La espiritualidad de las Órdenes mendicantes

Entre el románico y el gótico surge la espiritualidad de las órdenes mendicantes, que destaca por la pobreza, la fraternidad y el estudio, desde el amor.


Santo Domingo y san Francisco vivieron en una época de transición espiritual. Ambos se empaparon en su niñez de la espiritualidad románica, pero las Órdenes por ellos fundadas fueron grandes impulsoras de la nueva espiritualidad gótica que se estaba extendiendo por toda Europa.

¿Cuándo surgen las órdenes mendicantes?

La Orden de los Hermanos Menores, si bien conservó algunos elementos románicos –como la importancia que le dan a la naturaleza como ámbito de comunicación con Dios–, también impulsó y propagó mucho la imagen humana, pobre y sufriente de Jesucristo, que es fundamental en la espiritualidad gótica. Es muy significativo que san Francisco redactara la Regla de 1209 entresacando frases tomadas exclusivamente de los evangelios, dejando atrás la espiritualidad del Antiguo Testamento.

Santo Domingo, que vivió la espiritualidad románica tanto en Castilla como en el Languedoc, tras fundar la Orden de Predicadores, renunció a esta espiritualidad y decidió enviar a sus hermanos a Bolonia y sobre todo a París para que se formasen teológicamente, pero también para que conociesen e interiorizasen la nueva espiritualidad gótica, mucho más adaptada para predicar el Evangelio en la nueva Europa urbana.

Un nuevo enfoque en la relación con Dios

Llama mucho la atención cómo se relacionan con Dios los franciscanos y los dominicos. Los primeros: amando buscan conocer a Dios. Los segundos: conociendo buscan amar a Dios. Son dos matices muy importantes que han determinado su espiritualidad y su modo de hacer teología.

¿Que carateriza a la espiritualidad franciscana?

La espiritualidad franciscana anima a acercarse con amor a la gente y a la naturaleza, pues todo es obra de Dios, y Dios es todo amor. Donde hay alguien necesitado, hay un corazón franciscano dispuesto a consolarle y ayudarle. Este modo de ver la vida ha hecho de los franciscanos una Familia religiosa muy querida por el pueblo.

El franciscano vacía su interior de todo lo banal y mundano, de toda posesión y prejuicio, para que Dios lo llene con su entrañable amor misericordioso. De esta forma, pone su humilde corazón a disposición de la Divinidad para que, a través de él, Ésta pueda transmitir su amor a todas sus criaturas.

Amando, el franciscano alcanza la sabiduría y se convierte en fuente de Paz y Bien. Así reza la Oración franciscana por la paz –u Oración de san Francisco–, de autor anónimo y que data probablemente de comienzos del siglo XX:

«Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:

donde haya odio, ponga yo amor,

donde haya ofensa, ponga yo perdón,

donde haya discordia, ponga yo unión,

donde haya error, ponga yo verdad,

donde haya duda, ponga yo la fe,

donde haya desesperación, ponga yo esperanza,

donde haya tinieblas, ponga yo luz,

donde haya tristeza, ponga yo alegría.

Oh, Maestro, que yo no busque tanto

ser consolado como consolar,

ser comprendido como comprender,

ser amado como amar.

Porque dando se recibe,

olvidando se encuentra,

perdonando se es perdonado,

y muriendo se resucita a la vida eterna».

¿Por qué es importante el estudio en la espiritualidad de los dominicos?

Uno de los grandes aportes espirituales de la Orden dominicana es considerar el estudio como una privilegiada vía de experiencia de Dios. De hecho, es la primera Orden en la que todos los hermanos que van a ser ordenados sacerdotes deben formarse muy bien teológicamente.

