Dom
25
Ago
2013

Homilía XXI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)

Señor, ¿Serán pocos los que se salvan?

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Señor, ¿Serán pocos los que se salvan?

Jesús de camino hacia Jerusalem recorría las ciudades y aldeas enseñando. Posiblemente a propósito de esta enseñanza un oyente le pregunta a Jesús: -¿Serán pocos los que se salvan? Aunque parezca extraña esta pregunta tenemos que tener en cuenta que esta pregunta era normal en el ambiente farisaico de aquel tiempo y se sigue repitiendo de diferentes modos y tonos en el tiempo presente.

También en nuestros días son numerosos los que quisieran tener una respuesta precisa y definitiva sobre el número de aquellos que entrarán en el cielo y por eso se discute tanto sobre la suerte de los niños que mueren sin estar bautizados, de los infieles, de los herejes y de los pecadores.

Sin embargo, Jesús aquí no quiere dar una respuesta a esta pregunta. No era su misión el satisfacer la curiosidad de la gente. Más aún, la plenitud del hombre no es cuestión de estadísticas, de normas generales o de sondeos. Por eso Jesús responde a su oyente presentándole la exigencia del reino y su exigencia: esforzaos por entrar por la puerta estrecha. Esto es lo verdaderamente importante. Todos los otros problemas son insignificantes.

La lógica del judaísmo contemporáneo de Jesús y la visión interna de la mayor parte de las grandes religiones- comprendida también la católica- han intentado siempre responder a esta pregunta de otro modo. Un judío normal habría respondido: se salvan los verdaderos judíos y se condenan los gentiles. Un católico de antes del Concilio: se salvan los que forman parte de la Iglesia y se condenan los que están fuera de ella. Ciertamente este estar fuera se interpreta con las debidas distinciones y matizaciones. No faltarán judíos que afirman que un buen gentil forma parte implícita de la comunidad de salvación, así como también los católicos también hablan de una pertenencia al alma de la Iglesia o se refieren a un tipo de catolicismo o cristianismo implícito.

Estas respuestas, en el fondo, constituyen una escolástica vacía, ya que todos sabemos que los caminos de Dios en la historia son siempre un enigma.

Yo pienso que tenemos que centrarnos en la palabra del Evangelio. Lo importante no es la suerte de los otros sino la exhortación que Jesús ha venido a dirigirnos a cada uno de nosotros: esforzaros por entrar por la puerta estrecha. La salvación no es un tema de curiosidad, sino de compromiso. Jesús añade algunos consejos preocupantes para nosotros.

Hay personas que se consideran con derechos sobre el reino: son aquellos que se acercan a la puerta y piden que se les abra. Sus razones parecen evidentes al menos para ellos.

Han comido con el Señor y han escuchado con atención sus palabras. Evidentemente son amigos y pueden tomarse el lujo de decir: abridme. Pero el Señor responde: no os conozco, y aunque parece que sean amigos en realidad son enemigos. Jesús no los reconoce porque son obradores de iniquidad.

Los que han comido con Jesús a quien llaman su Señor y sin embargo son extraños son en primer lugar los judíos que no se han convertido escuchando su palabra, pero también son los cristianos que también han comido con Jesús (eucaristía), han escuchado su palabra y le han llamado Señor en la oración, pero han practicado la injusticia, no han puesto en práctica la Palabra de Jesús, no han aceptado el mensaje de su reino y por tanto quedan fuera.
Sólo a la luz de esta exigencia, a la luz de la condena que amenaza a aquellos de la comunidad externa de la salvación adquiere pleno sentido el de aquellos que están fuera (vendrán de Oriente y de Occidente).

Visto en sí mismo el mensaje de Jesús debe ser presentado en forma de invitación a la penitencia y a la confianza absoluta. Tal es el sentido de la palabra salvadora. Vista en relación con aquellos que están fuera es un motivo de esperanza. La justicia de Dios se traduce en forma de salvación para los pueblos porque aquellos mismos que buscan con temor y temblor la propia salvación esforzándose por entrar por la puerta estrecha, deben admirar la providencia salvadora de Dios que llamará a sus hijos de Oriente y de Occidente, del norte y del sur de nuestra tierra.

Jesús no viene a responder a nuestras curiosidades o a nuestros interrogantes meramente teóricos. Aquí tendríamos que aducir las palabras de Jesús respondiendo a sus discípulos: es imposible para los hombres pero no para Dios.
La oración colecta resume con estas palabras lo que he querido decir: “Señor toda mi esperanza está en Ti, y tu no defraudas a quien en Ti confía. Por eso ante la crudeza de tu amenaza, tengo el consuelo de tu misericordia. Pero yo sé que no puedo jugar con el vaso de barro de mi débil fe cristiana llamada a fructificar en actos de amor y esfuerzo por entrar por la puerta estrecha. Mi salvación está en tus manos.

Dios mío, confío en ti, pero aumenta mi fe.