Lun
8
Ago
2016

Homilía Santo Domingo de Guzmán

Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)

Id y haced discípulos de todos los pueblos

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

“El Santo Padre espera que cuantos siguen el carisma de Santo Domingo, apóstol incansable de la gracia y del perdón, compasivo con los pobres y firme defensor de la verdad, sean testimonios de la misericordia, profesándola y encarnándola en sus vidas, y sean signo de la cercanía y ternura de Dios para que la sociedad actual redescubra la urgencia de la solidaridad, el amor y el perdón.

Toda acción pastoral debe estar envuelta de ternura y nada en su anuncio o en su testimonio al mundo puede ser privado de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa por el camino del amor misericordioso y compasivo que da vida nueva e infunde el coraje para mirar con esperanza hacia el futuro”.

Estas son las palabras del mensaje que el papa Francisco ha dirigido a los frailes participantes en el Capítulo General de los dominicos celebrado en Bolonia. El Papa hace un retrato de santo Domingo y pide a los miembros de su Familia que lo imiten como mejor garantía de respuesta al mundo actual y apuesta por el futuro, según los modos del Evangelio.

Pero esto vale no sólo para los dominicos y dominicas, sino para todo cristiano. Domingo es un maestro en vivir a Cristo y darlo a conocer, y por ello es una riqueza para toda la Iglesia.

Un teólogo moderno ha podido definir a Jesús de Nazaret como “aquel que vivió para el Padre, desviviéndose por los demás”. Domingo de Guzmán, es llamado a lo mismo. Por eso el rasgo que más señalaron los testigos de su proceso de canonización fue el de su gran capacidad para la compasión: “Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón, y amándolos a todos, de todos era amado. Consideraba un deber suyo alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran, y, llevado de su piedad, se dedicaba al cuidado de los pobres y desgraciados”.

Tal actitud, repetida, cultivada, personalizada, se convierte en la característica principal de su carácter: “Siempre estaba con semblante alborozado y risueño a nos ser cuando se encontraba afectado por la compasión de alguna pena del prójimo”. Capaz de entrar en empatía profunda con el dolor ajeno, pero desde la experiencia del amor y ternura de Dios para con sus hijos y la esperanza.

Sabía que tal participación en los sentimientos de Cristo era una gracia, un don que hay que pedir y recibir. Su sucesor y primer biógrafo, el beato Jordán de Sajonia, describe así su oración: “Domingo hacía frecuentemente a Dios una súplica especial: que se dignara concederle las verdadera y eficaz caridad para cuidar con interés y velar por la salvación de los hombres. Pensaba que sólo comenzaría a ser de verdad miembro de Cristo, cuando pusiese todo su interés en desgastarse para ganar almas (1Co 9,19), al modo como el Señor Jesús, Salvador de todos, se inmoló totalmente por nuestra salvación”.

“Verdadera y eficaz caridad para cuidar con interés”. Una actitud completa que reúne tanto la inteligencia emocional de darse cuenta de lo que siente el otro y la empatía afectiva de com-padecerse, sentir como propio los sufrimientos, las alegrías, las búsquedas del prójimo, como el sentido práctico de aportar aquí y ahora lo que el otro necesita. Y ello, según el ejemplo de Cristo, para vivir y trabajar con Él, como Él y gracias a Él, en beneficio de todos.

La persona y la vocación de Domingo se pueden describir como un puente: bien asentado en la ribera de Dios por la contemplación de su Misterio y en la ribera de los hombres por su compasión, está dedicado a servir de camino entre uno y otro, disponible para todos, sabiendo que ni él mismo (ni su Orden) son la meta, sino los facilitadores del encuentro. Viviendo intensamente de la alabanza por Dios y sus maravillas y en intercesión, “sentados a la mesa de los pecadores”. Relacionando, como buenos puentes, territorios que parecían inevitablemente distantes: naturaleza-gracia, fe-ciencia, intelecto-afectividad, contemplación-acción, vida personal y comunitaria, etc. etc. Domingo ha dado a su Familia religiosa (monjas, frailes, hermanas, laicos y sacerdotes seculares) una pasión por el diálogo y la comunión y un horror por los dualismos excluyentes o por las confusiones deliberadas.

A sus hijos e hijas nos gusta un juego de palabras que señala nuestra misión en la Iglesia y en la sociedad humana: “ejercer la misericordia de la Verdad, para predicar la verdad de la misericordia”: en un mundo donde la cuestión de la verdad parece irrelevante o fundamentalista, en la que solo hay opiniones y no convencimientos objetivos, la Verdad como cimiento y horizonte es una cuestión fundamental. Pero ¿de qué verdad estamos hablando. Para indicarla está la segunda frase del aserto: “la verdad de la misericordia”: la verdad que está más allá de nuestras certezas, siempre provisionales, y que consiste en Dios mismo, clemente y misericordioso, “que tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo” (Jn 3, 16) y ha derramado en nosotros el Espíritu que nos hace clamar Abba, Padre (cf. Rom 8, 15).

De esta verdad y de esta misericordia bebió Domingo de Guzmán y se hizo profeta y apóstol: hombre para los demás porque era hombre totalmente de Dios.