Supone una gran novedad en la historia de la espiritualidad

Esto supone una gran novedad en la historia de la espiritualidad, pues hasta entonces los que buscaban a Dios por medio del conocimiento eran una minoría, principalmente por los motivos socioculturales que hemos visto en capítulos anteriores, pero también porque el saber era considerado, en cierto modo, como un peligro espiritual, pues, mal orientado, puede poner a la persona bajo la tentación de creerse mejor que los demás. Ya lo dice el Señor: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los grandes y los sabios, y haberlas revelado a los pequeños» (Mt 11,25). Esto mismo lo dijo san Pablo (cf. 1 Cor 1,17-25) y muchos otros maestros espirituales.

Pero santo Domingo insistió en que hay que estudiar con un corazón «mendicante» y humilde. Así, el estudio nos permite a los creyentes conocer mejor a Aquel a quien queremos amar: y conociéndole mejor, más y mejor le amamos.

Santo Tomás de Aquino (ca. 1224-1274) explicó muy bien en qué se fundamenta la espiritualidad del estudio dominicano: no consiste simplemente en memorizar y recitar lo memorizado, ni en investigar y publicar lo investigado, sino en algo mucho más profundo: en «contemplar y dar lo contemplado» (Suma de Teología, II-II, q. 188, a. 5c). Sólo cuando el estudio es contemplativo, éste nos permite acceder a la Verdad, para después poder predicarla.

Contemplar y dar lo contemplado
Santo Tomás de Aquino

Efectivamente, a nivel pastoral, santo Domingo consideró que era indispensable que sus hermanos se apoyaran en el estudio de la teología para poder predicar bien el Evangelio. Ese es el motivo por el que el Papa Honorio III dejó a los dominicos predicar íntegramente la doctrina de la Iglesia.

Aunque san Francisco no le dio importancia al estudio pues consideraba más importante conocer a Dios desde la experiencia espiritual de la pobreza radical, desde sus inicios los franciscanos también contaron con muy buenos teólogos.

Buena prueba de ello es san Antonio de Padua (1195-1231), que es Doctor de la Iglesia. Asimismo, algunos años más tarde, liderados por su Ministro General san Buenaventura (1221-1274), también Doctor de la Iglesia, los franciscanos comenzaron a establecer una buena formación teológica para los hermanos ordenados.

¿Qué cambió en la Teología con la escolástica?

Así pues, pensando en la formación teológica, los mendicantes se situaron en las zonas universitarias y algunos de sus más preparados frailes se dedicaron a la enseñanza y a escribir sobre teología. Surgieron de este modo grandes teólogos, entre los que destacan, entre otros muchos, los franciscanos san Buenaventura y el beato Duns Escoto (1266-1308), y los dominicos san Alberto Magno (ca. 1200-1280) y santo Tomás de Aquino.

Además, se produjo un cambio muy significativo en la forma de orientar la teología: tiempo atrás sólo se estudiaban los «saberes eternos», es decir, las Escrituras y ciertos textos de los Padres, generalmente comentarios a las Escrituras. Y esto se hacía de forma monástica, es decir, mediante la lectio divina. Esto estaba muy en consonancia con la imagen que en aquellos tiempos se tenía de Jesús: el Pantocrátor, el Rey eterno.

Una nueva teología que aborda problemas concretos

Desde la segunda mitad del siglo XII, en las Universidades, además de estudiar los saberes eternos, se hacía una nueva teología que trataba sobre los problemas concretos y actuales. Y esto se desarrolló mucho en el siglo XIII. Un claro ejemplo es la Suma contra gentiles de santo Tomás, que habla sobre cómo debatir con los no creyentes de esa época.

En efecto, además de emplear la lectio divina, en las escuelas catedralicias también se estudiaba mediante la questio y la disputatio, con las que se razonaba y se debatía hondamente lo estudiado. Esta forma de hacer teología estaba muy ligada a la nueva espiritualidad gótica, que mostraba un Jesús muy humano –y divino–, que comparte aquí y ahora los sufrimientos y las alegrías de la gente.

¿Cómo surge el tomismo?

