Dom
3
Feb
2013

Homilía IV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Te nombré profeta de los gentiles.

En la primera lectura de hoy se nos invita a no tener miedo a la hora de hacer uso de la “garganta” para proclamar al Señor. La profecía de Jeremías se puede analizar desde una perspectiva susceptible de ser desdoblada en otras dos:
Por un lado, nos muestra al Mesías, elegido por Dios como columna indestructible frente a toda la humanidad. Con él está Dios para hacerlo invencible.

Por otra parte, entre líneas, se nos lee a cada uno de nosotros, que aparecemos como profetas (no olvidemos que el bautismo nos convierte en ello). De esta forma, el miedo está de más a la hora de profetizar, a la hora de hacer uso de nuestra “garganta” para proclamar al Señor.

  • Mi boca contará tu salvación, Señor.

Siguiendo con san Blas y su abogacía frente a los problemas de garganta (entre los cuales también está el miedo a hablar), el salmo 70 nos empuja a hacer un compromiso: contar con nuestra boca la salvación del Señor. Esta lectura, como continuación de la del profeta Jeremías, presenta a todas aquellas personas que se hacen eco de las palabras con las que Dios nos acoge, a través del mencionado profeta.

Mediante el salmo, se muestran palabras de fe y de esperanza:

• De fe, desde el momento en que todo su contenido es una continua expresión de confianza en el Señor.
• De esperanza, pues aquel que recita el salmo así lo expresa: “Tú, Señor, eres mi esperanza, mi confianza desde mi juventud”.

  • Quedan la fe, la esperanza, el amor; la más grande es el amor

Referente a la lectura de la Primera carta a los Corintios, ésta nos muestra un contenido que enlaza con el salmo 70. Si en esto hemos visto que se hacen manifiestas la fe y la esperanza a través de la “garganta” de todo aquel que se hace eco de sus palabra, ahora, San Pablo, profeta de los gentiles (al estilo de lo que refleja la lectura de Jeremías), nos viene a mostrar lo que es el amor. Seguramente nadie ha definido esta realidad con tanta precisión como el apóstol de Tarso. De un modo evolutivo, el nos hace una presentación del ser humano:

• De niño actúa como un niño.
• Al hacerse hombre, las cosas de niño desaparecen.
• En la vida futura, el velo de nuestras confusiones será doblegado por una visión real. De este modo lo que ahora nos es limitado, después no lo será.

Si según San Pablo, el amor es ilimitado, en la vida futura será el Amor, visto en plenitud, quien diluya las confusiones que nos han acompañado desde niños y a la largo de nuestra vida como seres humanos.
San Pablo concluye con algo que pone el broche de oro a esta lectura, al salmo y a la primera, y que puede expresarse así:

• Nuestra fe, nos lleva a no tener miedo en el Señor y a confiar en Él (Jeremías).
• Nuestra esperanza nos conduce a proclamar desde nuestra “garganta”, la salvación del Señor (Salmo).
• El amor prevalecerá al don de lenguas y profecía, pues ambos son limitados frente al amor, la virtud más grande (1ª Corintios).

  • Jesús, como Elías y Eliseo, no es solo enviado a los judíos.

Si hasta ahora hemos visto cómo Dios nos llama a proclamarle desde nuestra “garganta”, en su realidad de amor que no pasa nunca, ahora, el evangelista Lucas nos presenta a Jesucristo: La palabra de Dios; la voz que sale desde su “garganta” y que colma de bienes a todos aquellos que la acogen, tal y como ocurrió con la viuda de Sarepta y de Naamán el Sirio, en tiempos de Elías y Eliseo. Ellos son ejemplos de cómo actúa Dios en relación con los no judíos.

Los paisanos de Jesús no entendieron esto. La viuda de Sarepta y Naamán el sirio fueron atendidos por los profetas porque confiaron en ellos, aunque no formaban parte del pueblo elegido. Para entenderlo hoy, podríamos decir que Elías atendió a una viuda senegalesa y Eliseo a un general sirio.

Dios no es impositivo; por el contrario Él es quien se ofrece. Así, para descubrirlo y vivirlo, basta solo con acogerlo.
Jesús vuelve a echar mano del Testamento Judío para demostrar que los profetas ya habían manifestado esa actitud de Dios a favor de extranjeros en apuros. Quiere decir que su mensaje no es contrario ni ajeno a la Escritura y que las pretensiones de los de su pueblo son una mala interpretación de la misma.