San Juan Macías

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    1585 Nacimiento

    Nace en Ribera de Fresno (Badajoz) el 2 de marzo, queda huérfano a los 4 años. Se dedica al odicio de pastor.

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    1616 Las Indias

    Viaja a América con un comerciante a quién conoció y con el que trabajaba. Llega a Cartagena de Indias (Colombia).

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    1618 Perú

    Después de visitar el reino de Nueva Granada, y de conocer Pasto y Quito, llega a Perú donde estará trabajando como ganadero.

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    1622 Entrada en la Orden

    El 23 de enero toma los hábitos en el convento de La Magdalena como fraile lego.

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    1623 Portero humilde

    El 25 de enero hace sus votos definitivos. Estará más de 20 años encargado de la portería del convento y de atender a los pobres y necesitados.

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    1645 Muerte

    Muere el 16 de septiembre con sesenta años.

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    1837 Beatificación

    Fue beatificado por el papa Gregorio XVI el 22 de octubre.

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    1975 Canonización

    Fue canonizado por el papa Pablo VI el 28 de septiembre.

San Juan Macías fue un santo dominico español originario de Extremadura al que una experiencia mística lo impulsó a viajar a América. Ya en Lima, ingresó en los dominicos en 1622 y se distinguió por su dedicación a la oración y por atender a los pobres, los enfermos y los esclavos. Fue un fraile sencillo y de gran hondura, siempre disponible tanto para dar consejo a los grandes señores como para ayudar a los pobres que necesitaban sustento.

Perfil Biográfico

San Juan Macías nace en Ribera de Fresno (Badajoz) el año 1585. Huérfano a los cuatro años, desde muy niño se dedicó al oficio de pastor. Su vida esta marcada por una primera educación familiar con especial devoción a la Virgen María, particularmente mediante el rezo del Rosario.

Las largas horas cuidando ovejas le permiten adquirir hábitos contemplativos. Piensa mucho en el texto del Apocalipsis: "vi un cielo nuevo y una tierra nueva" y lo identifica con las Américas, hacía poco descubiertas. Emigra a América del Sur. En una nave mercante llega a Cartagena de Indias (Colombia) y más tarde a Lima. Allí pide el hábito de hermano cooperador, en el convento de Santa María Magdalena, en 1622, cuando contaba treinta y siete años.

Aprende de los acontecimientos y de la lectura de la Palabra de Dios

Su vida se distingue por una gran pobreza, humildad y caridad, es una persona sencilla y siempre abierta al cambio de vida. Aprende de los acontecimientos y de la lectura de la Palabra de Dios. Su oración es muy profunda: en ella la Virgen María y San Juan Evangelista le ayudan a encontrarse permanentemente con Cristo. Es un hermano muy respetuoso de los consensos comunitarios e incansable trabajador.

Fue portero del convento durante veinticinco años. Desde ese puesto ejercita una increíble obra de beneficencia material y espiritual con limosnas y con el rosario ofrecido por los pecados propios por los demás y en sufragio por las almas del purgatorio.

Tuvo también mucho influjo en la ciudad con sus consejos. Aquella portería de la Magdalena se convierte en lugar de comunión y participación de pobres y enfermos. Allí Juan Macías ora con ellos, les imparte catequesis y les ayuda en sus necesidades.

Su acción va más allá del recito conventual. Es capaz de amaestrar un borriquillo que con él pide limosna. Más de una vez, sin guía alguna, se dirige a las casas de los necesitados llevándoles alimento. Contemporáneo de San Martín de Porres y Rosa de Lima, es también evangelio viviente del Señor Jesús. También como San Martín, sufre con valentía injurias y calumnias por su caridad heroica con los necesitados.

San Juan Macías murió en Lima el 15 de septiembre de 1645. Su cuerpo se venera en la basílica del Rosario. Fue beatificado por Gregorio XVI en 1813 y canonizado por Pablo VI el 28 de septiembre de 1975.

Semblanza Espiritual

Desde niño era muy modesto y amigo de las cosas religiosas, frecuentaba las iglesias y oía con gran atención los sermones, que a su manera contaba a otros niños. Atendiendo la portería con humildad, San Juan Macías procuró ocultar siempre la estimación que de su santidad hacían todos, dentro y fuera del convento, lo mismo los grandes señores que los pobres a quienes en la portería daba sustento.

Se consideraba indigno de tratar con los demás religiosos, estimando no solamente a los sacerdotes, sino también a los novicios y conversos como si cada uno fuera su superior. Las reprensiones las llevaba con mucha paz sintiéndose mortificado cuando era alabado.

Su obediencia era tan pronta que inmediatamente lo cumplía sin enjuiciar lo que le mandaban. Bastaba con que el superior le hiciese la más mínima señal o indicación para dejar hasta los mismos ejercicios espirituales y hacer lo que le mandaban.

Su caridad con los pobres fue grande en socorrerlos y consolarlos, para lo cual se daban ayuda los nobles de la ciudad y de otras partes. En cada pobre veía a Jesucristo. Socorría a todos, en su portería o enviando un criado a las familias necesitadas. Esta caridad que con los pobres ejercitaba, dándoles limosna, la ejercitaba también con los ricos aconsejándoles y consolándolos.