Mientras que los franciscanos prefirieron desarrollar una teología de corte agustiniano, es decir, de raíz platónica, entre los dominicos hubo frailes que se arriesgaron a desarrollar una nueva teología apoyada parcialmente en la filosofía de Aristóteles.

Esta nueva teología dio lugar al tomismo, llamado así porque fue santo Tomás quien le dio su máximo desarrollo. Además, los teólogos mendicantes escribieron grandes «Sumas» –o recopilación de saberes teológicos– con las que la Escolástica llegó a su apogeo.

¿Que aporta la pobreza a la espiritualidad?

La pobreza de los mendicantes tiene un sentido espiritual muy profundo: ponerse en manos de la Providencia, lo cual mueve a la persona a unirse espiritualmente a Dios.

La pobreza personal y la colectiva

Los mendicantes vivían únicamente de las limosnas. No tenían rentas ni diezmos. Ello les ayudaba a instalarse fácilmente en un lugar, pues no necesitaban contactar con un noble para que les regalase terrenos. Únicamente necesitaban que el obispo les cediera una iglesia o les diera permiso para construirla. Además, sus conventos eran pequeños y sencillos y, por tanto, fáciles de edificar.

Hay otro asunto importante: la mendicidad estaba íntimamente ligada a las ciudades, pues sólo en ellas se podía vivir de las limosnas. Si los monjes tenían amplias explotaciones agrarias y ganaderas era, entre otros motivos, porque no podían vivir de las limosnas en el campo, pues en él la población era escasa y pobre. En cambio, en las ciudades había mucha gente y una significativa parte de ella tenía suficientes recursos económicos para vivir holgadamente.

¿Cómo interpretan la pobreza?

De todas formas, las Órdenes mendicantes no viven de igual modo la pobreza. Como es bien sabido, para los franciscanos la «hermana pobreza» es su forma de seguir a «Cristo pobre» y en ella ven un inestimable camino de libertad interior para unirse a Dios. El franciscano busca tener un corazón desprendido para darse a todos por entero. No se siente dominador ni dominado por nada ni nadie, salvo por Dios, a quien le entrega toda su vida.

Es un camino de libertad interior

La pobreza es para el franciscano una excepcional senda para conocer a su amado Dios y al mundo que Él ha creado. Buscando la verdadera pobreza de san Francisco, en la Familia Franciscana han ido surgiendo diversas ramas de franciscanos a lo largo de la historia, entre las que cabe destacar a los conventuales y los observantes (siglo XIII) y a los capuchinos (siglo XVI).

En cambio, los dominicos no absolutizan la pobreza, aunque también es para ellos un modo privilegiado de ponerse en manos de la Providencia. La consideran una ayuda indispensable para estudiar y predicar, pues sólo desde la pobreza y la humildad se puede contemplar la Verdad en el estudio y sólo así puede ser predicada. Y es que, ciertamente, cuando nos sentimos famosos, ricos o poderosos, nos alejamos de la Verdad.

De todas formas, pasado el tiempo, las Órdenes mendicantes tuvieron que rebajar su nivel de pobreza comunitaria y optar por tener otros ingresos además de las limosnas, debido fundamentalmente a que llegó a haber tantos frailes mendicantes en las ciudades, que los laicos no podían sostener a todos con sus limosnas, sobre todo en tiempos de hambre, epidemias o guerras.

¿Cómo viven la fraternidad?

Al igual que en la vida monástica, la fraternidad es un elemento fundamental de la espiritualidad mendicante. Pero los franciscanos y los dominicos la viven de modo diferente. Para los franciscanos es algo muy vivencial.

Sus comunidades buscan ser un lugar de cercanía y cariño. El mismo Jesús es para ellos un hermano. Y también lo son los seres de la naturaleza, como nos lo muestra san Francisco en su Cántico de las criaturas, que veremos un poco más adelante. Y esto es así porque la pobreza les hace sentirse iguales a todos, pues todos somos hijos de un mismo Padre, cuyo corazón está lleno de amor y ternura.

