad de discípulos de Jesús debiera situarse en la sociedad transmitiendo la intuición original de Cristo. Esa experiencia del Dios de vivos que no se cansa de insistir en reproducir en las relaciones sociales el modelo relacional trinitario: Una relación que transciende los límites de la muerte. La comunión de amor y vida que deja espacio al otro. De ahí que: “La Iglesia es ese abrazo de Dios en el que los hombres aprenden también a abrazar a sus hermanos”. Ese abrazo incluye un sentido de fraternidad universal, incluye a los no creyentes. Si queremos ser fieles a Cristo no nos cansaremos de buscar por todos los medios, hacer de la Iglesia una escuela donde aprender a abrazarnos…y donde aprender a abrazar la VIDA con sus tensiones y su cruz. Conviene presentar nuestra fe y nuestra propuesta de sentido, sabiéndonos aprendices, y no sólo maestros. Hasta el momento de espirar nuestro último aliento estaremos aprendiendo a vivir de la confianza en el Dios Trinidad. Esa confianza no es ciega, por más que se oscurezca en algunas ocasiones.

  • La fe en la resurrección conlleva un modo de vida

La fe en la resurrección es ante todo un acto de fe en Dios Creador y “amigo de la vida”, un Dios que nos ha hecho para la vida. “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti”. “El que te creo sin ti, no te salvará sin ti” (S. Agustín). Es al mismo tiempo un acto de fe en la capacidad humana para la libertad y la autonomía (somos libres cuando escogemos el bien). Es fe en la presencia amorosa de Dios en la historia de los humanos que culmina en la Encarnación, muerte y resurrección del mismo Hijo de Dios.

¿Qué pasa cuando no se cree en la vida eterna? Que no se cree en Dios. Esto tiene implicaciones en la vida terrena. Si sólo contamos con lo que podamos “acumular” al cabo de nuestros años…hay que afanarse; o disfrutar a tope, o deprimirse o frustrarse si uno no cumple sus “sueños”, o aceptar con serenidad la condición humana limitada y sin horizonte. Pero entonces, como ya se preguntaba el autor del libro de los Macabeos ¿qué pasa con las víctimas inocentes? ¿Mala suerte? ¿Quién y cómo les hará justicia? Las preguntas se propagan también entre los creyentes:
¿Qué pasa cuando se olvida el artículo del Credo que Jesús menciona en el evangelio de hoy? “creemos que ha de venir a juzgar a vivos y muertos”. ¿Qué significa el juicio de Dios?

Responderlas requiere superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Para ello podemos leer en los libros de la Naturaleza, la Sagrada Escritura y la Liturgia.

  • Lo que podemos esperar ahora y en la eternidad

Cuando Cristo en el evangelio apela al “juicio” en la hora postrera, esa hora confesada en el Credo, ¿qué nos querrá decir? Que debemos asumir la responsabilidad de las propias decisiones. Más allá de la imagen de un tribunal con juez, fiscal y abogado, significa que no todo da igual. Hablar del juicio de Dios supone confrontarnos con nuestra verdad, con nuestras acciones y deseos; pero también con nuestra capacidad de acoger el amor y la gracia, el perdón y la misericordia. Ni la justicia ni la misericordia menoscaban el acto de fe en el amor infinito de Dios.

Existe la posibilidad de malograr la vida. Pero existe sobre todo la capacidad de reaccionar a tiempo y ahondar en la conciencia hasta hallar la paz. Para los cristianos creer es antes que nada sentirse amado por Dios en Cristo. Quien se siente amado confía en su Creador como Redentor y Padre de la misericordia.

Estar vivos es lo que importa, (pero no a cualquier precio o de cualquier modo), estar vivo implica mucho. No se trata sólo de tener buena salud, sino de dejar una huella de bondad en el género humano: agradecimiento, perdón, solidaridad, compasión, deseo, paciencia, capacidad de goce y de resistencia. Ser cristiano significa “saber lo que puedo esperar”… ahora y en la eternidad.