Desviaciones espirituales

Desviaciones espirituales del siglo XVII, como el jansenismo y el quietismo, influyeron en la espiritualidad cristiana separando la ascética y la mística.


En el siglo XVII se desarrollaron dos importantes desviaciones espirituales: el jansenismo y el quietismoque, a su vez, dieron lugar a dos fuertes movimientos en contra: el antijansenismo y el antiquietismo, que influyeron mucho en la espiritualidad cristiana.

¿Cómo surgió el Jansenismo?

Esta corriente espiritual fue promovida por el obispo francés Cornelio Jansenio (1585-1638), y arraigó con fuerza entre las monjas cistercienses de Port-Royal (norte de Francia). En su surgimiento jugó un papel importante el hecho de que en ciertos ambientes rigoristas no se aceptase que el Papado diese por bueno el supuesto «laxismo» en el que –según ellos– caen los jesuitas al dar preponderancia al libre albedrío de la persona frente al poder de Dios.

Los rigoristas tampoco aceptaban el humanismo devoto de san Francisco de Sales (1567-1622) que subrayaba, frente a los calvinistas, la libertad que Dios ha dado al ser humano para decidir su propio destino.

¿Cuáles fueron las creencias del jansenismo?

La espiritualidad jansenista se apoyaba en una errónea interpretación del pensamiento de san Agustín, según la cual, el pecado original ha corrompido profundamente al ser humano, de tal forma que éste necesita que Dios le dé la «gracia eficaz» para poder salvarse. Pero, según los jansenistas, Dios sólo se la da a ciertas personas, las cuales son conducidas por dicha gracia a la salvación. Pero, a las que no se la da, son llevadas por el pecado hacia la condenación. Es decir, según los jansenistas, no hay libre albedrío.

¿Cómo afectó a la práctica religiosa?

Asimismo, los jansenistas cayeron en el perfeccionismo religioso. Pensaban que Dios es un juez severo e implacable con nuestras faltas. Según ellos, para poder celebrar un sacramento hay que estar perfectamente preparado, lo cual es muy difícil: por ello los jansenistas desaconsejaban participar en la Eucaristía y otros sacramentos.

El perfeccionismo también les hizo caer en el rigorismo ascético, pues –en su opinión– la gracia eficaz hace que la persona someta a su cuerpo a grandes penitencias. Por lo tanto, quien no lo hace es porque Dios no le ha dado la gracia eficaz y, por tanto, irá irremisiblemente al infierno.

El jansenismo fue muy influyente en la espiritualidad francesa del siglo XVII, aunque fue poco a poco desapareciendo hasta su extinción en el siglo XIX. Influyó en ello el antijansenismo generado en el seno de la Iglesia. Pero, por desgracia, éste también tuvo repercusiones negativas, ya que dificultó la reforma de comunidades que habían caído en decadencia pues, cuando un superior exigía a sus hermanos más observancia religiosa, corría el riesgo de ser acusado de jansenista.

¿En qué consistió el Quietismo?

Si el jansenismo fue una desviación por exageración ascética, el quietismo es una desviación por exageración mística. Se originó en el norte de Italia a mediados del siglo XVII, y se difundió por escuelas, iglesias y casas particulares, llegando a Roma. No contamos con datos precisos sobre esta corriente. Según parece, era similar al iluminismo español del siglo XVI.

Los manuales clásicos de espiritualidad afirman que los quietistas sólo practicaban la oración mental y rechazaban la oración vocal, la liturgia, las devociones a los santos y a María, la penitencia y las obras de misericordia. Se trataba de una senda espiritual por la que el creyente caminaba hacia la unión con Dios –supuestamente– sin mediaciones.

Buscaba llegar a un estado espiritual en el que la persona permanezca totalmente pasiva –«quieta»– para que sea Dios quien actúe en ella. También se dice que los quietistas consideraban que en ese estado de total inocencia, la persona no es responsable de sus actos y, por tanto, no es necesario el sacramento de la Reconciliación.

¿Qué papel desempeñó la Inquisición contra el quietismo?

Ante tal situación, la Inquisición actuó enérgicamente, de tal forma que el gran perjudicado fue el sacerdote español Miguel de Molinos (1627-1696), que vivía en Roma y tenía fama de maestro espiritual. Había escrito una obra titulada: Guía espiritual que desembaraza al alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz.

La Inquisición lo encarceló de por vida y su obra fue a parar al Índice de libros prohibidos. Actualmente los expertos reconocen que esta obra no contiene ningún error doctrinal. El hecho es que fue condenada achacándole los errores que, presuntamente, la Inquisición había encontrado en los quietistas. Esto se hizo con el fin de dejar claro qué tipo de espiritualidad no era permitida por la Iglesia. También fueron encarceladas por la Inquisición otras personas que, supuestamente, eran quietistas.