Los dominicos tienen un sistema de gobierno democrático desde su origen

Para los dominicos la fraternidad es también muy importante, por ello la favorecieron mediante un sistema de gobierno que, desde su origen, es el más democrático de toda la Iglesia.

Todos los cargos que tienen algún tipo de poder en la Orden de Predicadores han sido elegidos democráticamente por sus hermanos, y las decisiones más importantes no las toma el prior, sino los hermanos reunidos en Capítulo, de tal forma que el prior debe hacer cumplir lo que en él se ha decidido. Pues bien, gracias a esta forma tan democrática de entender la fraternidad, la Orden de Predicadores nunca se ha dividido en diversas ramas.

¿Qué tiene de espiritual el Capítulo?

El Capítulo es un elemento fundamental en las Órdenes monásticas y mendicantes, si bien en cada una funciona de modo diferente. Por ejemplo, en la Regla de san Benito se dice que el abad, tras escuchar el parecer de sus hermanos, ha de hacer lo que él juzgue más conveniente.

Pero es importante subrayar el carácter espiritual que tiene para todos. Según el sentir de las monjas, los monjes y los frailes mendicantes, el Capítulo no es un simple órgano de gobierno, sino el modo que tienen los hermanos de discernir comunitariamente la voluntad de Dios.

No se trata de competir para ver quién tiene más votos, sino de aunar los espíritus para discernir todos juntos, con un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32), qué es lo que Dios desea. A la base de esta forma especial de discernimiento está el «Concilio de Jerusalén», en el que los Apóstoles, inspirados por el Espíritu Santo, tomaron la decisión más importante de la historia de la Iglesia: abrir el cristianismo a los paganos, es decir, a la universalidad (cf. Hch 15,1-35).

La predicación itinerante y la división en provincias

Francisco y Domingo quisieron que sus hermanos salieran al mundo como predicadores pobres e itinerantes para extender el Reino de Dios por medio de la palabra, sabedores de que una buena predicación puede transformar la vida de las personas, llenándola de sentido y felicidad.

  • Los franciscanos procuraban llegar al corazón de la gente con una predicación cercana y afectuosa
  • Los dominicos lo hacían sustentándose sobre todo en unos sólidos conocimientos de teología, que ellos mismos vivían coherentemente.

¿Qué aporta la itinerancia los religiosos?

La itinerancia es lo que configura a los mendicantes como religiosos de vida activa, es decir, no monástica. No tienen voto de estabilidad ni deben guardar una rigurosa clausura, todo lo contrario, deben salir a predicar el Evangelio por amplias y lejanas comarcas, pasando frío o calor, durmiendo en hospicios de pobres o en graneros, y mendigando la comida. Su modelo de vida lo marca este significativo pasaje evangélico:

«Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.

Y les dijo: “La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’”» (Lc 10,1-9).

¿Cómo se organizan las órdenes mendicantes?

La itinerancia requiere un sistema de gobierno diferente al monástico. Los mendicantes, al ingresar en la Orden, no profesan obediencia al superior de su comunidad –como hacen los monjes– sino al superior general de toda la Orden, de tal forma que éste tiene potestad para enviar a sus hermanos a donde sea conveniente.

Dado que era materialmente imposible que un superior general fuese responsable del gobierno directo de miles de frailes, las Órdenes mendicantes pronto se dividieron en Provincias, de tal forma que los frailes van a quedar bajo la potestad de su superior provincial, el cual debe obediencia al superior general. Este sistema de gobierno lo van a adoptar los Institutos religiosos de vida activa.

Pues bien, pronto los dominicos y sobre todo los franciscanos enviaron misioneros al norte de África y a Oriente para predicar el Evangelio en zonas mayoritariamente musulmanas o paganas, y a territorios asiáticos más al este. Por ello, también pronto comenzó a haber mártires mendicantes.