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Pascua vocacional en Jaén

16 de abril de 2012

Durante los días del Triduo Pascual un grupo de jóvenes se ha reunido en dos aldeas de la sierra de Segura (Jaén) para reflexionar y confirmar su vocación dominicana a la luz de la Pascua de Jesús.

Pascua vocacional en Jaén

Las mañanas se han dedicado a la oración y reflexión personal, y también al compartir fraterno; las tardes a celebrar los Oficios en ambas aldeas. Para los participantes ha resultado una experiencia inolvidable, y un modo de dar un pequeño paso en la vocación dominicana a la que se sienten llamados.

En cierto modo, está de más decir de esta Pascua que fue sustancialmente edificante y renovadora, puesto que de no ser así, sobrarían crónicas y relatos sobre algo que en esencia no ha existido, esto es, una auténtica Resurrección. Precisamente este era el objetivo y la pretensión de siete jóvenes enamorados: "siete", en sentido literal aunque se admite una visión exegética del mismo; "jóvenes" porque aquí sólo cabe la literalidad; y "enamorados", porque sólo buscan la verdad los que la aman. Ellos, haciendo uso de su desfachatez y su desarraigo por todo aquello que signifique conformismo, uniformidad y desesperanza, desafiaron a los acontecimientos y tomaron la larga y fatigosa senda hacia la luz del Resucitado -he de decir en verdad, que el viaje en avión y la "paliza" de largas horas en coche y en autobús, justifican este tono tan épico-.

Toda nuestra actividad giraba en torno a la preparación del Solemne Triduo Pascual en las aldeas de Miller (Jaén) y Góntar (Albacete). Fue una tarea encomendada por el párroco de Santiago de la Espada -parroquia a la cual pertenecían ambas aldeas- D. Jesús, del cual si la imaginación nos lo brinda como un viejo sacerdote, cansado y abrumado por las largas travesías en vehículo; por los problemas de tener hasta siete templos -también se admite la visión exegética del número siete- con sus catequesis correspondientes y su vida sacramental plena; estaría mostrándonos una imagen diametralmente opuesta a la realidad, pues D. Jesús con apenas 27 años, junto con su compañero de armas D. Jaime, hacen viva las palabras de Cristo "donde dos o más están reunidos...".

Además de todo el ajetreo de preparar lecturas, cantos, procesiones -sí señor, incluida una procesión del Viernes Santo caracterizada por su rapidez y parquitud, donde aún los cánones conciliares no imperaban todavía en las gentes del lugar- hogueras, etc... teníamos tiempo para dedicarlos a esa pregunta que sin respuesta, la luz del Resucitado ha hecho que abracemos con toda nuestra alma: ¿qué quieres Señor que hagamos?

Si aún no he dicho cuáles son nuestros nombres, no es por adolecer de modales literarios, sino más bien porque tras la renovación del bautismo, tenemos ciertas dudas sobre nuestro nombre. Por supuesto, no es por pedantería teológica que digo esto, (no piensen eso de este torpe cronista), puesto que tal confusión es dada por la alegría que invadió a nuestro fray Dionelli, que viéndose ya pertrechado con las armas de diácono, y ante el sobrecogedor ambiente de Resurrección que respiraba, tomó a bien el modificarnos los nombres y ahí va: "desde ahora no te llamarás Dailos sino que serás Byron de Santa Cruz de Tenerife" y todos tan contentos. Así pues, si no recuerdo mal, en Miller nos dimos cita: fray Javier Garzón, conocido en aquellas tierras extranjeras como el "cura blanquito", submaestro de estudiantes venido de Valencia; fray Dionelli, al cual agradecemos sus innumerables aportaciones a nuestra lengua castellana, tales como "chelitos", "piquiña" y un largo etc.; Antonio Rafael, que venido desde Guadix (Granada) con el espíritu quebrado de una Semana Santa pasada por agua, nos regaló a todos la reparación del nuestro, con su magnífica recitación del Pregón Pascual -además de ilustrarnos y maravillarnos con el uso de una rúbrica certeramente canónica a la vez que apasionadamente humana-; Ciro, que hace honor al apodo de su tocayo bíblico con sus imponentes declaraciones y sus soberbias intervenciones en terrenos acádemicos y elucubrativos, a los cuales pocos se atreven a aventurarse por cobardía y falta de fe y amor, cosas que nunca podrán decirse de nuestro Ciro, celebérrimo sacristán de la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria. Además, estaba Dailos, qvod sibi nomen imposvit: Byron, para el cual palabras son imposibles de tener pues la heroicidad de su vida y sus profundos sentimientos son algo que escapa a la descripción del más avezado pintor de textos, quedando solo para su descripción, como sucede con los grandes, el conocerlo en persona y maravillarse con su compañía y amistad.

También estuvo con nosotros Juanma, prenovicio de la Provincia Bética, que nos precede en nuestro camino dominicano, recio varón de Baza (Granada). Juanma nos enseñó que la mayor de las verdades se encuentra como dice Teresa de Jesús, entre las cacerolas y sartenes, y esto dicho de un modo literal, pues sus dotes como cocinero y como pinche de cocina, están a la altura de su sabiduría y su inteligencia, la cual desprende a raudales subiéndose a la cátedra del ejemplo y la sinceridad. Por último, -en todos los sentidos- está vuestro cronista, Rafael (mi nombre completo hasta la Pascua era Rafael Jesús), aquel que sufrió indecibles padecimientos por sus hermanos, desde mortificar su cuerpo con el agua fría de la ducha -dos veces- en sufragio por los muchos pecados cometidos, pasando por ser un abnegado chófer que tuvo que hacer frente a los abusos cometidos por las altas estancias de la ley y el orden -nos multó un teniente de la Guardia Civil-, y terminando por la vergüenza que tuvo que padecer cuando puso en entredicho la virtud de un sacerdote santo y su ama de llaves, ante su inmediato sucesor en la sede parroquial -en mi defensa diré que el párroco se explicó mal-.

Pues ya ven, fue una experiencia bastante curiosa, que a buen seguro las fotografías describirán mejor en sus entresijos y sus detalles. Sin embargo, como observan inteligentemente, aquí sólo se habla de las personas, y si es así, es porque ciertamente estoy realmente impactado por haber descubierto en ellos, en la comunión con ellos, en la vida compartida, en los secretos dichos en voz alta, en las risas y en las aperturas de corazón, etc. la voz del Señor que de un modo potente y alborozado -como la de quien no puede contener la alegría de lo que va a decir- nos ha invitado a seguirlo y a conocerlo. Como en Emaús, Cristo se "ha dejado ver" y su visión nos ha confirmado... Y nosotros sólo podemos decir: “¡Gracias!, ¡Muchas gracias!”.