La Fraternidad Jesús Obrero de Madrid celebra las promesas perpetuas de once hermanos
Fray Pedro Juan Alonso presidió la eucaristía en la que se renovó el compromiso dominicano de varios laicos
El pasado 13 de junio, la parroquia Jesús Obrero de Madrid acogió la celebración de la admisión y las promesas en la Fraternidad Laical de Santo Domingo. Presidió la eucaristía Fr. Pedro Juan Alonso OP, vicario en España de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario.
Durante la ceremonia se celebró la admisión en la fraternidad de Leticia Pérez del Tío, Teresa Aldama Robles y Victoria Duque de Estrada Herrero. Asimismo, Rocío Mena Pérez realizó su promesa temporal.
El momento central de la celebración fueron las promesas perpetuas por parte de once miembros de la fraternidad: Agustín Fernández-Pacheco Belda, Almudena Serrano González, Ana María Rosado Gutiérrez, Chus Azanza Ruiz de Erenchun, Diana Gonzalo Martínez, Javier Aldama Robles, Jesús Gil Alonso, José María Ustárroz Cuadra, María José Cerro Pascual y Santiago Donato Cano García.
En su homilía, fary Pedro Juan Alonso reflexionó sobre el tesoro que cada cristiano lleva en “vasijas de barro”: el don de la resurrección de Jesús. Invitó a los miembros de la fraternidad a vivir este tesoro desde la humildad, reconociendo que la fecundidad de la predicación no viene de uno mismo, sino de quien ha resucitado y nos impulsa a anunciar el Evangelio.
El vicario provincial animó a los laicos a vivir su vocación dominicana desde la interioridad, la fraternidad y la sinodalidad, recordando que “no somos nosotros quienes nos consagramos, sino que es Dios quien nos habilita para vivir esta vida al estilo de Santo Domingo”.
“La fraternidad es signo, es predicación viva con vuestra vida”, afirmó, recordando que todos los carismas en la Orden son necesarios y que la misión compartida entre laicos y frailes es una realidad que se construye desde el compromiso y la comunión.
Con emoción y espíritu de familia, la Fraternidad Jesús Obrero celebró esta jornada como un paso importante en su camino comunitario, y como una renovación del deseo de seguir a Cristo pobre, casto y obediente en medio del mundo, según el carisma de Santo Domingo de Guzmán.