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Revista CR: Hambre y sed de ATENCIÓN. “Dichosos los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia” (Mt5,7)

30 de junio de 2024
Etiquetas: Revista CR
Revista CR: Hambre y sed de ATENCIÓN. “Dichosos los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia” (Mt5,7)

Hambre y sed, necesidad… en esta ocasión llamamos la atención a la necesidad de atención. La falta de atención, la indiferencia, el aislamiento, el rechazo, pueden ser (son) razones, causas de la falta de sentido, la falta de ilusión, la falta de motivación que nos ponga en movimiento, para ser protagonistas de nuestra vida, para saber acompañar y sabernos acompañados, caminar con los demás para ser, crear y… trascender.

Estar atentos para descubrir, reconocer, lo que realmente importa en la vida. Estar atentos para saber mirar y agradecer, responder a la pregunta “¿dónde está tu hermano?”. Estar atentos supone, exige, desapego y dejar ser… por tanto, atentos para amar.

            Aquí y ahora, no es fácil, el mundo, un contexto de grandes desigualdades,  se presenta con abundancia de opciones y con muchas dificultades, y la tentación de la indiferencia es inmediata para  evitar el desasosiego, la angustia, el sufrimiento. La indiferencia es amenaza de inhumanidad, insensibilidad, oscuridad, confusión, totalitarismo.  Precisamos de la atención, la no indiferencia, misericordia como virtud que inclina a la compasión, piedad, comprensión, benevolencia, ternura, bondad que va de la mano del cuidado y la atención. La no indiferencia es el cultivo de la bondad, es el cultivo de la vida espiritual y comunitaria.

            La atención es necesaria para conocer, aprender, saber, crecer, valorar al que te acompaña, al que está contigo; valorar el reencuentro con los demás, con las cosas del mundo, con uno mismo y con Dios. La atención, una manera de ser, de estar, una manera de expresar el respeto que permite contemplar y mirar sin afán de dominio… reiteramos e insistimos, con amor.

            Según Simone Weil, “la atención absolutamente pura es oración”. “Porque es pura presencia en la presencia, pura disponibilidad y pura acogida” (A. Comte-Sponville). Puestos en esta tesis, dice Simone Weil: “La atención consiste  en suspender el pensamiento, en dejarlo disponible, vacío y penetrable al objeto, manteniendo cerca del pensamiento, pero en un nivel inferior y sin contacto con él, los diversos conocimientos adquiridos que deban ser utilizados […] Y sobre todo el pensamiento debe estar vacío, a la espera, sin buscar nada, pero dispuesto a recibir en su verdad desnuda el objeto que va a penetrar en él”. Es una mirada a distancia, que permite diferenciar lo real de lo ilusorio, lo que es en sí de lo que produce el “yo”. La atención requiere, por esto, de un aprendizaje que se desarrolla a través del tiempo. 

Número 554 (mayo junio 2024)

            Por exceso o por defecto, podemos acabar adoptando la postura de “pasar”, de indiferencia, que nos conduce a un aislamiento e individualismo, que nos convierte en víctimas de nosotros mismos. ¿Cómo exigir a los demás lo que no somos capaces de reconocer, sentir, recibir, pues estamos incapacitados para ser conscientes de lo que nos dan, de lo que nos presentan, de lo que son y significan, lo que significamos los unos para los otros?

            Seguimos hablando de hambre y sed. Demandamos atención, “¡eh, que estoy aquí!”. Nos necesitamos. “En el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca.” (Francisco, FT 30).

            Precisamos de la atención, “¡hola, que alegría que te encuentro!”. Encontrarse con el otro es la oportunidad de salir de uno mismo, permitir que el otro se haga presente y responder haciéndonos presentes. “Recordamos que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos.” (Francisco. FT 32)

            Salir de uno mismo y el espacio se amplía y nos invita a mirar, contemplar, prestar atención. Estamos más cerca de la verdad – la verdad no se posee, se está en la verdad- y estar en la verdad es estar en el buen camino.

            Atención, para andar por el buen camino. Atención al mismo camino. Podemos andar por la vida pensando que siempre es lo mismo y que nada nuevo bajo el sol nos va a sorprender, pero esto no es cierto. Todo nos puede parecer igual, pero no es cierto, las cosas cambian y hasta en la rutina diaria podemos aprender y ser testigos de muchos matices que enriquecen nuestro conocimiento y cambian, lógicamente, nuestras relaciones. La atención es un medio para la toma de conciencia, esa que nos ayuda a apreciar las diferencias, la variedad, los cambios, todo esto es riqueza que se encuentra en el camino que precisamos andar para saber y sentir que estamos vivos.

