Mar
15
May
2018

Evangelio del día

Séptima Semana de Pascua

Y ellos han guardado tu palabra

San Isidro

San Isidro

Esposo y padre de familia, patrón de Madrid y de los agricultores. Vivió en Madrid en el siglo XII

Un Santo laico y labrador

Recién conquistada la villa de Madrid por Alfonso VI a los musulmanes, nacía en ella Isidro de Merlo y Quintana hacia el año 1080, siendo muy pronto bautizado en la parroquia de San Andrés, poco antes consagrada. Eran aquellos tiempos decisivos y de gran transformación para la Península Ibérica, pues cinco años más tarde, los cristianos reconquistaban Toledo a los árabes y, poco después, en 1090, comenzó la decadencia de la civilización islámica en España. De familia pobre y virtuosa, Isidro fue educado por sus padres en la práctica de las virtudes cristianas, ya que no pudieron enviarle a la escuela. Pero pronto quedó huérfano y, desde muy joven, tuvo que dedicarse, como jornalero, a las labores del campo, cultivando las tierras del hacendado Iván o Juan de Vargas, caballero principal de uno de los más limpios linajes madrileños. Parece ser que, siendo Isidro de carácter retraído, callado, pero devoto y amable con todos, madrugaba más que el sol para ir muy temprano a visitar las iglesias de Madrid y oír misa antes de ir al trabajo, lo que le valió el que los compañeros le acusasen ante su amo de no trabajar con la diligencia debida.

Al ser reconquistado Madrid por los almorávides, Isidro tuvo que huir de allí, como otros muchos cristianos, y lo hizo a Torrelaguna, donde contrajo matrimonio con una campesina sencilla, llamada María Toribia (según la tradición, Santa María de la Cabeza), de la que tuvo un hijo. Isidro allí siguió trabajando para otro terrateniente donde también fue acusado de rezar mucho y trabajar poco, por lo que su amo le exigió un rendimiento mayor que a los demás jornaleros. Pero Isidro lo soportó todo con admirable paciencia y Dios premió su fe y su laboriosidad abundantemente. Más tarde, pudo retornar con su mujer a Madrid, y de nuevo volvió a trabajar para su antiguo amo, el hacendado Juan de Vargas. Frente a los conflictos con otros agricultores, que le acusaban de no trabajar, pues se dedicaba más a la oración que al laboreo, Juan de Vargas se dio cuenta de la profundidad de su virtud y de su fidelidad, por lo que siempre le tuvo en gran estima y le concedió toda su confianza, lo que le granjeó también la envidia de sus propios compañeros.

Así transcurre la vida de Isidro en el agro de Madrid, siendo modelo de fidelidad a sus obligaciones laborales y de virtudes cristianas, como la oración asidua, la caridad para con los pobres, compartiendo con ellos lo poco que tenía, y la devoción a la Eucaristía, que le llevó a fundar una cofradía para dar culto al Santísimo Sacramento. A la hora de su muerte, como buen cristiano, hizo confesión de sus pecados y recomendó a sus familiares y amigos que tuvieran mucho amor a Dios y mucha caridad con el prójimo.

La tradición popular conservó la memoria de su espíritu de oración y de generosidad con los necesitados, tanto que recuerda que lo que ganaba como jornalero lo distribuía en tres partes: una para la Iglesia, otra para los pobres y otra para el sustento de su familia, llegando su generosidad a compartir con los más pobres esta tercera parte que se quedaba para sí. Y la leyenda ha tejido su memoria de una serie de anécdotas y prodigios, que han hecho las delicias de la gente piadosa, como la del ángel que araba mientras San Isidro rezaba, o la de hacer subir las aguas del pozo en que cayó su hijo para poder salvarlo, o la de la marmita que siempre estaba llena, a pesar de distribuir su jugoso contenido una y otra vez a los pobres, o la de llenarse su granero después de haber dado todo su trigo al patrón de Torrelaguna para cumplir con sus exigencias.

La primera Vida que se conoce del santo, es la del diácono de Zamora, Juan Gil, que data de 1275, en la que se relatan muchos milagros relacionados con la vida de San Isidro y otros muchos realizados por él después de su muerte. Este santo madrileño es uno de los santos laicos, no mártires, más antiguos de los que tenemos noticia.

El cuerpo incorrupto de San Isidro

San Isidro murió el 15 de mayo de 1130 y su cuerpo fue enterrado en el cementerio de la parroquia de San Andrés, hasta que en 1170 fue trasladado, incorrupto, a la iglesia de San Andrés, de Madrid, donde había sido bautizado. El 1 de octubre de 1212, su cuerpo fue exhumado y expuesto a la veneración de los fieles en la misma iglesia parroquial, y al año siguiente, 1213, Alfonso VIII, que había vencido a los árabes en las Navas de Tolosa, construyó en la parroquia de San Andrés una capilla para albergar las reliquias de San Isidro. Allí estuvieron hasta 1535, en que, envueltas en ricas telas, fueron trasladadas a la capilla del Obispo, donde permanecieron hasta 1650. En tiempos de Felipe III, rey de España (1578-1621), habiendo caído gravísimamente enfermo, a su regreso de Lisboa, en Casarrubios del Monte (Toledo), le fue llevado el cuerpo de San Isidro hasta su estancia real, y el monarca sanó milagrosamente. Más tarde, en 1769, pasaron los restos del Santo Patrón de Madrid a la colegiata de San Isidro, en cuyo altar mayor reposaron las reliquias del santo, en urna de plata, para la que el artista Manuel Pereira compuso unos bajorrelieves con escenas de su vida. Esta colegiata la erigieron los jesuitas en honor de San Isidro, con motivo de su canonización, siendo construida entre 1626 y 1664, y, desde la erección de la diócesis de Madrid en 1885 hasta la terminación de la construcción de la catedral de la Almudena en 1993, hizo las veces de catedral. Es la actual colegiata de San Isidro, en la calle Toledo de Madrid.

San Isidro, Patrono de Madrid y de los agricultores españoles

San Isidro es patrono de Madrid desde el 14 de abril de 1619, día en que el papa Pablo V firmó el decreto de su beatificación. Los madrileños lo festejaron al año siguiente, el 15 de mayo de 1620, estrenando la Plaza Mayor. Posteriormente, Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622, en presencia de 32 cardenales, y junto con San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Felipe Neri. ¡Magníficas compañías!

El Beato Juan XXIII le declaró patrono de los campesinos y labradores españoles y de todos los agricultores católicos del mundo, y la liturgia de las horas recuerda en este día de San Isidro, un sermón de San Agustín en el que decía: «Sembrad, aunque no veáis todavía lo que habéis de recoger. ¿Acaso el labrador, citando siembra, contempla ya la cosecha? El trigo de tantos sudores, guardado en el granero, lo saca y lo siembra. Confía sus granos a la tierra. 'vosotros, ¿no confiáis vuestras obras al que hizo el cielo y la tierra? Fijaos en los que tienen hambre, en los que están desnudos, en los necesitados de todo, en los peregrinos, en los que están presos. Todos éstos serán los que os ayudarán a sembrar vuestras obras en el cielo».

Rafael del Olmo Veros, O.S.A.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.