Por otra parte, en Francia surgió un pequeño brote de un cierto quietismo menos radical que el italiano. Se le conoce como semiquietismo. También fue rechazado por la Iglesia. La lucha contra el quietismo y el semiquietismo provocó una fuerte corriente antiquietista que hizo que todo lo que parecía «místico» fuera puesto en duda. Esto, obviamente, perjudicó a la verdadera mística como veremos a continuación.

¿Cómo afectó la separación de la ascética y la mística?

El iluminismo del siglo XVI y el quietismo del siglo XVII hicieron que la Iglesia sospechase de la mística, por lo que tomó fuerza la separación de la ascética y la mística como caminos espirituales independientes. Según esta teoría, la vía ascética sería un camino común para todos los cristianos que consiste en madurar espiritualmente por medio de los ejercicios de piedad que el creyente hace con su propio esfuerzo. Esta vía nos conduce, supuestamente, a la contemplación adquirida.

La vía mística, sin embargo, sería un estrecho camino reservado para unos pocos a los que Dios les ha infundido una gracia especial para poder ser guiados por Él hacia la más alta cota espiritual, que es la contemplación infusa. Esta doble vía espiritual llevaba a pensar que no todos estamos capacitados para alcanzar la santidad en esta vida, sino sólo esos pocos a los que Dios concede la contemplación infusa.

En el siglo XX hubo autores que se opusieron a esta teoría, afirmando que todo camino interior que nos lleva hacia Dios es a la vez ascético y místico, y negando, además, la existencia de la contemplación adquirida, pues, según ellos, toda contemplación es infusa, es decir, infundida por el Espíritu Santo. Esta postura fue asumida por el Concilio Vaticano II, como veremos más adelante.

Pero el miedo al antiquietismo produjo que dejasen de publicarse nuevos textos puramente místicos, produciéndose así un «vacío místico» de tres siglos, los que trascurren entre las obras de san Juan de la Cruz, de finales del siglo XVI, y la Historia de un alma de santa Teresa de Lisieux, de finales del siglo XIX.

Los escritos de este periodo que podríamos definir como místicos no llegan al nivel de la literatura mística que hubo hasta el siglo XVI y a la que, afortunadamente, renació en el siglo XX. En cierto modo, podríamos decir que la literatura mística fue reemplazada en los siglos XVII al XIX por los tratados de espiritualidad.

Tratados de espiritualidad

La prevención contra la mística no supuso la prohibición de hacer oración mental, todo lo contrario, se generalizó mucho, sobre todo entre los religiosos, pues en esta época lo «espiritual» estaba de moda. Pero para evitar errores, se publicaron grandes y amplios tratados de espiritualidad que explicaban claramente en qué consiste la oración y cómo hay que hacerla, exponiendo diversas y complejas metodologías.

Destacan los tratados de los jesuitas Alfonso Rodríguez (1526-1616): Ejercicio de perfección y virtudes cristianas (1609), Luis de la Puente (1554-1624): Guía espiritual (1609) y La perfección del cristiano en todos sus estados (1612-1616), y Diego Álvarez de Paz (1560-1620): La vida espiritual y su perfección (1608).

Se desarrolló mucho la teología espiritual. Más adelante, en el siglo XVIII, se pasó a escribir por separado tratados de mística y tratados de ascética, distinguiendo así claramente entre la vía ascética y la vía mística para acceder espiritualmente a Dios. Y aparecieron también tratados sobre la «perfección sacerdotal» y la «perfección religiosa» que hablaban con detalle sobre los componentes de la espiritualidad de estas dos formas de vida.

¿Cómo se desarrolló el discernimiento espiritual?

También se desarrolló el discernimiento espiritual. En esta época eran muy valorados los místicos reconocidos como santos por la Iglesia. Pero, desgraciadamente, los autores que escribieron su vida para dársela a conocer al pueblo fiel, acentuaron en exceso, o exageraron, sus ejercicios ascéticos y sus «fenómenos místicos», por lo que, siguiendo su ejemplo, hubo muchos laicos y religiosos –sobre todo monjas– que se esforzaron en hacer grandes penitencias o que decían tener visiones, raptos, éxtasis y otros fenómenos místicos. Pues bien, ante los excesos ascéticos, los directores espirituales y los confesores contaban con tratados de ascética para aconsejar sobre este tipo de prácticas.

Pero mucho más complicado era discernir la veracidad de los supuestos fenómenos místicos que decía tener la gente. Por ello se escribieron tratados sobre discernimiento espiritual o discreción de espíritus, que ayudaban al confesor y al director espiritual a identificar qué mociones –o impulsos interiores– provienen realmente de Dios y cuáles no.

Estos tratados son considerados actualmente como incipientes estudios de psicología aplicada a la espiritualidad. Destaca el tratado de Las tres vidas del hombre, corporal, racional y espiritual (1623) del carmelita Miguel de la Fuente (1574-1626). Aunque el libro de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio siguió –y sigue– siendo una referencia fundamental.