            “No hace falta que vivas una emocionante aventura o que te traslades a lugares exóticos para sentirte vivo. Puedes sentirte vivo y entregado a algo donde estás ahora mismo. La práctica de la conciencia plena puede ser una solución permanente al aburrimiento.” (Arnold Kozak)

“Lo que se ve” y “lo que se oye” es importante, formamos parte de esa realidad. La atención a la realidad también tiene la función y la capacidad de valorar y poner cada cosa en su lugar. “Lo que se ve”, somos testigos directos y tenemos que reconocer que según sea nuestro estado de ánimo lo que vemos tiene un color u otro. “Lo que se oye”, atención también al cómo se dice. La comunicación es lo que se dice y el cómo se dice. Atención para apreciar lo  que se oye. Pero no nos conformemos con prestar atención sólo al exterior, lo que vemos, quién se comunica y cómo, qué comunica. Atención también hacia uno mismo, ser conscientes del: ¿Cómo estoy? ¿Qué busco? ¿Qué me gustaría oír o ver y, sin embargo, qué estoy oyendo o viendo? ¿Cuál es mi disposición?

 Conciencia y consciencia de lo que tenemos delante, de lo que oímos, y cuanto más vacíos de intereses particulares y prejuicios…, mejor; cuanto más liberados de lo que nos condiciona, mejor.

Atención al contexto donde se da    lo que vemos y oímos. Según el contexto,  el contenido, el significado, el sentido, de lo que vemos y oímos, es difernte. Un contexto de enfado, odio, desconfianza, persecución, miedo, seguramente es lo más idóneo para discutir, enfadarse, no llegar a ningún acuerdo y, añado, no haberse enterado de nada.  

Atención, no indiferencia. La indiferencia nos hace incapaces de sentir empatía. No negarnos nuestra capacidad de conocer, saber y poder dudar, ser críticos. No permanecer pasivos, vivimos en el mundo y hacemos la vida en relación… Nos relacionamos, tenemos que responder si queremos crecer, avanzar en nuestro caminar por la vida y disfrutar de los paisajes y también de las pequeñas cosas que adornan el camino. Y para responder hay que guardar una distancia que facilite la observación de los hechos, de las cosas, de lo que son, de quién está con nosotros, quién nos acompaña; y facilite respuestas más certeras y adecuadas. El hecho de guardar una distancia es poner atención. Y esa distancia, en las relaciones, en lo que se nos es dado, más que independencia es libertad. Guardemos la distancia, que nos permite descolocarnos, salir de nosotros mismos para recoger el regalo que el otro nos da, que la vida nos da; extendamos nuestras manos como gesto, metafóricamente hablando, de aceptación y recoger el don, que es el otro, que es la vida…  Si prestamos atención nos daremos cuenta de que aquello bueno que nos llega, nos llega a modo de regalo y, por tanto, el agradecimiento es nuestra respuesta. ¿Vivir agradecidos no tendrá que ver con vivir más felices? La felicidad que no se compra, que no se tiene, como la verdad, se vive en ella.

Atención, también tiene que ver con cuidar, poner atención y solicitud en la ejecución de algo, atender, mirar, asistir…El cuidado al otro, es un signo, un gesto de fraternidad y es eficaz cuando no inunda, no se come el espacio del otro, cuando no anula. El cuidador, no debe buscar tanto su éxito, sino dar la oportunidad de que salga a la luz la dignidad del cuidado, confiar en la capacidad del necesitado, “¡tú puedes!”.

Dichosos los misericordiosos, en otras traducciones de la Biblia (la Nueva Biblia Española, por ejemplo) leemos: “Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda” (Mt 5,7). Cuidar, ayudar, es resultado, reflejo, de un planeamiento misericordioso de la vida.  

Atención y misericordia tienen su relación, forma parte de una misma realidad, la realidad de Dios con nosotros. Jesús, nos dice: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Es una propuesta, una invitación, no es un mandato, “como vuestro Padre…” no utiliza la conjunción porque (porque vuestro Padre es…) que tiende más a indicar una obligación; dice como, adverbio de modo, de qué manera, a la manera del Padre, podría ser su lectura.

¿Quién no está necesitado de la misericordia? ¿Quién no está necesitado de la atención? Ser “misericordiados”, ser atendidos.

En la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32) se dice: “Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se estremeció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó.” (vv. 20-21) Podríamos pensar que el padre estaba muy atento, vigilante, ¿y si al hijo le daba por volver? Este hijo se pone en camino de vuelta a casa. Estaba lejos y el padre lo vio. El padre de la parábola tenía la miseria del hijo en su corazón –esto es  misericordia-, no podía olvidar a ese hijo y la fuerza de su amor podría ser (es) causa, motivación, para buscar un camino de salida, solución, respuesta a esa situación en la que el hijo se sentía indigno, culpable. ¿Cómo recuperar la dignidad, la condición de ser humano, de hijo, de hermano? Sólo el perdón. “Entonces recapacitando pensó: … Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido; ya no merezco llamarme hijo tuyo.” (vv.17-19)

Atención y misericordia, es perdón: pedir perdón y perdonar. Los misericordiosos serán tratado con misericordia. Cuando rezamos el Padrenuestro decimos: “perdona nuestras  ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación”. Es necesario estar muy atentos para no caer en la tentación donde el egoísmo se hace el dueño.

“Tened los mismos sentimientos del Mesías Jesús, el cual, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó…” (Flp 2, 5-9)

            Atención para acoger, conocer, compartir. Atención,  liberarse de uno mismo y descubrir la belleza, la bondad, la verdad, el amor. Atención para  ser y ser con los otro, camino de encuentro con Dios, donde el perdón, la paciencia, la atención, el servicio, nos hacen más humanos.

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