Dom
22
Nov
2015

Homilía XXXIV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2014 - 2015 - (Ciclo B)

Todo el que es de la verdad escucha mi voz

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Un reino que no es como los de este mundo.

En nada se parece al de Tiberio, el precepto poderoso de Roma. No es como Pilato se imagina: Jesús, no es alguien que quiere llevar adelante un sistema, unas ideas políticas; no tiene afán de acumular, no manda, no se va a defender, no va a servirse, ni humillar a la sociedad, sino que quiere construir a las personas y a la sociedad; quiere que las personas vivan erguidas, que participen en la fiesta de la vida todos. Su realeza le viene del amor que Dios tiene al mundo y Dios le ha mandado a demostrárnoslo a todos.

  • Un rey que ha venido a nuestra tierra para ser testigo de la verdad.

Ha venido a manifestar la verdad y a introducirla entre nosotros. La verdad de Jesús es su propia vida, la que tenemos escrita en los evangelios, esta es la verdad que nos quiere comunicar. Ella puede transformar nuestras vidas, no se trata de algo teórico, para aprender sino para vivir. Nos dice, que los hombres tenemos salidas, tenemos futuro, pues el mundo, como obra de Dios, está llamado a la plenitud de la felicidad. El sueño de Dios es que todos los hombres tengamos éxito y seamos felices.

  • La verdad y la mentira.

Tarde a temprano todos los seres humanos nos planteamos cual es el sentido de nuestra vida. No lo podemos eludir y tenemos que ser sinceros y honestos, vengamos de donde vengamos (del haber abandonado a Dios, de no hacernos falta para nada y haberle despedido, de un montón de incertidumbres que nos tienen confundidos, …), pues la búsqueda en la incertidumbre no nos la podemos quitar de la cabeza.

Jesús no es el propietario de la verdad, ni se la impone a nadie, ni la controla en los que le acogen como un juez implacable, sino que él la vive y la expone; quiere contagiarla y que sea nuestro atractivo; nos ayuda y propone que miremos al evangelio, porque él la vive así. Si queremos estar en la verdad, tenemos un criterio que el propio Jesús expone a Pilato: participar en la verdad es escuchar su voz, su vida, su evangelio. Justo lo que no ha hecho Pilato, pues quiere quitárselo del medio.

La mentira, parece que no nos inquieta, quizás porque estamos demasiado rodeados de ella, porque nos falta vivir en la sinceridad que la denuncie, porque la hemos aceptado como algo necesario. ¿Por qué la hemos adoptado como compañera de camino? ¿Es una resignación porque nuestra sociedad está habitada por ella, en la política, en la información, en tantos terrenos donde pisamos? ¿Podemos admitir que así llegamos a hacer una sociedad más justa y más humana? Si se calumnia al adversario, si se engaña al pueblo ofreciéndole protagonismo pero no dándoselo, ¿podremos hacer una sociedad más humana y más justa? La verdad nos hará libre, nos dice Jesús.

  • Pilatos después del careo con Jesús le manda a la cruz.

El mundo del mal, de la mentira, la injusticia, la violencia y la muerte parecen vencer, pero no, Jesús va al trono, la cruz es la verdadera entronización y muestra de su realeza. Y desde ahí las palabras que parecían irónicas de Jesús: ¡He aquí el hombre Ecce Homo! suenan de otra manera, pues el crucificado, no es el fracasado, sino el hombre verdaderamente libre, capaz de entregarse y darse por los demás, el servidor, el hombre más humano y plenificado como hombre, hermano y muy humano. Esta es su verdadera realeza.

  • “Escuchar su voz”

“Escuchar su voz” en esta estampa de la cruz no es para escandalizarnos, ni para decir: qué bueno era, cuanto hizo por nosotros, sino para implicarnos en los procesos históricos de nuestra sociedad y nuestra vida para que su reino sea una realidad y no se retrase más en el mundo, pues en palabras del apocalipsis: Aquel que nos está amando, que nos libró de nuestros pecados con su sangre, … nos ha hecho reino y sacerdotes para reinar, son nuestra esperanza y el verdadero don que hemos heredado: reinar con su forma de vida, siendo todos sacerdotes, devolviéndosela en alabanza. Que se pongan a temblar los reinos de la tierra, pues esta es nuestra victoria.