Jue
28
Mar
2024

Homilía Jueves Santo

Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)

Los amó hasta el extremo

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Jesús, consciente que su fin está próximo, se dispone a vivir su especial Pascua. El momento elegido es la celebración de la Pascua judía en la que se conmemoraba la liberación de la esclavitud del antiguo Egipto. La ocasión escogida no es casual, por el contrario, es la celebración del acontecimiento más decisivo de la fe de Israel. El hecho histórico en el que experimentó cómo Dios, al escuchar su clamor y liberarlo de la opresión, era fiel a la Alianza establecida con los padres. Celebrando cómo Dios había salvado antiguamente a su pueblo, Jesús nos dejará el memorial eucarístico de su vida y entrega hasta la muerte. El sacramento que actualiza y rememora el misterio de nuestra salvación definitiva.

La lectura del libro del Éxodo nos da el encuadre del misterio que empezamos a celebrar el primer día del Triduo pascual. El comentario de la Biblia de Jerusalén al texto que leemos hoy, lo expresa con estas palabras: La Pascua judía preparaba propiamente la fiesta cristiana. Cristo, cordero de Dios, es inmolado (en la cruz) y comido (en la Cena), en el marco de la Pascua judía (la Semana Santa). Cristo (y nosotros con Él) va a “pasar” de este mundo, cautivo del pecado, al Padre, la Tierra Prometida. Esta es la Pascua de Cristo que va a sustituir a la Pascua de los judíos. El misterio central de nuestra fe cristiana.

Dios, con la Pascua de Jesús nos libera de las consecuencias del pecado, va a la raíz misma de donde brota toda esclavitud humana que genera muerte, dolor y sufrimiento. Al igual que el Padre, también Jesús escuchó los gemidos de los que sufren, vio la aflicción de su pueblo, tuvo compasión de él. No pasó indiferente ante el dolor humano. Experimentó en propia carne los efectos del pecado. Con su entrega confiada en las manos del Padre será causa de redención para la humanidad.

El amor es lo que posibilita la entrega. “Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). El amor como el de Jesús salva, libera, redime. El pecado es el empeño arcaico para que no reine en el mundo un tipo de amor como el de Jesús. El Jueves Santo nos invita a acoger el amor que Jesús nos ofrece. A dejarnos lavar los pies por Él, para limpiar todo aquello que hay en nosotros que nos impide amar como Jesús amó. Guiados por su amor, podremos participar en su obra redentora y en su gloria pascual.

Celebrar la Cena del Señor no puede reducirse a un simple cumplimiento de un precepto eclesial. “Haced esto en memoria mía” implica la decisión personal de querer repetir este memorial de entrega y servicio a los demás en forma sacramental y vital. Jesús nos dio ejemplo tomando la función propia del esclavo para que también nosotros nos dispongamos a lavarnos mutuamente los pies por amor. La cruz de Jesús, asumida por amor, nos redime. Es el amor desinteresado, que busca el bien y la felicidad del otro, que no es egoísta, que perdona y se reconcilia, que es capaz de renunciar y sacrificarse por los demás, es a lo que estamos invitados los seguidores de Jesús y lo que puede salvar al mundo. 

El tipo de amor del que toda comunidad cristiana ha de ser modelo y testigo. Como nos dice Pablo en la segunda lectura, si los que compartimos el banquete eucarístico no estamos realmente unidos en el amor, no anunciamos “la muerte del Señor, hasta que venga”. Al adorar la Sagrada Eucaristía hoy, dejémonos amar por Jesús a la vez que renovemos nuestro vínculo de amor a Él y con Él, a los demás.

Jesús también nos prepara para vivir nuestro propio “paso” por este mundo con la misma actitud interior con que Él vivió el suyo. El Triduo pascual que iniciamos este Jueves Santo configura la espiritualidad cristiana que ha de marca nuestra existencia en este mundo. Creemos que la muerte no tiene la última palabra sobre nosotros y nuestros seres queridos, la humanidad entera y la obra creacional de Dios. Como hijos e hijas suyos, ponemos confiadamente en sus manos nuestra vida y proyectos por un mundo más justo y fraterno. Optamos porque el amor a Dios y al prójimo sea el eje entorno al cual giren nuestras relaciones. Conscientes de que, al mismo tiempo, reproduciremos la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Celebramos este Jueves Santo el “paso” liberador de Dios por nuestra historia que Jesús quiso simbolizar sacramentalmente con la institución de la eucaristía. ¿Qué ha generado el “paso” de Dios por mi vida? ¿Cómo queremos que sea nuestro “paso” por esta vida? El misterio pascual es quien puede llenar de sentido y valor nuestra existencia, con sus contradicciones, límites y aciertos. “El amor de Dios derramado en nuestros corazones” (Rom 5,5), finalmente, es el único que nos puede dar plenitud.