El reino de Dios está en medio de vosotros

Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría 7, 22 – 8,1.

La sabiduría posee un espíritu inteligente, santo,
único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado,
diáfano, invulnerable, amante del bien, agudo,
incoercible, benéfico, amigo de los hombres,
firme, seguro, sin inquietudes,
que todo lo puede, todo lo observa,
y penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles.
La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento
y en virtud de su pureza lo atraviesa y lo penetra todo.
Es efluvio del poder de Dios,
emanación pura de la gloria del Omnipotente;
por eso, nada manchado la alcanza.
Es irradiación de la luz eterna,
espejo límpido de la actividad de Dios
e imagen de su bondad.
Aun siendo una sola, todo lo puede;
sin salir de sí misma, todo lo renueva
y, entrando en las almas buenas de cada generación,
va haciendo amigos de Dios y profetas.
Pues Dios solo ama a quien convive con la sabiduría.
Ella es más bella que el sol
y supera a todas las constelaciones.
Comparada con la luz del día, sale vencedora,
porque la luz deja paso a la noche,
mientras que a la sabiduría no la domina el mal.
Se despliega con vigor de un confín a otro
y todo lo gobierna con acierto.

Salmo de hoy

Salmo 118,89.90.91.130.135.175 R/. Tu palabra, Señor, es eterna

Tu palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo. R/.

Tu fidelidad de generación en generación;
fundaste la tierra y permanece. R/.

Por tu mandamiento subsisten hasta hoy,
porque todo está a tu servicio. R/.

La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus decretos. R/.

Que mi alma viva para alabarte,
que tus mandamientos me auxilien. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 20-25

En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús:
«¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?».
Él les contestó:
«El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: “Está aquí” o “Está allí”, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros».
Dijo a sus discípulos:
«Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis.
Entonces se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.
Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación».

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

La Sabiduría entrando en las almas buenas, va haciendo amigos de Dios y profetas

Las lecturas que presenta la liturgia en el día de hoy, de alguna manera tratan de complementarse. Se presenta por un lado un elogio que se hace a la sabiduría y la otra lectura nos habla del Reino de Dios. Si analizamos profundamente las dos realidades de estos conceptos vemos el equilibrio que aporta el uno al otro. Ambas son un don de Dios que se dan, tanto la sabiduría como el Reino. Además la sabiduría sería como esa llave que le permite al discípulo de Jesús entrar en el Misterio de Dios y reconocer verdaderamente el Reino. Necesitamos esa disponibilidad interior para acoger, para poder abrirnos a la sabiduría: «Entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas». Es lo que plantea el texto de hoy. Es cierto, que conocemos a personas que aunque no hayan tenido un grado alto de conocimientos académicos, las reconocemos como sabias, porque en su vida han desarrollado una conducta prudente de saber manejarse. Una inteligencia, sentido común, con las cuales han sabido guiar sus acciones hacia el bien y rechazar el mal.

La sabiduría como el don de Dios personificado a la hora de la creación de todas las cosas lo muestra el libro de los proverbios. Y esa sabiduría es la que debe de adquirir el ser humano para guiar su vida. Necesitamos hacer en nuestra propia historia personal ese camino espiritual que nos introduce de lleno en el plan de salvación de Dios. Es algo que no tiene comparación porque irradia la luz eterna de Dios. Y, es el mismo Dios que exhorta a sus hijos a que vivan en ella. De este modo, la vida cristiana tiene que abrirse al don de la sabiduría de Dios e implantar el Reino de Dios. Algo así viene a expresar Santiago en su carta: «¿Quién de vosotros es sabio y experto? Que muestre sus obras como fruto de la buena conducta, con la delicadeza propia de la sabiduría» (3,13).

El reino de Dios está en medio de vosotros

El Reino de Dios lo instaura Jesús de Nazaret con una forma revolucionaria, fresca y original para cualquier época histórica en la que se viva. Una forma de vida original que sirve de testimonio y que habla por sí misma, sin necesidad de explicaciones, sin necesidad de alardes de grandeza. Con acciones y ejemplos concretos que descolocan a al pueblo. Gestos que traen al «valle de lágrimas» la ternura y la compasión de Dios por sus hijos. Cuando el Bautista está encarcelado se hace la siguiente pregunta a cerca de Jesús. ¿Es realmente, Jesús, el Mesías, el Dios con nosotros? A lo que «Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados» (Mt 11,4-5). Jesús y el Reino de Dios van de la mano, para mostrar algo realmente profundo: Dios mira con amor al que está necesitado de su misericordia.

De este modo, Jesús deja claro al auditorio fariseo, que no se trata el Reino de Dios de grandes exhibiciones, de estar aquí o en otro lugar físico concreto. Sino que el Reino de Dios se ha hecho presente en medio de su pueblo. A los discípulos, a los hijos de Dios, se les lanza un reto concreto, el Reino de Dios, debe de florecer en medio de las gentes. No se trata, por tanto, de vivir en una serie de claves morales, vivir aferrados a la ley, sino que lo que plantea Jesús como algo nuevo que debe de echar raíces profundas en el corazón de sus seguidores es vivir en clave de amor. «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud» (Mt 5,17). La plenitud en el Reino la da precisamente la vida en el amor: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). El amor hace que te entregues hasta las últimas consecuencias por implantar algo distinto, nadar contracorriente, hacer esfuerzos sobrehumanos, para que germine la compasión en medio de escenarios que solo hablan de oscuridades y muerte.

Así la acción de Jesús de la que envía noticias al Bautista que está encarcelado: «Los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados». Coincide con la liberación, sanación, vida en el amor que implanta el Reino de Dios en esta tierra. Esto es lo que se nos plantea hablando del Reino: «Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros» (Mt 11,20). Una de las claves de que el Reino está vigente es la acción de Jesús que expulsa los demonios. La parábola del grano de mostaza compara el Reino con ese grano, el cual, después de crecer ha creado una estructura lo suficientemente potente como para que las aves se sientan seguras, aniden y canten en sus ramas. El Reino está presente cuando los discípulos de Jesús creamos estructuras de hospitalidad. El Reino se parece a un tesoro. Cuando los cristianos vivimos y manifestamos con nuestra vida la alegría del encuentro con Jesucristo vivo y resucitado hablamos del sentido del Reino.

Para ello, hay que abrirse a al don de la sabiduría de Dios. No vivir en clave de cumplimiento de la ley al estilo fariseo, ya que, no es fácil comprender el nuevo planteamiento de vida que propone Jesús: Su Reino de amor. Para ello, se ha encarnado, se ha hecho uno de nosotros y habla de ese anuncio de pasión, muerte y resurrección como la clave de vivir centrado en una entrega total de la vida por amor a Dios y a la humanidad. De este modo, el que se siente discípulo, es un instrumento en las manos de Dios como lo plantea este himno: «Y tú te regocijas, oh Dios, y tu prolongas en sus pequeñas manos tus manos poderosas; y estáis de cuerpo entero los dos así creando, los dos así velando por las cosas». Eso es lo que hace que el Reino esté presente en medio de nosotros, creador y creatura están trabajando por implantar algo nuevo.