Jue
21
Feb
2019
Tu eres el Mesías

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis 9,1-13:

Dios bendijo a Noé y a sus hijos diciéndoles:
«Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra. Todos los animales de la tierra y todas las aves del cielo os temerán y os respetarán; todos los reptiles del suelo y todos los peces del mar están a vuestra disposición. Todo lo que vive y se mueve os servirá de alimento: os lo entrego todo, lo mismo que los vegetales.
Pero no comáis carne con sangre, que es su vida. Pediré cuentas de vuestra sangre, que es vuestra vida; se las pediré a cualquier animal. Y al hombre le pediré cuentas de la vida de su hermano.
Quien derrame la sangre de un hombre,
por otro hombre será su sangre derramada;
porque a imagen de Dios hizo él al hombre.
Vosotros sed fecundos y multiplicaos, moveos por la tierra y dominadla».
Dios dijo a Noé y a sus hijos:
«Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañan, aves, ganados y fieras, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Establezco, pues, mi alianza con vosotros:
el diluvio no volverá a destruir criatura alguna ni habrá otro diluvio que devaste la tierra».
Y Dios añadió:
«Esta es la señal de la alianza que establezco con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra».

Salmo de hoy

Salmo 101,16-18.19-21.29.22-23 R/. El Señor desde el cielo se ha fijado en la tierra

Los gentiles temerán tu nombre;
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sion,
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones. R/.

Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte. R/.

Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia.
Para anunciar en Sion el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén,
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes para dar culto al Señor. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 8,27-33

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que soy yo?».
Ellos le contestaron:
«Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».
Tomando la palabra Pedro le dijo:
«Tú eres el Mesías».
Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.
Y empezó a instruirlos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:
«Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».

Reflexión del Evangelio de hoy

Al hombre le pediré cuentas de la vida de su hermano

Nos encontramos ante el final del diluvio. La tierra ha sido recreada. La abundancia de la vida brota de nuevo. La bondad de Dios vence sobre la perversidad humana. Y un nuevo pacto se desarrolla entre Dios y su pueblo.

En el texto del Génesis se dice que Dios entrega todo al hombre: “Vosotros creced y multiplicaos, moveos por la tierra y dominadla”. No podemos dar por supuesto que el crecer sea solo en número, o en cantidad. El creced puede llamar a un aprendizaje. El creced puede referirse también a no repetir la historia de perversión y corrupción, o de aniquilación de unos contra otros. El creced, supone mirar al hermano (al prójimo) como imagen y semejanza de Dios. El hermano es sangre de tu sangre.

Dios nos pedirá cuenta de la vida del hermano. No podemos seguir pronunciando con indiferencia la pregunta de Caín “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?” después de haberle dado muerte a Abel. Tampoco podemos vivir en la corrupción. En el capítulo 6 del Génesis dice: “Al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra y que todos sus pensamientos de su corazón tienden siempre y únicamente al mal, el Señor se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra y le pesó de corazón”.

Muchas otras preguntas como la de Caín se manifiestan entre nosotros. Hay una, que sobre todo señala la ingratitud y el egoísmo: “¿Acaso te pedí yo que me trajeras al mundo?” Muchos padres hoy tienen que escuchar este tipo de preguntas ante la rebeldía de sus hijos adolescentes, y mayores. Y ante la tentación de querer echarles las culpas a Dios hemos de mirar hacia dentro. El mal puede crecer en nuestro interior: son las envidias, los egoísmos, los rencores, los odios y las venganzas entre otros. Pero también crece cuando el respeto a la vida se minimiza y se justifica en forma de derechos que no son tan fundamentales para la persona. No podemos hacer indefensos a nuestros hermanos con nuestros comportamientos injustos.

En otras traducciones de este texto se dice: “Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra”. Este “sed fecundos” implica no hacer de la vida un desierto. No aniquilar la vida. Al contrario, implica que la vida corre por nuestra historia, implica hacer brotar la vida, que la vida tenga cabida en nuestro interior. El multiplicaos es hacerse transmisores de la vida, predicadores de la gracia de Dios y de su alianza con los hombres. Llenad la tierra de la vida, convertirla en un vergel donde la vida se dona, se entrega, haced de la tierra un gran mundo de paz.

El salmo 101 recoge la idea de que el Señor reconstruirá Sión. Mirará las súplicas de los indefensos y no despreciará nuestras súplicas o peticiones. Hemos de vivir confiados en que la presencia de Dios siempre será cercana y atenta a nuestros sufrimientos.

Y vosotros ¿quién decís que sois?

Jesús pregunta por su identidad. No porque esté falta de ella, sino porque quiere saber hasta dónde son conscientes sus discípulos de ella. No es un colega más, no es un amigo más, no es un profeta más.

La primera pregunta es qué piensa la gente de mí. Después de hablarles, de hacerles signos del cielo, ¿quién dice la gente que soy? No hay claridad en la respuesta. Son contestaciones vagas y confusas. Pero Jesús busca una mayor claridad y compromiso.

¿Quién decís vosotros que soy? Es una pregunta que espera claridad y compromiso. No basta una respuesta fácil. La confesión de Pedro no se hizo esperar: Tú eres el Mesías.

Esa es la Identidad que espera Jesús que confesaran los más íntimos de sus seguidores. Tenía que asegurarse de que no hubiera dudas en ellos. Por eso, tras la confesión, les comunica y les comparte lo que va a suceder. Les enseña cómo va a sufrir, a ser juzgado, a morir y a resucitar al tercer día. Pero ellos no van a comprender. Pedro le increpa en la intimidad, pero Jesús le contesta con un espaviento: ¡Apártate de mí Satanás! Alejando de él toda tentación.

A veces no queremos que suceda lo que tiene que pasar, y queremos atar a la gente para que no cumpla con su misión en la vida. Nos olvidamos que las decisiones de nuestros hijos y familiares, amigos y compañeros, irremediablemente tienen que seguir su curso, y nuestra actitud se vuelve resistente a la pérdida, contradictoria, conservadora. Sin comprender que detrás de cada decisión algo muere en nosotros. Con esa actitud, como la de Pedro, sólo impedimos la vida y la libertad no impedimos el destino o la gracia de Dios.

Muchas cosas se quedan hoy en el tintero. Como la pregunta de si hemos entendido bien lo de llenad la tierra o dominarla. Mientras Dios nos invita a la vida, a proteger la tierra y cuidarla, nosotros queremos impedir que la vida suceda, la destruimos, la volvemos un desierto. Oremos para que no seamos impedimento en la vida de nadie para que done su vida por los demás, y seamos responsables y agradecidos con lo que Dios Padre nos ha dado.